La paja. Yo he adorado la paja más que a las mujeres. En la balanza del disfrute, la parte de las pajas se hunde hasta el mismo infierno en comparación con la tibieza de los polvos. Y me sorprende una mijita lo de la bondad de las pajas farloperas.
Yo cuando me he visto con blanca en casa y con ganas de paja he tenido que ir rapidito. O gallorda megarápida posterior a las primeras lineas o de otra forma eso se convierte en un sinsentido de saliva y dolor en el brazo que acaba aburriendo al mismo Onán.
Sin embargo ninguno alude al dulce néctar de la paja porrera. Eso no tiene fin ni enmienda. Gritos en la soledad de mi hogar de miles de decibelios al correrme. Calzoncillos adheridos al glande. Placer.
Por otro lado, desde que se inventó el internet pillé la costumbre de pajearme con la izquierda para ir moviendo el ratón compulsivamentr de video a video, y eso, a mis 41 me ha llevado a tener indudablemente más desarrollado el pectoral y brazo izquiero que su contrario.
Puedo afirmar que gracias a la paja no estoy felizmente casado.