Viajes So it seems that LeChuck made a eurotrip: Estambul/Capadocia/Sofia/Belgrado/Budapest

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ioputa, avisa por lo menos de las actualizaciones. Ya si dices desde dónde empieza (véase comidas y puestos de esta última) pues ya cojonudo
 
En los hostales, como en los hoteles, tienes que hacer check out a determinada hora y para mí esto era mal asunto porque iba a tener que estar un montón de horas por ahí hasta que llegase el momento de marchar a la estación de autobuses.

Ya bien pronto por la mañana voy a cumplir con una de las tareas de ILG, encontrar una barbería donde me den un afeitado turkish pro. Mal asunto porque es Sábado del Señor. Así que me manda a enfrente del Four Seasons. Y las calles por allí son un cirio, mira si son laberínticas que aunque tenía bien memorizada la ubicación del hotel me pasé una hora dando vueltas alrededor me cago en mi vida.

Y luego que el sitio estaba cerrado, ese y otros ocho o diez, y al final encontré un barbero. Ya ni me acuerdo, pero bueno, está bien la experiencia, afeitado a shavette, unas bofetadas, un trapo húmedo en la cara y tal, le quise comprar un jabón pero o no tenía o no me entendía, total, al final 15 liras por el afeitado. Bien, pero no es la perfección, puestos a dejar la cara lisa yo lo hago mejor en casa, quiero decir que bastante bien pero no como para hacerse pajas.

Luego empaquetar mis cachivaches, dejarlos en el hostal, a eso de las once o doce de la mañana, y todo el puto día hasta las 6 de la tarde deambulando, bajo el horripilante sol veraniego, hasta que tenga que marcharme a la estación. Por supuesto no estaba de humor para volver a Taksim ni nada de aquella zona así que exploré un poco más (bastante más) Fatih, que no lo había dicho, pero 1, es decir, todo lo que hay que visitar de Estambul a ese lado del Bósforo y del cuerno de oro es el distrito de Fatih, Sultanhamet que lo he mencionado varias veces, solo es una, zona, un barrio. Así que el paseo marítimo, los ferris, las dos mezquitas, los dos mercados mencionados, todo esto es Fatih. Y para conocer mejor Fatih nada como explorar las sinuosas calles del sur de la península. La zona es interesante, no dejéis de pasearos por allí, entre los muchísimos pequeños hoteles de vistosas y floridas fachadas, restaurantes, casas tradicionales turcas de madera y calles laberínticas. Cruzad las vías del tren para acceder a barrios por los que raramente se ve un turista, seguid hasta llegar al mar, siempre hacia el sur, al paseo que bordea toda la península, en donde los turcos se bañan en el mar y toman el sol entre los gigantescos pedrolos, lo más parecido que tienen a una playa, los bastardos. Seguid caminando junto a la muralla, pasareis por debajo del palacio Topkapi, y cuando esteis pensando cuando cojones se acaba la muralla y aparece alguna entrada para escapar de ese paso marítimo sin fin, entonces aparecerá el parque Gulhane, el Central Park turco (Fatih tiene silueta de cabeza de rinoceronte, en la punta del cuerno), el lugar ideal para refugiarse del sol castigador, dado que está poblado de enormes árboles, cuidados jardines y fuentes y multitud de sitios donde sentarse, por no mencionar las cafeterías con espectaculares vistas del Bósforo. El parque es un lugar muy familiar, tiene dos entradas, la mencionada y la principal, a un brevísimo paseo del parque Sultanahmet. Highly recommended.

De vuelta al centro de Fatih, nada como tomarse un muy típico té y un helado a la sombra mientras se observa el tráfico humano para pasar el tiempo en la calle Divan Yolu (por la que circula la línea 1), pero ojo con las propinas, que el día que me percato de que no estoy dejando propinas, y voy a enmendarme dejando dos liras por una consumición de ¿8 liras? Le digo al joven camarero que se quede las vueltas, que es una propina, sonríe gravemente y vuelve al rato con las vueltas, ante mi cara de sorpresa, le digo que se las quede, e insisto en que son propinas, dice que vale y se marcha otra vez, me trae un botellín de agua fría… y una lira. WTF nigga. No sé como va el tema propinas en ese país. Yo creo que era cosa de ese local concreto.

Foto para no ladrillear. El mejor kebab que comí en ese país. Como en todas partes, por el mismo dinero puedes comer como un emperador romano o como un turista engañado. El arte es acertar.

LA PRESENTACION ES LO DE MENOS. KEBAB DE TERNERA ENVUELTA EN PIDE, EL PAN TIPICO TURCO, CUBIERTO DE UNA EXAGERADA CANTIDAD DE YOGUR Y SALSA PICANTE. LA COCA COLA TURCA, UN PLATO DE UN ACOMPAÑAMIENTO DE VERDURAS BASTANTE MEH, Y EL DELICIOSO PAN PLANO TURCO, QUE NO ESTA A LA VISTA. DE ESE PAN TAMBIÉN HAY CLASES, NO ES LO MISMO CASERO QUE ALGUNA MIERDA CONGELADA Y RESECA

Pasamos a otra cosa. Me viene ahora a la memoria la escena de un grupo de jóvenes moretes mirar golosones a dos turistas rubias, acercarse dos a pedir hacerse una foto con ellas, y volver a enseñársela, orgullosos, al corrillo de amigos. ¿Una extraña forma de ligar? Si habéis oído eso de que tal vez los turcos son un poco cargantes con las turistas, a mí no me lo ha parecido, lo que yo he visto me han parecido escenas de lo más inofensivas.

