Por desgracia no. Mi fase anal no llevaba de serie un gran angular escrotal.
Pero esa terraza de Benidorm, la caterva de hooligans ingleses too old para ostiarse alegremente, sus mujeres, la bendita camarera del terme, el mimo de enfrente y mis hamijos de Visa pintona y pintoresca nunca holvidarán aquél hedor nauseabundo y colonizador, ese rictus jackasstérrimo, aquél detritus al borde del fin del mundo, aquella diarrea como si no existiera el mañana, esa impúdica pero sincera exhibición de escatología frente al mundo de los retirados bienpensantes, las trabajadoras temporales y los guardianes de la nada.
Y luego todo fue a mejor y tendió a infinito.
Hay noches en las que todo sale a pedir de culo (Heterosexual y Joshwinkianamente hablando).