Libros Michel Houellebecq

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Mr.Weird

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Pues sí. Michel Houellebecq.

Este pequeño francés cabrón me trae de cabeza. Lo descubrí hace poco tiempo, y en unos pocos meses me he leído todas sus novelas. Ahora se lo recomiendo a todos mis amigos, y el veredicto es siempre el mismo: Houellebecq es... es... bueno, es Houellebecq.

No sé que tiene ese tío que engancha tanto. No sé si es realmente un buen escritor. No sé si es realmente un buen pensador. Pero, joder, sólo por esa manera que tiene de tocar las narices a la los adalides de lo políticamente correcto ya merece un premio.

Su incorrección, su sarcasmo.... Es sencillamente genial. Va más allá de la provocación barata, puesto que consigue crear en un sólo libro un visión del mundo y del ser humano bien sólida y fundamentada. Deprimente a la vez que divertido, crudo y desgarrador al mismo tiempo que dulce y romántico.

Bueno, hacía tiempo que un autor no me obsesionaba tanto. Sólo quería compartir este entusiasmo en un foro de literatura. ¿Hay alguien más tocado por sus libros? ¿En ese caso que os ha parecido? ¿Un tipo lúcido al que hay que tener en cuenta? ¿O bien arrojastéis alguna de sus obras al cubo de la basura?

Si el tema tiene éxito, ya postearé alguno de sus párrafos más polémicos.
 
Pues ale, ves posteando párrafos y dime una guía de lectura adecuada para un no iniciado en su obra como yo.
 
Este es uno de los momentos clave en las Partículas Elementales:

Esta mujer había tenido una infancia terrible, trabajando en una granja desde los siete años entre semibrutos alcohólicos. Su adolescencia fue demasiado breve para que pudiera acordarse. Tras la muerte de su marido trabajó en una fábrica para sacar adelante a sus cuatro hijos; en pleno invierno iba a buscar agua al patio para que toda la familia se lavara. Con más de sesenta años, recién jubilada, accedió a ocuparse otra vez de un niño, el hijo de su hijo. A él tampoco le había faltado de nada, ni ropa, ni buenas comidas los domingos, ni amor. Ella le había dado todo eso. Un examen mínimamente exhaustivo de la humanidad debe tener en cuenta necesariamente este tipo de fenómenos. En la historia siempre han existido seres humanos así. Seres humanos que trabajaron toda su vida, y que trabajaron mucho, sólo por amor y entrega; que dieron literalmente su vida a los demás con un espíritu de amor y de entrega; que sin embargo no lo consideraban un sacrificio; que en realidad no concebían otro modo de vida más que el de dar su vida a los demás con un espíritu de entrega y de amor. En la práctica, estos seres humanos casi siempre han sido mujeres

Describe a la abuela de uno de los protagonistas. Se le nota cierta apego al pasado. A la vez que parece demostrar la repulsión que le causan las formas de vida modernas, que ,según él erosionan el amor y la voluntad de sacrificio para con los demás. Por cosas cómo ésta Houellebecq se ha ganado la etiqueta de reaccionario, para muchos.
 
Aquí, el momento cumbre de su opera prima, Ampliación del campo de batalla. Devastador:

"Definitivamente, me decía, no hay duda de que en nuestra sociedad el sexo representa un segundo sistema de diferenciación, con completa independencia del dinero; y se comporta como un sistema de diferenciación tan implacable, al menos, como éste. Por otra parte, los efectos de ambos sistemas son estrictamente equivalentes. Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la "ley del mercado". En un sistema económico que prohibe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohibe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad. El liberalismo económico es la ampliación del campo de batalla, su extensión a todas las edades de la vida y a todas las clases de la sociedad. A nivel económico, Raphaël Tisserand está en el campo de los vencedores; a nivel sexual, en el de los vencidos. Algunos ganan en ambos tableros; otros pierden en los dos. Las empresas se pelean por algunos jóvenes diplomados; las mujeres se pelean por algunos jóvenes; los hombres se pelean por algunas jóvenes; hay mucha confusión, mucha agitación."
 
Houl esta bien, pero leido uno, leidos todos... el mismo personaje una y otra vez
 
https://www.houellebecq.info/

De Michel Houllebecq sólo había sabía que era un escritor francés vivo políticamente incorrecto de gran éxito y al que se le acusaba de incitar al odio racial a causa de sus críticas al islam. No le di mayor interés, estaba muy alejado de mis gustos.

