¿Qué es lo peor de viajar?

Lo peor de viajar es cuando llegas a un sitio que te gusta y te arrepientes de no haberte traído 10.000 hoplitas, 8.000 legionarios, 3.000 hombres a caballo y 6.000 arqueros y hombres de infantería ligera escaramuzadora para conquistarlo y añadirlo a tu Imperio.
 
La gracia de las fotos es que salgas tú o tus acompañantes en ellas y verte a ti o a tu novia o a los dos juntos en ese entorno al cabo del tiempo.

Si eres un poco espabilado haces una tirada de al menos tres fotos: una de la parejita y luego otras dos con cada uno en solitario. Una vez allí y pillado el encuadre guay no cuesta nada. Claro que hay saber plantearlo para que no te monte una escena y te dé el viaje. Pero luego viene muy bien para tener recuerdos parejiles y stock para tinder y similares, después de la consiguiente ruptura (o antes, eso ya cada uno). En cualquier caso, de lo que hay que huir como de la peste es de las fotos personales que en realidad son fotos parejiles cortadas o pixeladas. O tener que renunciar a esos recuerdos para que no se te aparezca el careto de la muy puta.
 
Parece que de comprensión lectora vamos justitos.

Si yo saco una o varias foto a distancia del monumento, durante el tiempo que lo hago no interfiero con otras personas que quieran hacer lo mismo. Si me pongo delante para que me hagan la foto, primero solo, luego con mi pareja, luego con mi prima y luego todos juntos, y eso se repite 200 veces seguidas, estoy impidiendo que otras personas saquen partido a su tiempo.

De cualquier monumento pueden sacarse fotos de la internet, sí. Y de cualquier especie marina también, mejor que las que uno hace. Y sin embargo la fotografía es una afición y un arte, y a muchos les gusta progresar y hacer buenas fotos, aunque las haya mejores por ahí. Y tener un recuerdo de ese monumento con las nubes, luz del momento y perspectiva que uno quiera darle. Por esa misma lógica ningún aficionado debería correr en un pista de atletismo, pues ya hay récords mejores que el suyo.

Recuerdo a un imbécil nórdico en uno de los templos menores de Angkhor en el que estábamos cuatro gatos: una interesante perspectiva de piedras viejas y raíces gigantes asomando. El cretino plantó el trípode con la cámara y estuvo una increíble cantidad de tiempo haciendo posturas instagrameras delante del edificio (reflexivo, dinámico, atlético, aventurero), hasta que alguien con menos paciencia que yo le metió un broncazo.

Por cierto, en ningún momento he hablado de si mi cámara es mejor que la de los simios, o de si son fotos más artísticas o pollas. Se trata de una cuestión de educación, de no molestar a los demás.

Aunque a veces tiene cierto encanto fotografiar al que está haciendo la foto:
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Otros que me caen mal, muy mal, verdadera mal son los gilipichis que hacen viajes de negociosh en avión por Europa en vuelos de hora y media, y se creen superguays y superespeciales, con sus mierdas del mundo corporativo de gilipollas de Matrix y class gold vip lounge. Ojalá les coma el cáncer a los 55. Muy chupis, muy guays y todo eso, pero en cuanto hay cuatro turbulencias, callan como putas y se ponen a rezar el Jesusito de mi vida. Como todos los demás.
 
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Para mí lo peor de los viajes es esa vena condescendiente y benévola que nos sale ante todo lo que estemos visitando. Todo nos parece bonito, todo nos parece especial y revelador.

Si vas a Lisboa y paseas por sus endemoniadas cuestas, puedes oír:

- Qué grandilocuencia de inclinaciones, qué portento! Si de algo tenemos que aprender de nuestros vecinos es del manejo de las pendientes, sin duda.

A lo que otro de tus acompañantes continúa

- Es estremecedor, casi puedo sentir como se me sale el hígado por la boca. Con razón dije que teníamos que hacer este viaje!

