Yo sólo he tenido una protesta bancaria en mi vida, por un abuso de lo más absurdo por parte del banco, que acabó con mi cuenta como cliente. Y nunca mais.
Siempre había sido cliente del que hoy es el Banco Santander. Empecé con una cartilla de ahorro cuando tenía 14 años y la entidad aún se llamaba Central Hispano. Al igual que el banco se fue transformando en otro, fagocitando a otros, mi cartilla fue evolucionando, pasando a ser una cuenta de ahorro y finalmente otra de nómina. Aquello iba cambiando solito, poco o nada tenía que hacer; y como mis cuentas, mis intereses y mi tarjeta débito/crédito me satisfacían, lo dejé estar. Hasta que llegaron los problemas.
Uno de ellos, bastante tonto, fue estando en la otra punta de España y al querer hacer una operación que ahora no recuerdo, me dijeron que tenía que acudir a mi sucursal. Claro que sí, señor, voy a hacer 700 kms para mover dos duros en la cuenta, muy lógico todo. Costó un poquito, pero al final me lo resolvió el director de la sucursal, no sin pocos comentarios sobre el gran favor que me estaba haciendo. Rellené mil formularios para poder operar online, pero aquello solo daba problemas. O fallaba el usuario, o la clave, o su putamadre.
El lío gordo vino cuando un bonito día veo que me han encalomado 50 euros a través de la tarjeta, con un concepto que no reconozco. Tras indagar, descubro que es el coste anual de una tarjeta Gold Master Card, que ni tengo, ni he pedido. Ni tan siquiera existía el tal plastiquito. Así que a reclamar a la sucursal, porque en ningún otro sitio me lo arreglaban. Para eso tuve que esperar unos meses y aprovechar un puente de esos en los que te apetece ver a la familia. Me planto en la oficina y empieza el cachondeo. Que la tarjeta se ha enviado por correo, que la mandan desde Madrid, que el banco no tiene nada que ver, que me la ha vendido MasterCard, que es un acuerdo entre "Madrid" y la compañía de la tarjeta, y no sé cuántas chorradas más. Ahí que mi mente entra en colapso y opto por pedir que me devuelvan el dinero, pasando de explicaciones y cuentos chinos. La regordeta que me atendía me dice que para eso hay un número de teléfono, una línea de esas 900 que te cobran a euro y medio el minuto, y que sólo te atienden después de pasar los 10 primeros oyendo música de una centralita. Le digo que norl, que lo resuelvan ellos, devolviendo la tarjeta o bloqueando el movimiento. Pues ni lo uno ni lo otro: la gordi coge el teléfono que tenía sobre su escritorio, marca el tal número sacacuartos, balbucea dos o tres palabras y me pasa el auricular. Jarl??? Al otro lado, un pavo muy educado me dice que procederemos a la anulación de la tarjeta inexistente. Y el reintegro de mis 50 euros?, le pregunto. "Se le devolverá la parte anual no disfrutada".
Ahí arranqué otra discusión estéril con el señor, indicando que la tal tarjeta no existía, y que quería mi reembolso íntegro. Pues bien, hamijos, fue totalmente imposible. Lo di por perdido. Colgué el teléfono y le dije a la bombi secretaria que aquello era un robo descarado, una auténtica vergüenza, y que esperaba mis 50 leros. Pero no fue así; al mes siguiente recibí unos 20-30 leros de devolución por la anulación. Menuda mierda de parte proporcional, pensé. No me salían los números por ningún lado, así que opté por abrir una cuenta en otra entidad y esperar a las vacaciones para plantarme de nuevo en la ofi y preguntar por la gordi.
De nuevo sentado frente a su canalillo, le hice recordar quién era y lo ridículo de aquella llamada telefónica. Confirmamos que me habían devuelto lo que a la supuesta gente de MasterCard les dio la gana, con el beneplácito de la casa, y le digo que cancelo la cuenta. Tras un breve silencio, la gordi me propone que rellene no sé qué papel y que hable con el director. A buenas horas. Quiero cancelar la cuenta.
Para entonces había dejado un saldo mierdero, no fuera a ser que encima me pretendieran cobrar por el cierre de la cuenta. Pasé por ventanilla y recogí mi calderilla. Desde entonces no he vuelto a pisar un Santander y guardo el recibo de caja como un banderín de guerra entre mis papeles.