El viejo de la montaña es el típico que tiene cultura televisiva, fijaos con que solvencia opina sobre este o aquel programa. En su simplicidad reside su genialidad. Vigilante de seguridad con turnos rotativos, arrejuntado con la Charo, la hija de la peluquera del pueblo de al lado, con un citroen xsara gris de 15 años pero que no da muchos problemas y de momento no cambia. Sus aficiones son ver la tele, ayudar en la huerta a su padre y traerse unos tomates frescos pal gazpacho, e ir a los centros comerciales a pasear, nada de rascarse el bolsillo que las noches en vela en el almacén son muy largas y tampoco están tan bien pagadas. Como mucho comprarse algún polo de colores vivos, sin marca, liso. O unas zapatillas de lona de no más de 12 euros, y siempre y cuando estén en rebajas para tener esa sensación de haberse ahorrado algo en la compra. Cuando va al Carrefur los sábados por la tarde empujando el carro mientras la otra echas cosas para que haya abundancia en la nevera y a ver si así sale en celo, él también opina sobre el precio de esto o aquello, sobre si tiene sal o no el producto. En navidad no es feliz porque hay muchos gastos superfluos, en vacaciones no se va muy lejos, y porque insiste mucho Charito y sus cuñadas de que salgan y desconecten. De momento no les llegan con el sueldo suyo y la medio jornada de ella para tener un hijo, con la hipoteca del piso tienen ya bastante agobio. No es ingenioso, no es la alegría de la huerta, algo calvete, no tiene gran vocabulario ni es un grandísimo conversador; es simplemente uno más del monto, y vuelvo a repetir, ahí reside su grandeza.
Muerto por dentro
Freak
Frikazo
