Vayamos por partes:
-Lo del champú en el ojete es una nimiedad. Lo que mola es afeitarse los cojones a cuchilla y echarse después after-shave.ESO es frescor. Sentir como tus huevos aspiran como si acabaran de comerse un quintal de caramelos de eucalipto no tiene precio. Puede resultar molesto, pero joder, se te pone la carne de gallina.
-Lo de aguantarse las ganas de cagar para giñar más luego es contraproducente. No vas a conseguir cagar más, lo único que vas a conseguir es que la mierda se te retenga en el intestino, se seque y haga formas raras. Para echar un buen y saludable truño lo mejor es pegarse una buena comilona. Si puede ser, a base de hamburguesas.
-Toneti, te jactas de cagar en cualquier sitio, pero te diré: He cagado en sitios que vosotros no creeríais, he colapsado el bar más punki de Arnedo mientras las cucarachas trepaban a mi alrededor, he defecado en el Kalea de Salou, que tiene taza, pero no es realmente un baño, sino un almacén, y me he limpiado el ojete con las etiquetas de las botellas que allí había, he soltado el mojón encaramado a la copa de un árbol, a cinco metros de altura. Todos estos momentos se perderán como heces en... bah.
-Ya que habéis nombrado el tema de follarse gallinas y tal, aprovecho para describir el método tradicional de follar cabras (juraría que me lo contaron hace poco, aunque puede que lo leyera aquí, en cuyo caso pido perdón por repetirme): hay que comprarse unas botas altas que te estén un poco grandes. Te las pones, y el espacio sobrante es para encajar las patas traseras de la cabra. Así lo tiene más jodido para escaparse y puedes maniobrar a placer.
-Lo de tirarse una sarta de pedos también es un placer, ya lo creo. Pero es un placer que me fue vetado hace tiempo. No sé si es debido a mi colon irritable o qué, pero el caso es que mi intestino genera unas pseudomierdas de la textura de la gelatina. Cada vez que voy a pederme he de llevar cuidado, pues es probable que venga con pegatina, así que se acabó para mí el rajarse impunemente. Esto no tiene que ver con los Secretos y Placeres de los que habla el hilo, pero es algo que me pasó este mes pasado y me parece lo suficiente escatológico como para compartirlo. No sé muy bien donde meterlo, así que aquí lo dejo. El ANECDOTÓN:
Hallábame yo dando un idílico paseo en bicicleta por mi pueblo, allá en la meseta castellana. Alrededor se oían los disparos de cazadores, y frente a mi se alzaba una gran iglesia abandonada. Dejé la bici en la cuneta y me acerqué a inspeccionar. A lo que estaba entrando, me tiré un pedo que burbujeó y todo el hijoputa. Ahí ya vino el facepalm, y volví a la bici para limpiarme. Qué cosas, que sólo me quedaba un puto clinex, pero bueno, me puse ahí tras un matojo y le di una pasada.
Había mierda para parar un tren allí, así que más me valía limpiarme mejor. Doblé el pañuelo por la mitad, pero ahí tras el matojo se me veía desde la carretera, así que volví a la intimidad de la iglesia para terminar de limpiarme el ohio sin que me vieran los coches. Total, que tanto trajín por allí, y el hecho de entrar a la iglesia con el pañuelo directamente en la mano, debió mosquear al cazador que había cerca, que vino detrás mío y ahí que me pilló, con el pantalón por las rodillas y poniendo el culo un poco en pompa, para que se separasen los mofletes y pudiera limpiarme mejor.
-¿No irás a cagar en la iglesia? -pregunta el subnormal. Me giro y le veo a dos metros, con la escopeta en ristre, tres perdices o codornices colgadas del cinto y el perrillo por ahí olisqueando.
Yo me tapo las vergüenzas con una mano mientras con la otra sujeto el pañuelo, lleno de mierda. Durante un momento pensé en explicarle todo detalladamente, pero la situación no me parecía propensa a entablar una conversación muy larga, así que simplemente le dije:
-No estoy cagando, me estoy limpiando el ojete, que lo llevo sucio.
Mientras, me puse a abrir y cerrar la mano del pañuelo, como si fuera un muñeco. El tío me lanzó una mirada muy rara, pero se piró.
Por supuesto, el pañuelo fue insuficiente para limpiar el estropicio, y tuve que volver a casa con el culo sucio.
Me esperaba lo peor, después de haberme clavado unos cuantos kilómetros con el culo apoyado en el sillín, pero la verdad es que en el calzoncillo sólo se resintió un pequeño hilillo correspondiente al pliegue que se me metió por el culo al pedalear. El resto estaba limpio.
Fin.