A priori, jamás le hubiera leído de no ser por la reciente recomendación de una persona tan especial como sorprendente. Y me enganchó, no por cómo escribía (ya que su estilo me parece pedestre, poco cuidado y se aleja mucho de lo que estoy acostumbrado a considerar buen estilo al escribir) sino por lo que escribía: pajas mentales*.

Uno tiene la sensación al leerlo de que siempre escribe lo mismo una y otra vez. Pero esas pajas mentales me retratan certeramente (al menos así lo entendió la persona que me sugirió su lectura). En todo caso pone de manifiesto ciertas situaciones y personajes y plasma estados de ánimo e inquietudes plenamente actuales en mi opinión**. Posiblemente cuando dejen de estarlo, acabe su éxito. Por ahora, tiene bastantes lectores. Quizá ven en él un retratista de la sociedad actual y de sus personajes.

Y aunque reconozco que no es un virtuoso de la pluma, que se repite y leída una, leídas todas, cómo me interesa lo que escribe, lo sigo leyendo en su siguiente novela. No puedo evitar leerlo con cierta simpatía y supongo que también lo sobrevaloro por las circunstancias en las que vine a dar con él.

De sus cuatro novelas, la más floja en mi opinión es "Las partículas elementales". "Plataforma" y "Ampliación del campo de batalla" me resultan muy evocadoras. "La posibilidad de una isla" es más de lo mismo... y precisamente por eso me gusta. Está ambientada parcialmente en España (país al que se ha mudado Houellebecq) y hace referencias a David Bisbal, ¿qué más se puede pedir?

*Bueno, no sólo mentales. En todas sus novelas, siempre hay alguien al que acaban pajeando mientras le acarician los cojones.
** Estados de ánimo y un retrato de una sociedad desencantada de la misma manera, salvando las distancias y las formas y sin querer subirlo al mismo pedestal, que hicieron Juvenal, Luciano y Apuleyo de otra sociedad, la romana, y de otro siglo de prosperidad, bienestar superficial y crisis estructural: el suyo, el II d.C.

https://es.wikipedia.org/wiki/Michel_Houellebecq
https://www.bibliopolis.org/resenas/rese0116.htm
https://www.santafebooks.com/libros/2/843396972.asp
https://www.literaturas.com/v010/sec0604/libros_resenas/resena-03.htm


https://foropl.com/viewtopic.php?p=1359312&highlight=houellebecq#1359312

Dos pasajes de Plateforme de Michel Houellebecq

“Valérie... dis-je avec hésitation, qu’est-ce que tu me trouves? Je ne suis ni très beau, ni très amusant; j’ai du mal à comprendre ce qu’il y a d’attirant en moi.” Elle me regarda sans rien dire; elle était presque nue, elle n’avait gardé que sa culotte. “Je te pose la question serieusement, insistai-je. Je suis là, un type usé, pas très liant, plutôt resigné à une vie ennuyeuse. Et puis tu viens vers moi, tu es amicale et affectueuse, et tu me donnes beaucoup de plaisir. Je ne comprends pas. Il me semble que tu cherches quelque chose en moi, qui ne s’y trouve pas. Tu vas être déçue, forcément.” Elle sourit, j’eus l’impression qu’elle hésitait à parler; puis elle posa une main sur mes couilles, approcha son visage. Je me remis à bander aussitôt. Elle enroula la base de mon sexe avec une mèche de ses cheveux, puis commença à me branler du bout des doigts. “Je ne sais pas... murmura-t-elle sans s’interrompre. C’est agréable que tu ne sois pas sûr de toi. Je t’ai beaucoup desiré pendant ce voyage. C’était horrible, j’y pensais tous les jours.”

La vie passe facilement à l’interiéur d’une institution, les besoins humains y sont pour l’essentiel satisfaits. J’avais retrouvé “Questions pour un champion”, c’etait la seule émission que je regardais, les actualités ne m’intéressaient plus du tout. Beaucoup d’autres pensionnaires passaient leur journée devant la télévision. Je n’aimais pas tellement, en fait: ça bougeait trop vite. Mon idée était que si je restais calme, si j’évitais le plus possible de penser, tout finirait par s’arranger.

Un matin d’avril, j’appris que les choses s’étaient, effectivement, arrangées, et que je pourrais bientôt sortir. Ça me paraissait plutôt une source de complications: il allait falloir que je trouve une chambre d’hôtel, que je reconstitue un environnement neutre. Au moins, j’avais de l’argent; c’était toujours ça. “Il faut prendre les choses du bon côté”, dis-je à une infirmière. Elle parut surprise, peut-être parce que c’était la première fois que je lui adressais la parole.

