No veo a quién podría satisfacer ese producto, la verdad. A quien le gusta Metallica, ya ha ido consiguiendo su discografía a medida que iba saliendo, independientemente del formato. Para un fan de nivel pro, ni la discografía -que ya tendrá- ni las pegatinas o chapas tampoco, pues también las habrá ido adquiriendo. Menos aún la bibliografía, pues en Internet puede encontrarlo absolutamente toda su vida, milagros, chismorreos y supercherías.
Por suerte no nací con la maldición del oído musical absoluto, pero sí con el suficiente como para discernir el sonido de un vinilo -clicks aparte- del de un CD. Y la verdad es que, en su día, escuchar esto recién salido del horno:
Con aquel sonido que tanto se desmarcaba del Heavy del momento, significó para muchos, entre los que me incluyo, un volantazo musical como el que se llevó por delante al malogrado Burton. Evidentemente, y no es esnobismo, el sonido vinilo reproduce matices que no se consiguen en la digitalización porque, aunque actualmente la tecnología ha avanzado lo suficiente como para igualarlo, la tecnología digital de los ochenta era muy limitada en cuanto a resolución. Pero esto ya es tema para tratar aparte.
Entonces, ¿Quieren decir que ese vinilo vale ciento setenta y cinco lebroms en el frikimercado musical de segunda mano?