Y Julito Salinas.
Julio es… hay que conocerlo. Es distinto. Era un escándalo por los goles que metía y por los que fallaba. Metía lo más complicado y difícil y fallaba lo más fácil. Pero metía goles fuera donde fuera. Los metió en Bilbao, en el Atlético, en Barcelona, con nosotros, luego en el Sporting, en Japón, en Vitoria…. Le he visto marcar goles espectaculares, con la espinilla, que si pega en un defensa, sube por encima del portero y es gol, pero coño, es gol y gol, y gol y ponte a sumar. También jugaba muy bien de espaldas. Igual es que entró en el Dream Team y su juego no era muy vistoso para los compañeros que tenía. Con nosotros no era titular, pero siempre que salía raro era que no la enchufara. Y como persona es para conocerlo. Es una puta calculadora. Lleva la cabeza llena de números, pero a todas partes. Llegaba a un campo y empezaba: «siete por ocho cincuenta y tantos, tal, aquí caben unas treinta y dos mil cincuenta y dos personas». Y lo clavaba (risas). Luego también era coqueto. Recuerdo, yo que por aquel entonces tenía pelo, no me echaba ni cremas ni nada. Y él llegó el primer día al vestuario y se echó una cremita en los dedos y empezó a frotarse despacito los pómulos delante del espejo. Le dije: «menuda mariconada, Julio». Y él: «Yo ya tengo una edad, Paco, me tengo que cuidar que me van saliendo arrugas» (risas). Y, bueno, también, no me he reído más en mi vida, le vi sacar un peine eléctrico que te lo acercabas a la cabeza y daba una estimulación electromagnética, vamos, que salían rayos del peine. Tenías que verlo con el peine echándole rayos en la cabeza. Pero oye, ahora mira, yo estoy calvo y él no (risas). Siempre iba impoluto.