Y tú acabas sumándote, por no romper la tónica, adulando los desconchones de las paredes y las calles sin asfaltar, mientras encajas el pie en un agujero

- Es el mejor viaje de mi vida


Y después, esos momentos tan ridículos de quedarse mirando al mar en silencio. En cualquier recodo del camino, arañándote la cara con un zarzal, ante cualquier vista. Que parece que hemos salido de cumplir condena en Alcatraz, que es que no hemos visto el mar en la vida. Todos callados allí y el poeta de turno

- Disfrutad de este momento.

Sin duda, lo peor de viajar también es aguantar al experto de rigor, que se cree que sabe más que nadie porque se ha leído una guía una semana antes. Y que cuando estás dando las gracias en una panadería alemana

- Danke...

te dice

- En esta zona del país se habla el sórabo, por favor, contrólate.
 
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Parece que está en el mapa del Zelda o algo así con esos nombres. Coja su SIDA y márchese antes de que lo macheteen los señores de la guerra locales.
Aunque usted no lo crea, es la ostia viajar por aquí conociendo a mi puta bola con amigos locales un parque natural como este. Ni sida (para mi, de momento) ni señores de la guerra, machetes sí que usan para currar los pobres desgraciados. Ahí tienes a macheteMan con sonrisa profidén, everywhere:

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La ricura dice....pon foto anda que tiene que ser pa ver
La pondré y me explayaré donde toca, ya sabe que lo voy haciendo.


Así va evolucionando el puto bujero, versión 3.0

Miedo me da el próximo.
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Aunque usted no lo crea, es la ostia viajar por aquí conociendo a mi puta bola con amigos locales un parque natural como este.

"I know, I know for sure. The life is beautiful around the world."

Red Hot Chili Peppers - Around the world.
 
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Lo que no entiendo es por qué los coleguis de @Kramer99 no cagan directamente en medio del bosque en cualquier baobab. Es mejor cagar en un no-retrete que en cualquiera de los retretes que ha puesto.
 
Parece que de comprensión lectora vamos justitos.

Si yo saco una o varias foto a distancia del monumento, durante el tiempo que lo hago no interfiero con otras personas que quieran hacer lo mismo. Si me pongo delante para que me hagan la foto, primero solo, luego con mi pareja, luego con mi prima y luego todos juntos, y eso se repite 200 veces seguidas, estoy impidiendo que otras personas saquen partido a su tiempo.

De cualquier monumento pueden sacarse fotos de la internet, sí. Y de cualquier especie marina también, mejor que las que uno hace. Y sin embargo la fotografía es una afición y un arte, y a muchos les gusta progresar y hacer buenas fotos, aunque las haya mejores por ahí. Y tener un recuerdo de ese monumento con las nubes, luz del momento y perspectiva que uno quiera darle. Por esa misma lógica ningún aficionado debería correr en un pista de atletismo, pues ya hay récords mejores que el suyo.

Recuerdo a un imbécil nórdico en uno de los templos menores de Angkhor en el que estábamos cuatro gatos: una interesante perspectiva de piedras viejas y raíces gigantes asomando. El cretino plantó el trípode con la cámara y estuvo una increíble cantidad de tiempo haciendo posturas instagrameras delante del edificio (reflexivo, dinámico, atlético, aventurero), hasta que alguien con menos paciencia que yo le metió un broncazo.

Por cierto, en ningún momento he hablado de si mi cámara es mejor que la de los simios, o de si son fotos más artísticas o pollas. Se trata de una cuestión de educación, de no molestar a los demás.

Aunque a veces tiene cierto encanto fotografiar al que está haciendo la foto:
Ver el archivos adjunto 41279
Espero que les dejaras el skype a esas chinorris del fondo. Luego podrías tirarte tres meses hablando con ellas para absolutamente nada.
 
