Además el dragón está al inicio de Marqués de Corbera, la arteria principal del barrio, como dándote la bienvenida, en plan "Tú verás donde te metes, muchacho".
La Elipa en sus inicios fue barrio de aluvión, donde se construyeron por parte del Instituto Nacional de la Vivienda multitud de bloques de cuatro alturas sin ascensor, sin enlucidos, sin nada, como si fueran jruschovkas. Luego, los hijos de esos primeros moradores encontraron en la heroína una manera no necesariamente saludable de divertirse en los años ochenta, estableciendo animado negocio con otro grupo étnico de gran presencia en el barrio: nuestros raciales amigos romaníes.
Hoy su población la compone variopinto grupo multiétnico compuesto de alegres morenos dominicanos, simpáticos ecuatorianos y dicharacheros jamaicoles que tienen el barrio empapelado con carteles donde dan a conocer sus costumbres y sus manifestaciones artístico-culturales: el concierto de Willy Valdés, la performance de algún reguetonero local o, más modestamente, unos folios pegados con celo anunciando que en el bar de la esquina tienen arepas y yuca. También hay mucho jubilado, pero comoquiera que estos dan poca guerra -unos porque están mayores y otros porque viven en un cuarto sin ascensor y hasta que no lo pongan no pueden salir de sus casas-, lucen más los primeros. Adicionalmente podréis encontrar el mítico establecimiento "El Sabroso", donde comprar pollos asados y platos precocinados, bazares chinos, establecimientos donde comprar tarjetas prepago con muy convenientes precios para llamadas a países en vías de desarrollo y zapaterías donde comprar el último modelo de calzado en cueriplastic de primerísima calidad. Conviene saber que las costumbres son relajadas, viéndose sin ningún problema grupos de jovenzuelos trasegando tercios de Mahou en plena rue o jubilados (de los que ya tienen ascensor) jugando a las cartas sobre cartones a la sombra del dragón, símbolo ya mítico del barrio. Estas costumbres relajadas y alejadas de formalismos se manifiestan en el uniforme mayoritario del barrio, el chándal, y diríase que su población se ha liberado por completo de la pesada carga de llevar un traje o una corbata, lo cual delata al forastero y lo convierte en blanco de las miradas de quienes propugnan la colectivización de los bienes personales.