En una ocasión, de recogida de un concierto, acabamos lo menos veinte personas entre tíos y tías metidos en un piso. Serían las 5 a.m. y se armó allí un espolio del copón, poniendo la música a to carajo, metiéndonos de todo, fumando, bebiendo y montando escandalera, los vecinos llamaron a la madera y blao blao; pero a lo que iba... En medio de aquella vorágine noté que una golfa (que debió unírsenos en el concierto) me miraba, así que decidí invitarla a una loncha. Una vez esnifada la susodicha loncha me dijo que tenía los pieses destrozaos de toda la fiesta que llevaba encima, a lo que yo le propuse hacerle un masaje. Ni que decir tiene que yo no tengo ni puta idea de hacer masajes, pero evidentemente se trataba de empezar a magrearla por los quesos. Aceptó y me dijo que volvía enseguida, que iba a lavárselos para que no le apestasen a perros muertos.
Volvió y se tumbó en el sofá, a mi lado, y mientras los demás bailaban estúpidamente con to su morao, ella me puso las pezuñas encima. Yo empecé a magreárselas mientras ella gemía de gusto, de modo que decidí marcarme un Tarantino y comencé a chuparle los deos y el empeine. Ella pegó un respingo entre risitas y me incitó a que volcase otra raya, que ahora seguíamos. Claro, como veía que era cosa hecha, pues le pegué un apretón a la bolsa y otra padentro. Entonces, cuando noté el gargajo amargo en la garganta y ésta más seca que el ojo de Benito (no el del forero), tuve que ir corriendo a la cuisine a buscar algo de líquido. Cuando vuelvo al salón me la encuentro con los pies en el regazo de otro nota y este haciéndole también un masaje. El tío o realmente sabía hacerlos o se tangaba mejor que yo, porque ella espetó: "mola más su masaje que tu chupada".
El cabreo que me entró fue apoteósico. Un colega me vio el careto y vino a preguntarme qué pasaba, yo reaccioné informándole de lo acontecido y, ¿qué pasó? Pues que además del palo que me dio la muy cerda de mierda, tuve que aguantar que se corriera la voz y que todos mis colegas se loleasen y se mofasen de mí a base de bien.
Luego, que si existen tíos como Ed Kemper o David Parker Ray, ¡me cago en la puta!