A los vídeos que han circulado por whatsapp, a las denuncias del
alcalde de Granada, Luis Salvador; a los propios informes de los sindicatos policiales se une ahora el testimonio de una azafata de una aerolínea de bajo coste que este 12 de diciembre de 2020 cuenta al diario El Mundo como ella fue testigo directo de uno de esos traslados desde las
Islas Afortunadas hasta una ciudad andaluza.
Concretamente fue en un vuelo entre
Gran Canaria y Málaga en la segunda quincena de noviembre de 2020 en el que iban alrededor de 80 ciudadanos de
Argelia y de
Marruecos sin ningún tipo de escolta.
La propia tripulante, a la que el diario da el nombre ficticio de Lucía, asegura que tanto sus compañeros como ella se quedaron sorprendidos por la gran cantidad de extranjeros y que, viendo ahora que se ha desatado la llegada de inmigrantes a otros lugares de la
España penínsular cree que debe contar su experiencia para que se conozca la verdad de los hechos.
Asegura la azafata que aquellos inmigrantes que iban en el avión no tenían, precisamente, pinta de estar pasando por apuros ni que fueran vulnerables:
No eran vulnerables para nada, tenían menos de 30 años, eran jóvenes, no había niños ni mujeres.
Esto, obviamente, no concuerda con las afirmaciones del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, quien hasta la fecha se ha aferrado al argumento de que sí se han hecho traslados puntuales y siempre de aquellas personas en situación de riesgo.
Desde luego, ateniéndonos al testimonio de Lucía, está claro que en el
Ministerio del Interior tienen un concepto demasiado laxo del término vulnerabilidad.
Relata la tripulante de la compañía ‘low cost’ que todos esos inmigrantes llevaban consigo la tarjeta de embarque:
Tenían su tarjeta de embarque, lo que quiere decir que estaban documentados y no tenían ningún tipo de escolta, ni al despegar de Gran Canaria ni al aterrizar en Málaga, se movían libremente y eso, en plena pandemia y con la movilidad limitada, da qué pensar. Se supone que esos viajes tienen que estar justificados y no creo que ninguno de ellos tenga residencia o familia en Málaga.
También tiene claro Lucía que se trataba de personas que jamás habían subido en su vida a un avión:
Alguno no se había abrochado ni el cinturón, se notaba muchísimo, no eran turistas. La situación era muy irregular.
También hubo un detalle que no se le pasó por alto:
La mayoría llevaba teléfono móvil, un Samsung y dinero en efectivo, billetes de 20 y 50 euros.
La trabajadora de esa compañía aérea de bajo coste no alberga la menor duda de que en ese grupo de 80 inmigrantes nada fue dejado a la improvisación:
Fue algo organizado. Venían enseñados sobre cómo debían comportarse.