No, si al cuello se me tiraba, eso sí. Pero a la polla, no. Esa era la típica que va de moderna y liberada y blao pero que en el fondo lo que quería era que la sacaras a pasear, que la sacaras a cenar, que la sacaras al cine, que la llevaras al sitio chupi de moda o al otro, y siempre con la promesa del polvo cercano, de que el próximo día, y así todo el rato. Que mucho ir de moderna y de leches pero en el fondo esta lo que quería era un noviazgo de los de antes de la guerra, y para conseguirlo jugaba a lo de la zanahoria y el burro. Pues tres días quedé y no más, que yo se lo dejé muy clarito desde el principio que aquí a hacer amigos o a echarme novia no venía; dijo que sí, que sin problema y luego era mentira. Y lo que más me flipó no fue que a estas alturas de la siega me viniera con esta tontería, lo que más me flipó es que la muy idiota utilizó una excusa de de primero de ligue, de 2º de bachillerato, de tener 16 años: que si tengo la regla eterna que nunca acaba. Pero hija puta, que tengo casi cuarenta años y tú treinta, que esto quizá hubiera colado en 1994, en 2014 no cuela. Es que te juro que cada vez que pienso en la excusa que me ponía me da la risa floja. Joder, es que venir a estas alturas con lo de la regla de dos semanas de duración... venga, coño... ¡como si a mi me importara una mierda sacar la polla llena sangre, además!