Como ya se ha dicho, para mí también lo peor de viajar es la gente. En los viajes hay malos tragos que pasar como lo de cagar, que te caigan tempestades o que te mareen en el control del aeropuerto, como me pasó a mí con un poli tonto que decía que yo no era el de la foto del pasaporte. Pero nada comparable a la gente. Y no porque seamos muchos; yo también formo parte del mogollón de turistas y me tengo que aguantar. Lo que me jode es el número elevado de imbéciles que se puede llegar a concentrar en un momento dado. Tú vas con ellos, y ellos contigo, pero por alguna razón los idiotas se sienten especiales, superiores, y lo que ellos hacen es siempre más y mejor.

Entras al avión y ves que todo el mundo despega una gran parafernalia a su alrededor, para un mísero vuelo de hora y media. Está bien aprovechar el tiempo con algo de lectura, escuchar música, leer el diario o alternar con una buena conversación si hace falta. Pero es de gilipollas integral descalzarse, o ponerse unas zapatillas de hotel (robadas), un cojín de esos cervical, hinchar dos almohadas que llevaban escondidas en el bolso y zamparse todo un catering apestoso antes de tomar en el asiento una pose rocambolesca. No meten la mesa camilla en el avión porque no les dejan.

Lo mismo en el aterrizaje. Aún está el avión maniobrando y oyes el clic clic de los cinturones a cientos. Todo el despliegue de medios pasajerísticos desaparecen igual que aparecieron, y en un abrir y cerrar de ojos está todo el mundo de pie en el pasillo, estorbándose, poniéndose nerviosos los unos a los otros. Fiel a mis principios, salgo el último del avión, rezando "que os den por culo uno por uno", sobre todo dirigido al listo de turno que te dice lo que tienes que hacer. Porque ese no falta nunca.

En las cafeterías y bares perdidos de un lugar, por remoto que sea, siempre darás con un par de imbéciles que hablan a voces para que sepas que están allí, haciendo lo mismo que tú. Tienen que amortizar el vuelo y el hostel pobretón en el que se han dejado los cuatro cuartos que tienen pregonando que viajan, que son guays y dan envidia por instagram. Recorres unos kilómetros a pie para llegar a ese templo majestuoso y esperas el momento de saborear la fachada sin mil idiotas haciendo postureo. Pasado unos momentos, te das cuenta de que eres el único que entra, presenta sus respetos y habla con la gente del lugar. Al salir, los idiotas de los selfies se han largado, pero a buen seguro te los toparás en cualquier esquina, haciéndola suya y más guay de lo que ya era.

Es algo que me ha pasado siempre. No es que haya viajado mucho, porque como ya he contado en otros hilos, necesitaba ahorrar pasta para otros menesteres. Pero es que siempre, maldita sea, siempre, aparecen estos payasos que lo echan a perder todo. Me viene a la cabeza una anécdota tan hortera como ejemplar, cargada del karma que reparte nuestro amigo @ignaciofdez. Me sucedió hace cosa de seis o siete años, en el Peñón. Sí señores, en lo más alto del Peñón. Glamour cero, para que vean. Nada de Empires Esteites ni nada de eso. Allá que me fui yo a quemar curiosidad, recorriendo la costa por la zona de la Línea, cuando hice una paradita en una sombra en lo alto del Peñón, por las escalinatas que unen los antiguos búnkeres. Era finales de julio y el sol no daba tregua, así que me senté en un muro del recorrido, pero alejado de la muchedumbre. Ese día había bastante movimiento, sobre todo inglesitos que verían orgullosos (me supongo) las cuatro calles que circundan el peñón. Pasado un rato, escuchando el cri cri de las chicharras, apareció de la nada una mona con su cría agarrada a la espalda, caminando tranquilamente por el muro en mi dirección. Sin darle mucha atención, pasó por detrás de mí sin rozarme, se alejó como un metro, se detuvo y se sentó en el muro, a mi izquierda. Cruzamos un par de miradas. La cría se agarró a una rama y trepó por la arboleda a hacer de las suyas. La mona me miraba de vez en cuando, y la cría se me iba acercando, pasando de rama en rama. La mona, rebosante de tranquilidad, nos vigilaba a los dos, a la cría y a mí. Y cuando menos me lo esperaba, la cría se me abalanzó sobre la espalda, me trepó por la camisa, por los hombros, se me subía por la cabeza... y así que pasamos nuestro rato simpático los tres. Mientras no cogiera a la cría de macaco, había buen rollo.

