Claro, por eso la mayoría de la gente huye de la soledad y los imbéciles son minoría
Desde mi experiencia, le diría al autor del hilo que los dos casos que plantea son, lógicamente, muy diferentes. La soledad como elección no es algo fácil y, de hecho, requiere un proceso medianamente largo para llegar a saber si realmente es ésa la vida que quieres. Lo primero es librarse del ruido. Hoy el ruido lo inunda todo, te invade el cerebro, entra en el oído rasgándote los tímpanos. ¿Es casual que en el metro, en el centro comercial, en el dentista, en la casa, el ruido te agreda constantemente? Todos conocemos gente, mucha, que es incapaz de comer sin tener la televisión o la radio puesta. Lo que sea: publicidad, un programa espantoso, música deleznable. Es lo mismo. Porque no es casual: lo importante es no oirnos a nosotros mismos. Evitar que
yo y
mi entren en diálogo. Y, aún más peligroso, ¡que lleguen a conocerse! Si esto llegara a suceder algún día en una sociedad, muchos temblarían de miedo. Y no precisamente de los que escuchan la música en el metro todos los días. El hombre para quien su principal interlocutor no es él mismo a lo largo de su vida sí que corre el riesgo de convertirse en el mayor imbécil: el que huye de sí mismo y se ignora.
Si te adentras por el camino de la soledad vete preparado para enfrentarte a todas las
tentaciones de San Antonio. Porque tú eres también tu parte más débil. Todos tus fantasmas te van a visitar cuando peor te encuentres, cuando más débil te sientas. Y si tienes tendencias autodestructivas en ti te van a echar un pulso a muerte: alcohol, drogas, suicidio, violencia, masoquismo espiritual en sus muy variadas formas...
El sexo no es mayor problema, pues no es paliativo en absoluto de la soledad. Mastúrbate, ve de putas, fóllate ligues de una noche, follate conocidas o desconocidas, pero si realmente estás hecho para la soledad te darás cuenta de que ellas no pasarán de la superficie de tu ser y que no dejarán huella. No provocan sufrimiento alguno. El celibato estricto no me parece aconsejable en absoluto, porque sólo servirá para generarte (o acentuarte) una neurosis galopante y para contribuir a idealizar algo tan vulgar y corriente como es el intercambio de fluidos entre dos cuerpos.
Otro riesgo, para mí el más peligroso de la soledad: el
resentimiento. Si la soledad es tu elección no dejes que el resentimiento hacia los demás te gane, porque a los demás no les envenena: te envenena a ti. El universo no te es hostil (pesimistas) ni favorable (optimistas): le eres indiferente. La verdad no es compatible con el resentimiento, que es deformante.
Si después de todo eso descubres que estás hecho para vivir en soledad lo sabrás porque la sensación espiritual no es de amargura, sino de ligereza y de libertad. La misma sensación tonificante que sientes en los músculos del cuerpo una mañana de invierno cuando los demás van abrigados hasta las cejas. Menos compromisos, menos lazos asqueantes y complicidad criminal que te unen con los intereses de otros, aunque los disfracen de buenas y altruistas intenciones. Eso tal vez te haga sentir menos sucio y afín a la inocencia de un animal.
La relación entre genialidad y soledad no la veo exactamente como necesaria, pero sí suele darse a menudo. Porque al contrario de lo que piensan algunos, el solitario no es un inadaptado con sus habilidades sociales mermadas. De hecho, suele ser al contrario, y se trata de personas encantadoras, grandes conversadores, pero que al tiempo que hablan contigo continúando el diálogo con ellos mismos. Alguien que no se conozca en soledad no podrá ser un gran conversador, pues sólo dirá estupideces. Pero es cierto que la soledad y el autoconocimiento te llevan a transitar caminos propios a poco coherente que seas, caminos que no te serán dados por la inercia social, sino que tendrán que salir de ti. Un solitario debe ser un artista de su propia vida y crearla, en lugar de tomarla hecha. Todo lo bueno, lo socialmente aceptable, lo "verdadero", tiene un sólo camino; lo malo, la "mentira" y el arte, muchos. Cada cual descubrirá el suyo o tomará el que dicta el Cosmopolitan. Todas las familias felices son iguales. Sólo las desgraciadas lo son cada una a su manera, ya sabes.
Pero si la soledad no es buscada, o si habiéndola buscado ves que la autodestrucción, el resentimiento o tus necesidades te van a acabar derribando, huye de ella. Cásate, busca una novieta, cómprasela a un traficante de blancas o lígate un orco de Mordor y sé al menos moderadamente infeliz. Pero al menos intenta buscar tu propio camino y no tires por el que te marcan otros.