Contre le déni du réel, m’expliqua le psychiatre lors de notre dernier entretien, il n’y a pas de traitement précis; ce n’est pas vraiment un trouble de l’humeur, mais de la représentation. ¨S’il m’avait gardé à l’hôpital pendand tout ce temps, c’etait surtout parce qu’il craignait une tentative de suicide — elles son assez fréquentes, dans les cas de reprise de conscience brutale; mais maintenant j’étais hors de danger. Ah bon, dis-je, ah bon.

https://foropl.com/viewtopic.php?p=1184635&highlight=houellebecq#1184635
 
Houellebecq, el autor francés vivo más leído y traducido, ganó el apodo de "Zidane de la literatura" en 2004 cuando dejó la editorial Flammarion y fichó por la casa Fayard con un contrato de 1'3 millones de euros.

Ahora amenaza con abandonar Fayard porque ésta se niega a financiar la película sobre "La posibilidad de una isla" que el propio Houellebecq quiere dirigir.

En 2001 tras ser acusado de criticar al islam y debido a las amenazas que recibió, marchó de Francia y actualmente reside en España.

Por muchas razones, entre las que abundan las extraliterarias, su libro "Plataforma" me resulta especialmente grato. Se ha hecho una adaptación teatral del mismo y tenía curiosidad por ver la representación.

Hasta que me he enterado de que al protagonista lo interpretará Juan Echanove. ¡Tócate los cojones! En ese caso la va a ver su padre. No pega ni con cola.
 
Yo me he leído sus dos primeras novelas, Ampliación... y Las partículas..., me han gustado bastante, como ya he comentado en otros hilos.

Hoy mismo he empezado Plataforma.

..........................................

A título informativo hay que decir que en español están editadas por Anagrama, en sus dos colecciones, la de bolsillo y la que no, a precios perfectamente asequibles.
 
La primera qu lei fue "Las partículas elementales", me dejó bastante fría, me esperaba bastante mas de este tan "laureado" escritor, me dio la sensación de ser el típico tío que se cree provocador y "guay" por poner en una novela "polla" y "follar".

A raiz de esto por insistencia de un amigo lei "Ampliación del campo de batalla", que me dejó un buen sabor de boca. Así que en ese momento ataqué "Lanzarote" y "Plataforma".

La conclusión es que mantengo con el una historia de amor-odio. Aunque en algún momento pueda parecer brillante después nos damos cuenta de que es un mero espejismo, las historias autobiográficas se agotan, y los personajes autodestructivos ya están muy trillados, sobre todo si el escritor no ejerce el lector la suficiente autoridad emocional como para empatizar con los personajes.
 
Houellebec ok

Houellebec - Ampliación del campo de batalla:
"Después observo que toda esa gente parece satisfecha consigo misma y con el universo; es asombroso, y hasta da un poco de miedo. Deambulan con sobriedad, aquél enarbolando una sonrisa socarrona, éste un gesto embrutecido. Algunos, entre los más jóvenes, llevan cazadoras con motivos del rock duro más salvaje; se pueden leer frases como Kill them all! O Fuck and destroy!; pero todos comunican la certeza de estar pasando una tarde agradable, dedicada esencialmente a consumir, y por lo tanto a contribuir a la reafirmación de su ser.
Finalmente observo que me siento distinto a los demás, sin por ello poder precisar la naturaleza de esta diferencia."

Opiniones encontradas con Houellebec. Literariamente es mediocre, el mismo personaje en cada novela, tramas repetitivas, estilo regulero etcetc. Como intelectual tampoco se ganaría la vida, poco preciso, poco riguroso etcetc. Además el tipo de cuando en cuando te casca una reflexión sobre la sociedad de la información o sobre el sexo o sobre lo que toque y se queda tan feliz.
Sin embargo, en conjunto, todo tiene una coherencia bestial, logra que funcione todo aunque todos los libros tengan un defecto común y es que a partir de los tres cuartos la cosa decaiga (en mi opinión) y deje de tener fuerza. No ha descubierto el mundo, cinismo, descreimiento, desengaño, spleen vital, pero engancha muy bien con un sentimiento bastante común y creo que más europeo que americano.
Un último argumento que me hace declararme favorable (sb todo Ampliación y Plataforma) es que J. Marías lo detesta y eso es buena señal.

