Donde más me han dado la brasa a mí fue en Praga la primera vez que estuve. Éramos un grupo de 9 con buen saque y bebiendo sin parar, por lo que los camareros se frotaban las manos. En un par de sitios turísticos tuvimos movida porque la camarera (todas las quejas fueron por parte de mujeres) no se resignaba a recibir menos de lo que había fantaseado al vernos entrar.
Al final hubo uno del grupo que puso la propina de su bolsillo, porque era camarero en activo y no le parecía dinero, pero el resto, con mejor poder adquisitivo, se negaba en redondo, porque conocían ya el país y sabían que eso sólo pasaba en los sitios con más afluencia de turistas despistados.
Yo pienso que todos tenían razón, en uno de los locales donde nos hicieron la encerrona, la camarera no fue nada del otro mundo, no hablaba ni inglés estando casi en el puto castillo de Praga y era más seca que su sucia vagina ex-soviética. Pero lo cierto es que comimos muy bien y por un precio ajustado en comparación con locales aledaños. Y aunque te toque mucho los cojones que te exijan una cantidad que no estaba estipulada en ningún sitio al entrar (me la suda que ponga "service is not included", eso no es un precio, es sólo una amenaza), en ciertos países no te supone tanto esfuerzo y es comprensible que cuando el sueldo se basa en el mínimo interprofesional y propinas, un día sin comensales generosos es un día que se nota mucho a final de mes.
Cuando volví a visitar Praga, iba con esa canción muy aprendida, al ver la carta le sumaba a todo un 20% por si acaso y si no me interesaba, no pedía. El caso es que me quedé en todos los sitios que me senté, dejé la propina que estimé justa y no tuve ni una mala cara. Supongo que la vez anterior se esperaban algo mucho más cuantioso por ser un grupo muy grande.
Del otro lado de la barra, yo fui camarero en el típico chiringo a pie de paseo marítimo levantino. Los dueños trabajaban ahí, el jefe de cocina y la jefa de sala. Él era un currante y además bastante honrado, fui el único entre mis amigos que tuvo un trabajo estacional con seguridad social y toda la pesca, además de tener jornadas razonables, no las 16 horas que echaban otros. La jefa era una rancia que no le sonreía ni a sus hijos. Las propinas se repartían entre todo el personal a partes iguales (incluyendo a jefes). Todos teníamos jornadas similares y en horas puntas coincidíamos. Nadie se comía días particularmente duros porque tuvimos 3 días libres en julio, cada uno, y ya.
Pero a mí me tocaba las pelotas la actitud de las cocineras, que tomaron por costumbre meter la mano en el bote "para tabaco", cuando les veía alguien dejaban una nota con su nombre y la cantidad sustraída para que se les descontase, pero también les vi hacer la 13-14 alguna vez. Así que, después de 5 repartos de bote cada vez más miserables, decidí empezar a quedarme mis propinas y a tomar por culo, entre los jefes chupando del bote, las cocineras espabiladas y dos camareras hijas de la gran puta que casualmente no traían ni un plato con chatarra, ahí el único imbécil era yo. Y vaya que si lo noté, me empecé a quedar mis propinas y me saqué un dinerillo mucho más interesante. Todavía hubo malas caras por parte de alguna zorra cuando el reparto no les cuadraba, después de su desfalco continuo y descarado.