El veganismo, como derivados por el estilo bajo la etiqueta de "animalismo" y demás sucedáneos, no es más que una moda, y más ahora que están aleccionando a la masa con el discurso de mierda "no comáis carne, que vais a destruir el planeta", probablemente para ir acostumbrando a la gente a la pobreza y miseria que auguran los próximos tiempos. Curiosamente, los veganos que yo he conocido son casi siempre mujeres de un cierto tonelaje, que uno no se explica como es posible cosechar semejantes lorzas a base de hierbajos. Paso a relatar los subseres veganos que me he encontrado:
-Una tía que es progre y gilipollas, que hace todo lo que el hijo le dice, cual autómata. Se hizo vegana con 70 años y solamente come tofú, y otras mierdas por el estilo. Desde entonces parece que ha enloquecido y es fan acérrima de Colau y toda la hez de Podemos. No sé si una cosa le ha llevado a la otra o la inversa, solo sé que me da demasiado asco y gustosamente le patearía el esternón.
-Una tipa a la que me follé hace unos pocos años, con menos inteligencia que una cucaracha, y sobrepeso. Durante el tiempo que estuvimos fukando, que no fue demasiado prolongado, me contaba gilipolleces acerca de lo nociva que era la leche y prácticamente todos los alimentos. Luego ella absorbía mi néctar de amor, y a esa leche parecía no hacerle ascos. Lo peor de todo es que la tipa comía hierbajos y cuidaba mucho lo que se echaba al buche, pero a la hora de la verdad la tipa parecía una puta mesa camilla, y lo único que le salvaba era un tremendo tetamen.
-Por último una charo pelofrito de cuarenta y tantos años que por motivos laborales conocí hace unos años. La tipa estaba cuadrada, más ancha que alta, y, como la anterior, criticaba la alimentación de todo el mundo y decía que comía sano y tal. Decía que estaba haciendo una dieta macrobiótica o algo así, y que estaba perdiendo peso de forma natural, sin que su salud se resintiera y tal. La cuestión es que las pérdidas de peso estaban en su imaginación de tarada hija de la gran puta. Además de esto, era una feminista acérrima de las que andaban incordiando con gilipolleces ante cualquier comentario que se saliera de sus esquemas mentales de gorda acomplejada. El motivo de su feminismo se debía, probablemente a que su marido la había dejado por una tipa más joven y delgada que ella, y probablemente más inteligente. Además, y para colmo, se llevaba bien con la gorda asquerosa que me estuvo acosando con intenciones copulatorias. Parece ser que este tipo de seres indolentes, frustrados y con obesidad mórbida forman frente común contra las personas. Lo peor de esta payasa es que durante un aperitivo-merienda en el que coincidimos comía queso y jamón como si no hubiera mañana, medio escondida en un rincón del bar, como amparada en el anonimato de la masa. Es muy probable que las dos anteriores también comieran a escondidas alimentos de origen animal, pero por dar la nota y estar a la moda se dedicaban a recordar a todo el mundo que eran veganas. Hijas de puta.
Al margen de estas vivencias personales, el veganismo además de ser una moda e ingeniería social para moldear los comportamientos de la masa, me parece totalmente absurdo prescindir de la carne, el pescado o cualquier otro alimento por cualquier monserga animalista o pseudofilosofía barata de new age. Muchos de estos imbéciles de la izquierda progre y globalista que profesan el veganismo se tirarían de los pelos si supiesen que el pionero en estos hábitos alimenticios fue el glorioso compositor alemán Richard Wagner, con todo el renacimiento nacionalista alemán y revitalización de los grandes mitos germánicos, o amiguete de Gobineau etc etc.