Respecto a que solo es pollas y polvos no estoy de acuerdo, cierto que hay sexo pero la mayor parte de las veces es para resaltar la sordidez de personajes y demás, en todo caso no me parece su principal argumento.

Por cierto, tampoco está mal Frédéric Beigbeder: "los jovenes franceses no queman los coches porque no puedan tenerlos, lo hacen para evitar tener que desearlos"
 
Ahora mismo estoy leyendo "La posibilidad de una isla".

Más de lo mismo - aunque eso ya es algo.
 
Estaba como loco por lanzarme a leer sus libros pero después de leer estos post he echado el freno ¿Un Bukowski francés? No gracias. Prefiero al original.
 
No creo que sea un Bukowski.

Acabo de terminar "La posibilidad de una isla".
Nada nuevo.

Vuelve a la utopía, que ya había esbozado en Las partículas elementales, de una nueva raza humana que mediante la genética se haya librado (o no) de las miserias de la humanidad actual, que él radica sobre todo en el deseo.
 
Los temas que trata Houellebecq en todos sus libros básicamente se reducen a:

1-. El temor al paso del tiempo y a la pérdida de la virilidad pero no del deseo - todos los personajes están en la crisis de los 40 y no saben cómo resolverla. Y a una escala cósmica: la angustia vital.

2-. La búsqueda imposible del amor perdurable. Muchos de los personajes de H. está frustrados porque en el fondo son unos sentimentales que siguen creyendo en que el amor es posible, pero la vida y la muerte los van sacando a hostias de su espejismo.

3-. Crítica velada a la sociedad hedonista en la que vivimos: No obstante no sabes hasta qué punto tomártela en serio porque los protagonistas son egoistas y hedonistas todos ellos, aunque añoren otros sistemas filosóficos.
 
Jacques de Molay rebuznó:
Los temas que trata Houellebecq en todos sus libros básicamente se reducen a:

1-. El temor al paso del tiempo y a la pérdida de la virilidad pero no del deseo - todos los personajes están en la crisis de los 40 y no saben cómo resolverla. Y a una escala cósmica: la angustia vital.

2-. La búsqueda imposible del amor perdurable. Muchos de los personajes de H. está frustrados porque en el fondo son unos sentimentales que siguen creyendo en que el amor es posible, pero la vida y la muerte los van sacando a hostias de su espejismo.

3-. Crítica velada a la sociedad hedonista en la que vivimos: No obstante no sabes hasta qué punto tomártela en serio porque los protagonistas son egoistas y hedonistas todos ellos, aunque añoren otros sistemas filosóficos.


Y aun sabiendolo de antemano, nos leeremos el próximo -si, tu también-
 
cuellopavo rebuznó:
Jacques de Molay rebuznó:
Los temas que trata Houellebecq en todos sus libros básicamente se reducen a:

1-. El temor al paso del tiempo y a la pérdida de la virilidad pero no del deseo - todos los personajes están en la crisis de los 40 y no saben cómo resolverla. Y a una escala cósmica: la angustia vital.

2-. La búsqueda imposible del amor perdurable. Muchos de los personajes de H. está frustrados porque en el fondo son unos sentimentales que siguen creyendo en que el amor es posible, pero la vida y la muerte los van sacando a hostias de su espejismo.

3-. Crítica velada a la sociedad hedonista en la que vivimos: No obstante no sabes hasta qué punto tomártela en serio porque los protagonistas son egoistas y hedonistas todos ellos, aunque añoren otros sistemas filosóficos.


Y aun sabiendolo de antemano, nos leeremos el próximo -si, tu también-


Toma, claro.

No he dicho lo contrario.

:lol: :lol: :lol:

PD: Creo que H. tiene algún tipo de complejo con la posibilidad de que no se le empalme la polla.
 
He terminado el ensayo que Houellebecq dedicó a Lovecraft.
Os lo recomiendo, lo mejor que puede decirse del mismo es que, al terminarlo, te entran unas ganas irreprimibles de releer al de Nueva Inglaterra.
 
¿Qué libro de su bibliografía recomendais para empezar?
He visto un par de parrafos de Partículas Elementales y tienen buena pinta. ¿Hay alguno mejor?