Hasta que apareció un guiri de lo más estrafalario. No tengo ni putísima idea de dónde sería, pero cualquiera de nosotros diría que era polaco. Recuerdo perfectamente su polo negro y sus pantalones piratas de ataque, llenos de bolsillos, y una mochila negra de la que sacó una manzana verde. Apostado contra la pared que había frente a nosotros (los monos y yo), se dispuso a saborear la manzana, con ruidosos y carnosos mordiscos. Hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, la mona madre dio un salto, se fue directo al gañán aquel, lo agarró por el niqui, y le empezó a soltar de hostias hasta que le quitó la manzana. Pero hostias, amigos. A mano abierta. No he visto cosa igual. Estaba el idiota del guiri todavía recomponiéndose las gafas de sol cuando la mona ya estaba de nuevo a mi lado comiendo manzana, echándome unas miradas de puro LOL.

Aquel revuelo llamó la atención de la gente que pululaba por alrededor, y al parecer era yo con el monito pequeño la atracción de la feria. Nadie se acercaba demasiado, pero hacían corro alrededor. En primera fila, una guiri con un carrito de bebé rojo, vacío, con un crío algo mayor y otro más mozalbete a cada lado. Supuse que eran sus hijos, pero vayan ustedes a saber quiénes eran. El espectáculo se fue a tomar por culo cuando mi amiga la mona pegó otro brinco y se subió al carrito, agarrando las asideras y enseñándole el poderío dental a la guiri. Gritos y huida general. La mona que se apodera del carro y lo traquetea para ver si tiene algo de valor. El único que permanece quieto es el chaval más mayor, pero la mona se va hacia él, lo arrincona contra la pared y lo cachea. Flipante. Le palpó todos y cada uno de los bolsillos, hasta que dio con un flamante móvil que sacó con precisión cirujana. Lo miró, lo olió y lo tiró para atrás como el chisme inútil que era. Antes de que el chico huyera, le calzó otras dos hostias en la cara. Finalmente la mona vino hacia mí, trincó a la cría y se perdió por entre la arboleda. Hijaputa la macaca cómo repartía. Nunca pensé que tendría envidia de un simple homínido.

Nos volvimos a cruzar una media hora después, cuando bajaba yo por una escalera de caracol que da lugar a una terraza en lo alto del peñón, que nadie se atrevía a usar porque estaba llena de monos. No se me olvidará que, al ir bajando por la mitad de la escalera, salió de nuevo el monito a recibirme, como a darme la despedida.

Perdón por la castaña, pero tenía que cagarme de alguna manera en todos los hijosdeputa que me han jodido los viajes. Hostias de mono para todos.
 
No se, tu anécdota, y por como la cuentas, lo único que me indica es que haciendo más o menos lo mismo sencillamente tuviste más suerte que los otros.
 
Visité el peñón como los demás. Tuve suerte de que un mono no me mordiera. Pero no me puse a hacer el gilipollas con comida, rentado a un animal salvaje con dientes como najavas.
 
