Victor I
Freak
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Norman Valdés rebuznó:Aunque es una generalización y no se trate de categorías estanco, sino de un continuo gradual:
Menos de 20. Diosas. Están hechas de eternidad y así las recordaremos siempre. Son habitantes de los verdaderos paraísos perdidos. Cuando, viejunos moribundos, agonicemos con un bombona de oxígeno en un hospital cualquiera, querremos cerrar el círculo mojando nuestros dedos entre sus piernas como si fuera el óleo de la extrema unción.
Veinteañeras. Las más recomendables. Mucho más fáciles de conseguir que las anteriores, no sólo sus cuerpos son más atractivos a nuestros sentidos que las posteriores, sino también su espíritu. Por mucho que sepan, el tiempo, que es la forma que posibilita la variación, todavía no ha actuado en ellas a través de lo repetido innumerables veces. No es lo que sabes, sino cómo y cuándo lo sabes. Además, todavía no han sucumbido a la doma social y a poco que mantengan un poco de rebeldía ante lo que creen ver lejano, suelen ser un verdadero bálsamo para rejuvenecimientos nocturnos de urgencia.
Treintañeras. Las peores. Dominadas por el principio de realidad biológico y social. Puesto que en nuestro país la adolescencia (término social y no biológico) se ha extendido desmesuradamente, la desesperación ante el arroz pasado de la maternidad o la consecución de una posición social sólida y cómoda que no termina de llegar las convierte en las peores prostitutas. Mercadean con su vida y la de los demás hasta convertirlas en un verdadero infierno. Como, además, todavía no se ha producido el triunfo del tiempo y del desengaño, aparece aún en circulación un rosario de amargadas y destinadas a la vestimenta de santos que no han comprendido la dignidad de su destino y se arriesgan a envenenar los próximos años de su vida y los de quien tenga la mala suerte de cruzarse con ellas.
Cuarentonas. Realistas, juegan con su tiempo como los banqueros, sabiendo dónde invertir para obtener el mejor rendimiento con el menor riesgo. A esas alturas las urgencias biológicas pasaron y las sociales están ya satisfechas (o no habrían llegado hasta ahí). La vida sin estúpidos aditivos. Normalmente son unas compañeras de cama realmente empáticas, pero el final del polvo no deja de ser un tanto melancólico.
En resumen, como lo óptimo es enemigo de lo mejor, ponga una veinteañera en su cama. Pero no se olvide de cambiarla frecuentemente, como las sábanas.
No hay nada más que decir. Simplemente perfecto....No hay belleza comparable a la de un cuerpo adolescente ni placer mayor que un romance con una veinteañera con ganas de disfrutra de la vida. Antes de los 20 somos demasiado tontos, despues de los 30, ya sabemos demasiado.