EDITO: Jacques gracias por la recomendación del post de más abajo. Aquí los enlaces por si alguien más quiere leerlos:
ed2k://|file|Houellebecq,%20Michel%20-%20Las%20particulas%20elementales.pdf|1313391|5DD0E701BF4CBCD8E932B08E37F28C77|/
ed2k://|file|Houellebecq,%20Michel%20-%20Ampliacion%20Del%20Campo%20De%20Batalla.pdf|223630|3E7F6F830EAA06754AE16BADFA55DA4B|/
 
A mí los que más me han gustad son precisamente Partículas y Ampliación sobre el campo de batalla.
 
Empiece con el primero, "Ampliación del campo de batalla". Ya trata todos los temas que luego sacará en los otros. "Las partículas elementales" y "La posibilidad de una isla" me parecieron más flojos, quizá porque los leyera más tarde y no porque lo sean.

Si tuviera que escoger, me quedaría con "Plataforma", pero no soy objetivo en la elección: descubrí al autor porque una Valérie me vio como un Michel y me recomendó a Houellebecq.

Hace poco que acaban de estrenar la película de "Las partículas elementales", por cierto.
 
Insisto, leed también el ensayo que escribió sobre Lovecraft. Lo ha editado Siruela.
 
En cuanto pueda, me haré con el ensayo sobre Lovecraft, "Lanzarote", el poemario "Renacimiento" (Acuarela Libros, Madrid, 2001) y una recopilación de sus ensayos titulada "El mundo como supermercado" (Anagrama).

Aproximaciones al desarraigo
Michel Houellebecq

En este ensayo, que forma parte de El mundo como supermercado (Anagrama), Michel Houellebecq hace un análisis implacable del estado actual de las cosas que se vive en este mundo de compraventa. La dispersión de los sentidos, el debilitamiento de la voluntad, la disolución del ser, la trágica mudez del humor que gira en el vacío sin resolver nada... En manos de la publicidad y ante la ineficacia de casi todas las artes para contrarrestar el sentimiento de desarraigo, Houellebecq propone asirse a la literatura, entre otras ventajas porque “se opone con todas sus fuerzas a la noción de actualidad permanente, de presente continuo”, con que este supermercado global nos quiere hacer creer en la necesidad supuestamente irremplazable de lo actual y lo moderno, aunque tales nociones están acabando con lo más humano que los humanos tenemos.

La aparición repentina de la computadora personal, a principios de la década de los ochenta, puede parecer un accidente histórico; no corresponde a ninguna necesidad económica y es inexplicable si se dejan a un lado consideraciones como los avances en la regulación de las corrientes débiles y el grabado fino del silicio. Inesperadamente, empleados y ejecutivos de nivel medio se encontraron en posesión de una poderosa herramienta, de fácil uso, que les permitía recuperar el control –de hecho, si no de derecho– de los principales elementos de su trabajo. Durante varios años se libró una lucha sorda y poco conocida entre las empresas de informática y los usuarios "de base", a veces respaldados por equipos de informáticos apasionados. Lo más sorprendente es que poco a poco, tomando conciencia del costo y de la baja eficacia de la macroinformática, mientras que la producción en serie permitía la aparición de materiales y de programas burocráticos fiables y baratos, las empresas se pasaron al campo de la microinformática.

Para los escritores, el PC fue una liberación inesperada: se perdía la soltura y el encanto del manuscrito, pero por lo menos era posible dedicarse a un trabajo serio sobre un texto. En esos mismos años, diversas estadísticas hicieron creer que la literatura podía recuperar parte de su prestigio anterior; menos por méritos propios, eso sí, que por la autodisolución de actividades rivales. El rock y el cine, sometidos al enorme poder de nivelación de la televisión, perdieron poco a poco su magia. Las antiguas distinciones entre películas, videoclips, noticieros, publicidad, testimonios humanos o reportajes empezaron a desaparecer en provecho de una noción de espectáculo generalizado.

La aparición de la fibra óptica y el acuerdo industrial sobre el protocolo TCP/IP [la arquitectura de red en la que se basa Internet] permitieron, a principios de la década de los noventa, la aparición de redes intra y, más tarde, interempresariales. Convertido en una simple estación de trabajo en el seno de unos sistemas cliente-servidor de mayor fiabilidad, la computadora personal perdió cualquier capacidad de tratamiento autónomo. De hecho, se produjo una normalización de los procedimientos dentro de unos sistemas de tratamiento de la información más móviles, más transversales, más eficaces.