Lo que no entiendo es por qué los coleguis de @Kramer99 no cagan directamente en medio del bosque en cualquier baobab. Es mejor cagar en un no-retrete que en cualquiera de los retretes que ha puesto.
Precisamente lo gracioso de ese último bujeraco es que está en mitad de la naturaleza, junto a unas cataratas, habrán hecho ahí el chozo para que la gente que va llegando pueda cagar tranquila.
Yo dije que iba a mear allí en cualquier sitio y me dijeron que el meadero estaba en ese puto zulo de mierda, nunca mejor dicho:
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Última edición:
A alguien le gustaría irse de viaje a Praga o por ahí con único interés de intentar follar gratis? Si falla el gratis, con buena billetera para suplirlo. Sería en julio del 2020, a poder ser saliendo el 18, recordando al alzamiento nacional y nuestro intento de alzarnos checas.
 
Mi próximo viaje creo que será a Colombia.
 
No hay nada malo en viajar. Viajar significa no trabajar.
Eso debería ser claro y meridiano. Ya veo lo mucho que os estresan vuestros trabajos, hijos de puta.
 
A alguien le gustaría irse de viaje a Praga o por ahí con único interés de intentar follar gratis? Si falla el gratis, con buena billetera para suplirlo. Sería en julio del 2020, a poder ser saliendo el 18, recordando al alzamiento nacional y nuestro intento de alzarnos checas.
me apunto. en serio
 
Para mí lo peor de los viajes es esa vena condescendiente y benévola que nos sale ante todo lo que estemos visitando. Todo nos parece bonito, todo nos parece especial y revelador.

Si vas a Lisboa y paseas por sus endemoniadas cuestas, puedes oír:

- Qué grandilocuencia de inclinaciones, qué portento! Si de algo tenemos que aprender de nuestros vecinos es del manejo de las pendientes, sin duda.

A lo que otro de tus acompañantes continúa

- Es estremecedor, casi puedo sentir como se me sale el hígado por la boca. Con razón dije que teníamos que hacer este viaje!

Y tú acabas sumándote, por no romper la tónica, adulando los desconchones de las paredes y las calles sin asfaltar, mientras encajas el pie en un agujero

- Es el mejor viaje de mi vida


Y después, esos momentos tan ridículos de quedarse mirando al mar en silencio. En cualquier recodo del camino, arañándote la cara con un zarzal, ante cualquier vista. Que parece que hemos salido de cumplir condena en Alcatraz, que es que no hemos visto el mar en la vida. Todos callados allí y el poeta de turno

- Disfrutad de este momento.

Sin duda, lo peor de viajar también es aguantar al experto de rigor, que se cree que sabe más que nadie porque se ha leído una guía una semana antes. Y que cuando estás dando las gracias en una panadería alemana

- Danke...

te dice

- En esta zona del país se habla el sórabo, por favor, contrólate.

Sí, me siento totalmente identificado.
 
Como ya se ha dicho, para mí también lo peor de viajar es la gente. En los viajes hay malos tragos que pasar como lo de cagar, que te caigan tempestades o que te mareen en el control del aeropuerto, como me pasó a mí con un poli tonto que decía que yo no era el de la foto del pasaporte. Pero nada comparable a la gente. Y no porque seamos muchos; yo también formo parte del mogollón de turistas y me tengo que aguantar. Lo que me jode es el número elevado de imbéciles que se puede llegar a concentrar en un momento dado. Tú vas con ellos, y ellos contigo, pero por alguna razón los idiotas se sienten especiales, superiores, y lo que ellos hacen es siempre más y mejor.

Entras al avión y ves que todo el mundo despega una gran parafernalia a su alrededor, para un mísero vuelo de hora y media. Está bien aprovechar el tiempo con algo de lectura, escuchar música, leer el diario o alternar con una buena conversación si hace falta. Pero es de gilipollas integral descalzarse, o ponerse unas zapatillas de hotel (robadas), un cojín de esos cervical, hinchar dos almohadas que llevaban escondidas en el bolso y zamparse todo un catering apestoso antes de tomar en el asiento una pose rocambolesca. No meten la mesa camilla en el avión porque no les dejan.

