Valencia es un estercolero. Su comunidad, su provincia, su ciudad, sus gentes y sus equipos de fútbol y baloncesto.
Especialmente, me repugna todo lo que huele a paella y, más si cabe, la mierda de combinaciones que suelen realizar hoy en día en sus chiringuitos de playa, por no hablar de la necesidad de que algún hijoputa le meta fuego a todas las instalaciones de PaellaDOR con sus dueños dentro.
Odio a sus fallas,
mecogoenlaputa, y sus asquerosos petardos con los que abochornan a las personas en sus fiestas. Más de uno se merecería regar con sus tripas las ciudades y pueblos de esa región oriental.
Me dan asco sus campos de golfos, sus parques temáticos, sus puñeteras naranjas, sus complejos turísticos de ínfima calidad, sus parlamentarios...
Y me entran enormes ganas de vomitar cuando los escucho rebuznar.
Eso sí, menos que cuando pienso en andalucía oriental...
Edito, tan sólo para añadir que una vez estuve en Valencia y me lo pasé
dercarajo.
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