Omnipresentes en las empresas, los PCs habían fracasado en el mercado doméstico por motivos que más tarde se analizarían claramente (precio elevado, carencia de utilidad real, dificultad de utilización si el usuario está acostado). A fines de la década de los noventa aparecieron las primeras terminales pasivas de acceso a Internet; desprovistas, en sí mismas, tanto de inteligencia como de memoria, y por lo tanto con un costo de producción unitaria muy bajo, estaban concebidas para permitir el acceso a las gigantescas bases de datos constituidas por la industria norteamericana del entretenimiento. Provistas de un dispositivo de telepago por fin seguro (al menos oficialmente), estéticas y ligeras, se impusieron con rapidez, sustituyendo a la vez al teléfono móvil, al minitel y al control remoto de los televisores clásicos.

Inesperadamente, el libro se convirtió en un vivo foco de resistencia. Hubo tentativas de almacenamiento de obras en servidores de Internet; el éxito sigue siendo confidencial y limitado a las enciclopedias y las obras de referencia. Al cabo de unos años, la industria tuvo que reconocer que el objeto libro, más práctico, atractivo y manejable, conservaba el favor del público. Ahora bien, cada libro, una vez comprado, se convertía en un temible instrumento de desconexión. En la química íntima del cerebro, la literatura había sido capaz, en el pasado, de ganarle a menudo la carrera al universo real; no tenía nada que temer de los universos virtuales. Así empezó un periodo paradójico, que todavía dura, en el que la globalización del entretenimiento y de los intercambios –en los que el lenguaje articulado ocupa un reducido espacio– va a la par de un resurgimiento de las lenguas vernáculas y de las culturas locales.
La aparición del hastío

A nivel político, la oposición al liberalismo económico globalista comenzó mucho antes; su acta de fundación fue la campaña a favor del No en el referéndum de Maastricht que se llevó a cabo en Francia en 1992. Esta campaña no se apoyaba tanto en la referencia a una identidad nacional o a un patriotismo republicano –ambos desaparecidos en las carnicerías de Verdún, en 1916 y 1917– como en un auténtico hastío general, un sentimiento de rechazo puro y simple. Como todos los historicismos que lo precedieron, el liberalismo intentaba intimidar presentándose como un devenir histórico inexorable. Como todos los historicismos que lo precedieron, el liberalismo se presentaba como asunción y superación del sentimiento ético simple en nombre de una visión a largo plazo del devenir histórico de la humanidad. Como todos los historicismos que lo precedieron, el liberalismo prometía por el momento esfuerzos y sufrimiento, relegando a una o dos generaciones de distancia el advenimiento del bien general. Un modo semejante de razonamiento ya había ocasionado suficientes estragos a lo largo de todo el siglo xx.

Desafortunadamente, la perversión de la idea de progreso que llevan a cabo con regularidad los historicismos iba a favorecer la aparición de pensamientos burlescos, típicos de las épocas de desarraigo. Inspirados a menudo en Heráclito o en Nietzsche, bien adaptados a los ingresos medios y altos, con una estética a veces divertida, parecían encontrar confirmación en la proliferación, entre las capas menos favorecidas de la población, de reflejos de identidad múltiples, imprevisibles y violentos. Ciertas avanzadas en la teoría matemática de las turbulencias indujeron a representar la historia humana, cada vez con más frecuencia, en forma de sistema caótico, en el que los futurólogos y los pensadores mediáticos se las ingeniaban para descubrir uno o varios atractores extraños. A pesar de no tener una base metodológica, esta analogía ganó terreno entre las clases cultas o semicultas, impidiendo durante mucho tiempo la constitución de una nueva ontología.
El mundo como supermercado y como burla
Arthur Schopenhauer no creía en la Historia. Murió convencido de que la revelación que había hecho sobre el mundo, que por una parte existía como voluntad (como deseo, como impulso vital), y por otra era percibido como representación (neutro, inocente y puramente objetivo en sí, y por lo tanto susceptible de reconstrucción estética), sobreviviría generación tras generación. Ahora podemos decir que, al menos en parte, se equivocaba. Podemos seguir reconociendo en la trama de nuestras vidas los conceptos que puso en juego; pero han sufrido tales transformaciones que cabe preguntarse qué validez les queda.