Lo mismo en el aterrizaje. Aún está el avión maniobrando y oyes el clic clic de los cinturones a cientos. Todo el despliegue de medios pasajerísticos desaparecen igual que aparecieron, y en un abrir y cerrar de ojos está todo el mundo de pie en el pasillo, estorbándose, poniéndose nerviosos los unos a los otros. Fiel a mis principios, salgo el último del avión, rezando "que os den por culo uno por uno", sobre todo dirigido al listo de turno que te dice lo que tienes que hacer. Porque ese no falta nunca.

En las cafeterías y bares perdidos de un lugar, por remoto que sea, siempre darás con un par de imbéciles que hablan a voces para que sepas que están allí, haciendo lo mismo que tú. Tienen que amortizar el vuelo y el hostel pobretón en el que se han dejado los cuatro cuartos que tienen pregonando que viajan, que son guays y dan envidia por instagram. Recorres unos kilómetros a pie para llegar a ese templo majestuoso y esperas el momento de saborear la fachada sin mil idiotas haciendo postureo. Pasado unos momentos, te das cuenta de que eres el único que entra, presenta sus respetos y habla con la gente del lugar. Al salir, los idiotas de los selfies se han largado, pero a buen seguro te los toparás en cualquier esquina, haciéndola suya y más guay de lo que ya era.

Es algo que me ha pasado siempre. No es que haya viajado mucho, porque como ya he contado en otros hilos, necesitaba ahorrar pasta para otros menesteres. Pero es que siempre, maldita sea, siempre, aparecen estos payasos que lo echan a perder todo. Me viene a la cabeza una anécdota tan hortera como ejemplar, cargada del karma que reparte nuestro amigo @ignaciofdez. Me sucedió hace cosa de seis o siete años, en el Peñón. Sí señores, en lo más alto del Peñón. Glamour cero, para que vean. Nada de Empires Esteites ni nada de eso. Allá que me fui yo a quemar curiosidad, recorriendo la costa por la zona de la Línea, cuando hice una paradita en una sombra en lo alto del Peñón, por las escalinatas que unen los antiguos búnkeres. Era finales de julio y el sol no daba tregua, así que me senté en un muro del recorrido, pero alejado de la muchedumbre. Ese día había bastante movimiento, sobre todo inglesitos que verían orgullosos (me supongo) las cuatro calles que circundan el peñón. Pasado un rato, escuchando el cri cri de las chicharras, apareció de la nada una mona con su cría agarrada a la espalda, caminando tranquilamente por el muro en mi dirección. Sin darle mucha atención, pasó por detrás de mí sin rozarme, se alejó como un metro, se detuvo y se sentó en el muro, a mi izquierda. Cruzamos un par de miradas. La cría se agarró a una rama y trepó por la arboleda a hacer de las suyas. La mona me miraba de vez en cuando, y la cría se me iba acercando, pasando de rama en rama. La mona, rebosante de tranquilidad, nos vigilaba a los dos, a la cría y a mí. Y cuando menos me lo esperaba, la cría se me abalanzó sobre la espalda, me trepó por la camisa, por los hombros, se me subía por la cabeza... y así que pasamos nuestro rato simpático los tres. Mientras no cogiera a la cría de macaco, había buen rollo.

Hasta que apareció un guiri de lo más estrafalario. No tengo ni putísima idea de dónde sería, pero cualquiera de nosotros diría que era polaco. Recuerdo perfectamente su polo negro y sus pantalones piratas de ataque, llenos de bolsillos, y una mochila negra de la que sacó una manzana verde. Apostado contra la pared que había frente a nosotros (los monos y yo), se dispuso a saborear la manzana, con ruidosos y carnosos mordiscos. Hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, la mona madre dio un salto, se fue directo al gañán aquel, lo agarró por el niqui, y le empezó a soltar de hostias hasta que le quitó la manzana. Pero hostias, amigos. A mano abierta. No he visto cosa igual. Estaba el idiota del guiri todavía recomponiéndose las gafas de sol cuando la mona ya estaba de nuevo a mi lado comiendo manzana, echándome unas miradas de puro LOL.

