Rector Wilson
Asiduo
- Registro
- 24 Dic 2008
- Mensajes
- 813
- Reacciones
- 17
Esta mañana he ido a hacer unos papeleos al banco. Hacía eones que no salía por la mañana a hacer recados por mi barrio. En mi larga travesía por la realidad tangible he visto a varios conocidos.
Lo que más me ha marcado ha sido ver a mi ex-peluquero en la cola del banco. Un señor al que hará 4 años que no visito pero que hoy al verme no sólo me ha reconocido sino que además se ha acercado y me ha saludado por mi nombre. Este siempre ha sido un tío muy extrovertido, juvenil y vividor, al que rara vez le faltaba tema de conversación; pero que siempre se ha permitido licencias creativas con mi pelo. Es un tío que me cae muy bien y por ello me he sentido mal por serle infiel con mi actual peluquero: hijo y nieto de peluqueros, de maneras más formales, pudiéndose considerar casi casi un barbero tradicional.
Jim Hutton, peluquero de los Queen y compañero sentimental de Freddie Mercury.
Comprenderéis que esto va más allá de las pollas. Se trata de lealtad entre hombres. Se trata de la relación cliente-servidor. Se trata del honorable vínculo que surge entre dos seres humanos que canjean dinero por bienes o servicios. Ese punto de partida que cimienta un intercambio de comentarios afectuosos mientras un hombre le acicala la cabeza a otro.
Esta unión, tan espontánea como frágil, desaparece en cuanto aprietan los intereses económicos. En sus cenizas queda una dudosa relación con una persona a la que, de no haber habido dinero de por medio, no se habría fraguado. Apartada queda, pero presente, una implicación emocional entre dos personas, en este caso más incómoda que positiva.
Ambos hemos coincidido en que quedan ya pocos establecimientos donde el verdadero trato humano forme parte del servicio: el peluquero, el barman, el quiosquero y alguno más.
¿Debe desaparecer esta calidez humana en pos de relaciones sociales óptimas, frías y directas?
Lo que más me ha marcado ha sido ver a mi ex-peluquero en la cola del banco. Un señor al que hará 4 años que no visito pero que hoy al verme no sólo me ha reconocido sino que además se ha acercado y me ha saludado por mi nombre. Este siempre ha sido un tío muy extrovertido, juvenil y vividor, al que rara vez le faltaba tema de conversación; pero que siempre se ha permitido licencias creativas con mi pelo. Es un tío que me cae muy bien y por ello me he sentido mal por serle infiel con mi actual peluquero: hijo y nieto de peluqueros, de maneras más formales, pudiéndose considerar casi casi un barbero tradicional.
Jim Hutton, peluquero de los Queen y compañero sentimental de Freddie Mercury.
Comprenderéis que esto va más allá de las pollas. Se trata de lealtad entre hombres. Se trata de la relación cliente-servidor. Se trata del honorable vínculo que surge entre dos seres humanos que canjean dinero por bienes o servicios. Ese punto de partida que cimienta un intercambio de comentarios afectuosos mientras un hombre le acicala la cabeza a otro.
Esta unión, tan espontánea como frágil, desaparece en cuanto aprietan los intereses económicos. En sus cenizas queda una dudosa relación con una persona a la que, de no haber habido dinero de por medio, no se habría fraguado. Apartada queda, pero presente, una implicación emocional entre dos personas, en este caso más incómoda que positiva.
Ambos hemos coincidido en que quedan ya pocos establecimientos donde el verdadero trato humano forme parte del servicio: el peluquero, el barman, el quiosquero y alguno más.
¿Debe desaparecer esta calidez humana en pos de relaciones sociales óptimas, frías y directas?