La palabra "voluntad" parece indicar una tensión de larga duración, un esfuerzo continuo, consciente o no, pero coherente, hacia una meta. Cierto que los pájaros siguen construyendo nidos, que los ciervos siguen luchando por la posesión de las hembras; y en sentido schopenhaueriano podemos decir que, desde el penoso día de su aparición sobre la Tierra, el que lucha es el mismo ciervo y la que excava es la misma larva. Pero con los hombres ocurre todo lo contrario. La lógica del supermercado induce forzosamente a la dispersión de los sentidos; el hombre de supermercado no puede ser, orgánicamente, un hombre de voluntad única, de un solo deseo. De ahí viene cierta depresión del querer en el hombre contemporáneo; no es que los individuos deseen menos; al contrario, desean cada vez más; pero sus deseos se han teñido de algo un tanto llamativo y chillón; sin ser puros simulacros, son en gran parte un producto de decisiones externas que podemos llamar, en sentido amplio, publicitarias. No hay nada en esos deseos que evoque la fuerza orgánica y total, tercamente empeñada en su cumplimiento, que sugiere la palabra "voluntad". De ahí se deriva cierta falta de personalidad, perceptible en todos los seres humanos.

Profundamente infectada por el sentido, la representación ha perdido por completo la inocencia. Podemos llamar inocente a una representación que se ofrece simplemente como tal, que sólo pretende ser la imagen de un mundo exterior (real o imaginario, pero exterior); en otras palabras, que no incluye su propio comentario crítico. La introducción masiva en las representaciones de referencias, de burla, de doble sentido, de humor, ha minado rápidamente la actividad artística y filosófica, transformándola en retórica generalizada. Todo arte, como toda ciencia, es un medio de comunicación entre los hombres. Es evidente que la eficacia y la intensidad de la comunicación disminuyen y tienden a anularse desde el momento en que se instala una duda sobre la veracidad de lo que se dice, sobre la sinceridad de lo que se expresa (¿hay quien pueda imaginar, por ejemplo, una ciencia con doble sentido?). La propensión al desmoronamiento que muestra la creatividad en las artes no es sino otra cara de la imposibilidad, tan contemporánea, de la conversación. Es como si, en la conversación corriente, la expresión directa de un sentimiento, de una emoción o de una idea se hubiera vuelto imposible, por ser demasiado vulgar. Todo tiene que pasar por el filtro deformante del humor, un humor que termina girando en el vacío y convirtiéndose en trágica mudez. Esta es, a la vez, la historia de la famosa "incomunicabilidad" (hay que subrayar que la explotación repetida de este tema no ha impedido que la incomunicabilidad se extienda en la práctica, y que esté más de moda que nunca, aunque nos hayamos cansado un poco de hablar de ella) y la trágica historia de la pintura del siglo xx. La trayectoria de la pintura ha llegado a representar, más por una semejanza de ambiente que por una relación directa, la trayectoria de la comunicación humana en la época contemporánea. En ambos casos nos adentramos en una atmósfera malsana, trucada, profundamente insignificante; y trágica al final de su insignificancia. Por eso el transeúnte normal que entra en una galería de arte no puede quedarse mucho tiempo si quiere conservar su actitud de irónico desapego. Al cabo de unos minutos, y a su pesar, se apoderaría de él cierta sensación de desarraigo; al menos un entumecimiento, un malestar; una inquietante disminución de su función humorística.

(Lo trágico interviene exactamente en el momento en que lo irrisorio ya no consigue parecer divertido; es una especie de inversión psicológica brutal que traduce la aparición de un deseo irreductible de eternidad del individuo. La publicidad sólo puede evitar este fenómeno, opuesto a su objetivo, renovando de forma incesante sus simulacros; pero la pintura conserva la vocación de crear objetos permanentes, dotados de carácter propio; esta nostalgia de ser le otorga su halo doloroso y la convierte, de grado o por fuerza, en un fiel reflejo de la situación espiritual del hombre occidental.)

Hay que señalar, en contraste, la relativa buena salud de la literatura durante el mismo periodo. Es muy fácil de explicar. La literatura es un arte profundamente conceptual; en realidad, es el único. Las palabras son conceptos; los tópicos son conceptos. Nada puede afirmarse, negarse, relativizarse, de nada se puede uno burlar sin ayuda de los conceptos y las palabras. De ahí la sorprendente robustez de la actividad literaria, que puede negarse, autodestruirse o decretarse imposible sin dejar de ser ella misma. Que resiste a todos los abismos, a todas las desconstrucciones, a todas las acumulaciones de grados, por sutiles que sean; que simplemente se levanta, se sacude y vuelve a estar vivita y coleando, como un perro que sale de un estanque.

