MarXito rebuznó:
Estoy hasta la polla de los vagos andaluces, de los chulos madrileños, de los pijos valencianos, de los elitistas catalanes, de los racistas vascos, de los pasotas castellanos, de los bestias norteños y de toda la puta morralla que puebla este país, incluído yo.
Deberíamos arder en el puto infierno y desaparecer para siempre.
Y no queda mucho para que, por fin, lo veamos.
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Para que te exaltes, castellano,
hombre seco, hombre de tierra.
Para que me odies, catalán,
más fenicio que de Grecia;
y tú, manchego retardado,
cazurro de alma plebeya;
isleño cursi y rastacuero,
balear ladrón, hijo de chueta;
leonés rencoroso y zafio;
montañes vano, hombre de cera;
y tú, aragonés que llamas
a la bestialidad franqueza;
para que me mates, levantino,
simulador de arte y de belleza;
vasco hipocrita y ambicioso,
insultame con tu pobre lengua;
asturiano traidor y falso;
gallego llorón, y sin vertebras;
murciano sucio, feo y torpe;
extremeño de las cavernas;
madrileño que de Real orden
eres tonto por dentro y por fuera.
Yo os desprecio, os maldigo y os odio,
gentes cobardes de mi tierra.
Y para ti, andaluz idiota,
¡culebra!, ¡culebra!, ¡culebra!