Los peores ratos de nuestra vida.

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Recuerdo el peor día de mi vida como si lo acabase de leer. Siempre lo tengo en la mente, lo veo en todos los sitios. Es que si no fuera porque estoy diagnosticado y medicado por esquizofrenia juraría que acabo de leer el peor día de mi vida en boca de otro forero.

Estaba yo de estrella en un equipo pequeño de colegio cuando un niño calvo melómano que iba con vinilos en la mochila empezó a meterse conmigo. El cabrón usaba los vinilos como si fueran shurekins. Era un puto tarado y un abusón hasta que un día se me hincharon los cojones y le di de hostias en el recreo. Al cabo de poco apareció una señora con mucho pintalabios y con rimel corrido diciendo que era la madre del niño pegando gritos y yo, como soy de resolver los conflictos pacificamente (salvo el anteiro caso llevado al extremo) opté por darle los 1000 duros que llevaba en el bolsillo para el bocata de las mañanas. Ella me cogió de la mano y me llevó a un baño donde me bajó los pantalones pero debido al alboroto reinante el director nos había echado el ojo y según abrió la puerta del baño se encontró aquel percal. En ese momento el director me dijo que esperase fuera y que vigilase que no entrase nadie, pasados 3 minutos salió y me llevo a su despacho. Ahí me dio un rapapolvos infinito y me dijo que no volvería a tocar un balón en la vida.

Puta vida. Yo, que iba para estrella. :sad: Dejaron de llamarme ELJORDI para llamarme Elñordi y en minúsculas.
 
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La verdad es que los equipos deportivos adolescentes son una fuente de malos ratos en caso de no ser un alfa y de poseer escasas habilidades en el deporte en cuestión. Si además uno cuenta con taras físicas o de comportamiento, para qué te digo más. Las burlas están aseguradas.

Jugué un par de años en un equipo de baloncesto, siempre en el peor posible, ya que nunca fui elegido por los entrenadores para los distintos equipos que se iban formando. Siempre acabé relegado al equipo de la morralla que no quería nadie, y encima era suplente.

Había uno de los buenos que se reía de mí con sorna sutil. Un chico rubio con melenita de surfero. En sus burlas tampoco había odio simplemente un sentimiento de superioridad por su parte que demostraba así. Me lo encontré años más tarde y recibí una mirada algo sorprendida al ver que había pillado cuerpo y se me había puesto cara de mayor. Aunque él seguía siendo más alto y más guapo. Un chico atlético y espigado de metro noventa y pico me superaba en estatura, pero no demasiado.

El odio me lo tomó otro, un amigo del anterior. Un chico arrogante, burlón, nada tonto y con mucha soltura y carisma. Un encanto superficial rayano en la psicopatía ya que se podía apreciar el doble fondo que tenía. Quedó relegado al equipo de betas debido a una lesión. Por alguna circunstancia que aún no me logro explicar; su padrastro, un individuo bastante extraño, bizco, borracho y bastante zumbado en general me tomó simpatía. Eso originó la debacle; el chaval empezó a hacerme bullying a saco: Burlas, calumnias, insultos y algún amago de agresión física que no se llegó a materializar. A mitad de temporada recayó de su lesión y lo perdí de vista varios meses. La verdad es que me alegré.

Pero amigos todo esto ya nos fue advertido.

"También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,
sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,
traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios."

2 Timoteo 3:1-4
 
Sin duda, aquella vez que me miré a los ojos en un espejo y sentí que era yo quien estaba dentro del espejo, y el reflejo fuera. El reflejo me miró y me dio la sensación de que hizo como una especie de mueca como de aguantarse la risa. Quiería salir de esa dimensión pero no podía. Lo pasé francamente mal. Luego igual que entré en ese encierro, salí. Y me largué pitando de ese sitio.
 
Uno de los peores días de mi vida fue cuando pegué a dos vecinos, un padre y su hijo, por los conflictos vecinales que promovían ese par de hijos de puta. En un arrebato de rabia y odio visceral le solté un puñetazo en la cara, a la altura del pómulo, al padre, un gordo calvo de unos 60 años. Mientras se tambaleaba mareado, le di un empujón hasta que cayó al suelo. Acto seguido, el hijo, cobarde y comemierdas a partes iguales, empezó a gritarme insultos y me dirigí hacia él, que estaba unos metros apartado para completar la faena. Le pegué un patada frontal a la altura del pecho y luego le lancé un crochet, al estilo del que le había lanzado a su padre que le rozó en la cabeza y cayó al suelo quedando a cuatro patas, como un puto maricón de mierda. Se armó una buena algarada en el pasillo de la entrada al portal por el griterío en plan homosexual que ambos comemierdas formaron. Cuando me paré y me di cuenta de lo sucedido opté por largarme rápidamente, pero en lugar de subir a casa y quedarme allí me largué corriendo sin saber muy bien adónde ir. De modo que me dirigí a un pequeño bosque de rivera que tengo cerca de casa, con vegetación bastante espesa y decidí emboscarme, con la intención de permanecer oculto allí por si la policía o la guardia civil venía a buscarme a casa ante una eventual denuncia.

Estuve durante horas deambulando entre los chopos y las hayas, hasta que comenzó a atardecer (el pifostio tuvo lugar por la mañana), pensando bastante angustiado en la posibilidad de una denuncia y que vinieran a buscarme para meterme en el calabozo y me abriesen una causa por lo penal. Al padre le di bastante fuerte, mientras que al hijo no le cogí bien en mi andanada de golpes. Fueron unas horas de tensión bastante mierders y finalmente decidí volver a casa cuando casi el sol se ocultaba. Era veano, hace ya muchos años de esto, y yo tenía veintipocos años, y este par de cabrones me denunciaron y me costó una multa de más de mil euros por unas lesiones de mierda, nada grave, que les hice.

En lo sucesivo tuve varios problemas con subnormales por el estilo e intercambio de tollinas con juicios y condenas de mierda, todo por defender mi honor ante distintos comemierdas. En el caso que relato el motivo fue porque decían el padre y el hijo que yo les rallaba el coche en la plaza de parking donde tenían su coche sin prueba alguna, y en venganza me reventaron el buzón y estuvieron recriminándome gilipolleces y pijadas y buscando enfrentamiento. Al final no aguanté más y decidí cortar por lo sano, pero fue todo muy impulsivo. Creo que fue uno de los peores días de mi vida.
 
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