Cuando alguien ha puesto demasiadas esperanzas en algo termina ocurriendo esto, que una estafa, un deambular sin sentido por alargar los ingresos por publicidad, termina convertido en una especie de secta que cree que la verdad de la Humanidad y su destino va a ser desvelada en el último capítulo. Yo me bajé de la nave espacial cuando la isla se sacó el abono transportes y se puso a a viajar por el tiempo como Michael J Fox en su deportivo gris. Se me calló la venda de los ojos, comprendí y perdoné. Al fin y al cabo todo el mundo tiene derecho a creerse un iluminado y sentir el aliento divino escalofriando su garganta.
Podía haber sido una de las mejores series de la historia y se ha quedado en una obstinación contra el desencanto, en una recua de alienados abonados al "negacionismo", dispuestos a perseverar a toda costa en sus creencias. Hubo un momento en el que yo también creía que Perdidos tenía algo especial, que llegaría hasta el tuétano de la esencia vital y lo compartiría con la Humanidad para crear un orden nuevo. Al final es el vieja estrategia de tapar un problema con otro aún mayor y de responder a las preguntas con otras preguntas. Lo sublime ha dado paso a la serie Z.
Podía haberse terminado hace dos temporadas con un rescate redentor, con el velero de Desmond fundiéndose en el horizonte en brazos de su amada, mientras el resto de los protagonistas, con las emociones restañadas y la lección aprendida regresaban a la civilización con el alma en paz y el corazón alegre. Al final será un asunto de reptilianos, masones y testigos de Jeová conspirando para matar al presidente de los Estados Unidos. Kate salvará al planeta a mamada limpia y Jake se casará con ella y compartirán los grumos y la gloria de su hazaña. Ternura oceánica.