Al contrario que la música, que la pintura, incluso que el cine, la literatura puede absorber y digerir cantidades ilimitadas de burla y de humor. Los peligros que actualmente la amenazan no tienen nada que ver con los que han amenazado y a veces destruido a las demás artes; están mucho más relacionados con la aceleración de las percepciones y de las sensaciones que caracteriza a la lógica del hipermercado. Porque un libro sólo puede apreciarse despacio; implica una reflexión (no en el sentido de esfuerzo intelectual, sino sobre todo en el de vuelta atrás); no hay lectura sin pausa, sin movimiento inverso, sin relectura. Algo imposible e incluso absurdo en un mundo donde todo evoluciona, todo fluctúa; donde nada tiene validez permanente: ni las reglas, ni las cosas, ni los seres. La literatura se opone con todas sus fuerzas (que eran grandes) a la noción de actualidad permanente, de presente continuo. Los libros piden lectores; pero estos lectores deben tener una existencia individual y estable: no pueden ser meros consumidores, meros fantasmas; deben ser también, de alguna manera, sujetos.

Minados por la obsesión cobarde de lo politically correct, pasmados por una marea de pseudoinformación que les proporciona la ilusión de una modificación permanente de las categorías de la existencia (ya no se puede pensar lo que se pensaba hace diez, cien o mil años), los occidentales contemporáneos ya no consiguen ser lectores; ya no logran satisfacer la humilde petición de un libro abierto: que sean simplemente seres humanos, que piensen y sientan por sí mismos.

Con mayor motivo, no pueden desempeñar ese papel frente a otro ser. No obstante, tendrían que hacerlo: porque esta disolución del ser es trágica; y cada cual, movido por una dolorosa nostalgia, continúa pidiéndole al otro lo que él ya no puede ser; cada cual sigue buscando, como un fantasma ciego, ese peso del ser que ya no encuentra en sí mismo. Esa resistencia, esa permanencia; esa profundidad. Todo el mundo fracasa, por supuesto, y la soledad es espantosa.

En Occidente, la muerte de Dios fue el preludio de un increíble folletín metafísico, que continúa en nuestros días. Cualquier historiador de las mentalidades sería capaz de reconstruir en detalle sus etapas; para resumir, digamos que el cristianismo consiguió dar ese golpe maestro de combinar la fe violenta en el individuo –en comparación con las epístolas de San Pablo, la cultura antigua en conjunto nos parece ahora extrañamente civilizada y triste– con la promesa de la participación eterna en el Ser absoluto. Una vez desvanecido este sueño, hubo diversas tentativas para prometerle al individuo un mínimo de ser; para conciliar el sueño de ser que llevaba en su interior con la omnipresencia obsesiva del devenir. Todas estas tentativas han fracasado hasta el momento, y la desdicha ha seguido extendiéndose.

La publicidad es la última tentativa hasta la fecha. Aunque su objetivo es suscitar, provocar, ser el deseo, sus métodos son, en el fondo, bastante semejantes a los que caracterizaban a la antigua moral. La publicidad instaura un superyó duro y terrorífico, mucho más implacable que cualquier otro imperativo antes inventado, que se pega a la piel del individuo y le repite sin parar: "Tienes que desear. Tienes que ser deseable. Tienes que participar en la competición, en la lucha, en la vida del mundo. Si te detienes, dejas de existir. Si te quedas atrás, estás muerto." Al negar cualquier noción de eternidad, al definirse a sí misma como proceso de renovación permanente, la publicidad intenta hacer que el sujeto se volatilice, se transforme en fantasma obediente del devenir. Y se supone que esta participación epidérmica, superficial, en la vida del mundo, tiene que ocupar el lugar del deseo de ser.

La publicidad fracasa, las depresiones se multiplican, el desarraigo se acentúa; sin embargo, la publicidad sigue construyendo las infraestructuras de recepción de sus mensajes. Sigue perfeccionando medios de desplazamiento par seres que no tienen ningún sitio adonde ir porque no están cómodos en ninguna parte; sigue desarrollando medios de comunicación para seres que ya no tienen nada que decir; sigue facilitando las posibilidades de interacción entre seres que ya no tienen ganas de entablar relación con nadie.


Michel Houellebecq
(Traducción: Encarna Castejón)
Publicado el 30 de junio de 2002 en el suplemento "La Jornada Semanal" del periódico mexicano La Jornada
 
Lanzarote es una obrita claramente menor que se puede leer en una hora a lo sumo.

Me gustaría agenciarme el poemario y la recopilación de ensayos.
 
Lanzarote es una obra menor que no deja de ser el borrador de Plataforma.
 
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