Aquel revuelo llamó la atención de la gente que pululaba por alrededor, y al parecer era yo con el monito pequeño la atracción de la feria. Nadie se acercaba demasiado, pero hacían corro alrededor. En primera fila, una guiri con un carrito de bebé rojo, vacío, con un crío algo mayor y otro más mozalbete a cada lado. Supuse que eran sus hijos, pero vayan ustedes a saber quiénes eran. El espectáculo se fue a tomar por culo cuando mi amiga la mona pegó otro brinco y se subió al carrito, agarrando las asideras y enseñándole el poderío dental a la guiri. Gritos y huida general. La mona que se apodera del carro y lo traquetea para ver si tiene algo de valor. El único que permanece quieto es el chaval más mayor, pero la mona se va hacia él, lo arrincona contra la pared y lo cachea. Flipante. Le palpó todos y cada uno de los bolsillos, hasta que dio con un flamante móvil que sacó con precisión cirujana. Lo miró, lo olió y lo tiró para atrás como el chisme inútil que era. Antes de que el chico huyera, le calzó otras dos hostias en la cara. Finalmente la mona vino hacia mí, trincó a la cría y se perdió por entre la arboleda. Hijaputa la macaca cómo repartía. Nunca pensé que tendría envidia de un simple homínido.

Nos volvimos a cruzar una media hora después, cuando bajaba yo por una escalera de caracol que da lugar a una terraza en lo alto del peñón, que nadie se atrevía a usar porque estaba llena de monos. No se me olvidará que, al ir bajando por la mitad de la escalera, salió de nuevo el monito a recibirme, como a darme la despedida.

Perdón por la castaña, pero tenía que cagarme de alguna manera en todos los hijosdeputa que me han jodido los viajes. Hostias de mono para todos.


O sea, güeles peor que un mono, la mona se enamoró de tí, te hizo ojitos, perdiste la ocasión de follar.
 
No hay nada malo en viajar. Viajar significa no trabajar.
Eso debería ser claro y meridiano. Ya veo lo mucho que os estresan vuestros trabajos, hijos de puta.

Tan agotado, agobiado, estresado y hastiado estas de tu trabajo para que cuando por fin te dan una semana para dedicártela a ti mismo, lo único que quieras es salir huyendo, sin darte un respiro, hacerte una agenda con los horarios de lo que tienes que hacer y donde ir? porque a mi todo eso de los viajes me pone nervioso.

Merece la pena una vida así? Trabajar en una mina de sal psicológica para poder ir un día al circo romano? Planteatelo por que quizá sea momento de que alces en armas.
 
O sea, güeles peor que un mono, la mona se enamoró de tí, te hizo ojitos, perdiste la ocasión de follar.
Pues eso, que no faltan idiotas que jodan un viaje ni gilipollas que revienten un hilo. Tu comentario es para cubrirte de gloria. Hasta mi amiga la mona del peñón lo hace mejor que tú, que para eso le sirló el móvil al guiri tontopollas.
 
Tan agotado, agobiado, estresado y hastiado estas de tu trabajo para que cuando por fin te dan una semana para dedicártela a ti mismo, lo único que quieras es salir huyendo, sin darte un respiro, hacerte una agenda con los horarios de lo que tienes que hacer y donde ir? porque a mi todo eso de los viajes me pone nervioso.


Sí claro. Ahora trabajar es salud y el relax, y los viajes no, que nos ponemos nerviosos.
Menuda locura eso de coger un avión e irse a una isla tropical. Mejor trabajar, sí.
Estáis como unas maracas.




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Un día de vacaciones me he tomado este año. Aún me quedan 27, más festivos y lieu days que me deben.
No me van a ver el pelo hasta 2020
 
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