"Quien tiene hijas emparenta con el diablo".
Este sabio adagio ha sido transmitido, desde la noche de los tiempos, de vieja en vieja, hasta llegar a nosotros, pecadores, enseñándonos bien una sapiencia ancestral que dice que eso de tener hijas..meh, es un problemón como la copa de un pino.
Así lo corrobora la propia naturaleza, y si el macho echa los calostros aguados, o si la yegua es añosa o gorda, pues tiene más posibilidades de engendrar hembra, pues el proceso para fabricar macho es más costoso y dañino para la madre.
Otra gran muestra de sabiduría milenaria la practicaban los chinos o los indios, que tenían la sana costumbre de tirar a la criatura a la pila del estiércol en cuanto se daban cuenta que el rorro era niña, y es que tontos no eran.
Quien tiene hijas emparenta con el diablo, y es que yo me pongo por un momento en la piel del padre de las Dakillas, que el pobre es un santo, una víctima del terrorismo, y empiezo a notar un ahogo, una dificultad para respirar, una opresión en el pecho y unos sudores fríos que siento literalmente ese peso que me acogota la cerviz y me quita la vida mientras boqueo como un pescao fuera del agua luchando en vano por su bida, una que casó con un harjentino sin oficio ni beneficio, todo el día por los mundos de Dios, divorciándose luego, que menudo disgusto, y la otra amancebada con un ruso de mal vivir, en un ir y venir interminable, destruyendo despiadadamente un matrimonio con dos adorables niñitas en su haber.
Vosotros los achacaréis todo a la emisión de series como "Sin tetas no hay paraíso",(Cachondo) pero no, qué va, esto del follamenismo viene de más lejos, la mujer lo lleva grabado en su código genético a fuego, que ya dio lugar a la extinción casi completa del cromosoma Y de los pobladores horijinales de la península ibérica, luego Leger os pasa los papers.
El hombre es aquel que controla los bienes productivos (tierras) y reproductivos (vaginas y sus adyacentes) de su medio, y cuando esto se pierde, se pierde su mundo y su civilización.
Padres, los que tenéis hijas...
Troy Maclur, aplícate el cuento.
Ensaladas, tú también.