Tras mucho patear Fatih, con sensación de haberlo visto todo demasiadas veces y con un desagradable picor de frente y brazos (el sol pegaba de flipar), recojo la mochila y arreo a la estación. En la línea 1(a menudo inaguantable de gente y calor, diría que según el momento del día no es apta para gente mayor, tal es la que se lía ahí dentro) hasta alguna parada que ahora no recuerdo, ya ahí territorio moruno, 0 turistas. Caminar unos cientos de metros hasta una estación de metro, miro los paneles informativos, y como no tengo 100% claro en que anden debo ubicarme, si en la izquierda o la derecha, pregunto a un hombre que amablemente me indica. Cuando viene el metro y me dispongo a entrar una mano me agarra de la mochila y quedo con una pierna suspendida en el aire, como en los dibujos animados. Era el hombre de antes, que detectó mi subnormalidad y me tenía vigilado, me señala a un letrero sobre mi cabeza, que indica que me iba a meter en el convoy equivocado. Estuve a punto de besarle en la boca, joder, de menudo marrón me libró. Me monto en el siguiente, pasaje 100% turco, olor moruno. Mientras analizo el plano de paradas entablo conversación con unos chavales poco duchos en el inglés, como casi todos por allí. Barselona, Madrit, Messi, Cristiano, good, like y poco más, que ha estado en Madrid y en Barcelona me dice uno, vale, guay, pero no me des mucho la chapa que me estoy derritiendo aquí con la mochila.

La estación en la que bajar es Otogar. La estación de autobuses es de traca. En mi puta vida había visto una tan grande ni con tanto trasiego de gente. El cuello de botella que se monta en una de las dos salidas y los esfuerzos de los conductores para organizar los vehículos como quien juega al Tetris es digno de ver un rato mientras se toma un café.


VIEJISIMA FOTO DE LA INTERNEZ PARA HACERNOS UNA IDEA

Llegué allí sobre las seis y media y tenía que marchar a las diez de la noche, después de un día durísimo, ponte a hacer tiempo por allí, sí, ahora voy, como no te tomes seis o siete cafés de media hora cada uno… y yo que no veía ninguna sala de espera en la que tirarme un rato a leer, y di vueltas y más vueltas y estuve largos ratos de pie y de brazos cruzados con la mochila a los pies… la vida del mochilero, desde fuera parece que todo es fiesta y risas, a ver si mas adelante me acuerdo de explicaros como se desarrolla la vida de un mochilero de verdad. Ah sí, cuando estaba a punto de marcharme descubrí que en el primer piso de la terminal de la empresa que me correspondía (Metro, posiblemente la empresa nº 1 en trasporte de pasajeros en Turquía) había una sala “vip” bastante cómoda y tranquila, eso después de haber pasado cuatro horas mareándola por ahí, hecho mierda. Así que si vais por allí no os canséis a lo tonto.

Claro en una espera tan larga habrá que hacer una visita al baño. Y no sabes si reír o llorar cuando en las sucias escaleras a los sórdidos baños te encuentras con un niño vendiendo pañuelos, con un olor a humedad y meaos poco agradable. Y así en muchos sitios. Como dije, el uso de niños para vender o mendigar es algunas veces repulsivo.


Cuando debía llegar el autobús no llegaba, me empecé a asustar, allí, a tomar por culo, de que se me hubiese marchado sin darme cuenta, con tantísima gente y autobuses por las dársenas, tampoco sería sorprendente. Pregunto y me mandan a atención al cliente. Acojone total cuando estoy allí con una tía hablando el asunto por teléfono con semblante fúnebre. Luego me dijeron que mi billete no era correcto, que el autobús era para las once. Me hicieron unos garabatos a boli y arreando. Pero el mal rato que pasé después de tantas horas allí no me lo quita nadie. Luego cuando te acuerdas te ríes, pero en aquel momento… hijos de puta. El segundo mal trago después de lo de Taksim, y no sería el último.
 
Aunque no había dejado constancia de mi presencia quiero declararme fan de este hilo (uno más), y animo al autor a que continúe sin prisa pero sin pausa.


Mi pregunta a LeChuck es si aparte de verlas muy recatadas a la hora de vestir si las turcas son muapas o no, Turquía viene del Imperio Otomano y con la influencia del mundo árabe puede darse el resultado de hermosísimas mujeres ¿o quizá lo que hay es muchas moras malencaradas?
 
Gregory_Peck rebuznó:
Mi pregunta a LeChuck es si aparte de verlas muy recatadas a la hora de vestir si las turcas son muapas o no, Turquía viene del Imperio Otomano y con la influencia del mundo árabe puede darse el resultado de hermosísimas mujeres ¿o quizá lo que hay es muchas moras malencaradas?

De todo hay en la viña del señor, pero me sorprendí a mi mismo en varias ocasiones admirando con descaro los rasgos de mujeres musulmanas que la única parte visible que mostraban era la cara. Y eso que aquellas dudo mucho que usasen ni maquillaje, y ahí estaba yo, mirándolas a ellas a la cara en vez de mirar el culo de las turistas en shorts. También ves a las turcas (no sé si musulmanas, cristianas o qué) vistiendo con una clase que por aquí no se ve demasiado, es decir, se cuidan mucho de vestir provocativas, ni falta que hace porque ya atraen la atención vistiendo sencillas pero con mucha clase, nada de grandes escotes ni enseñar muslo, si leggins, como tiene que ser :lol:. Esto por supuesto en zonas céntricas y concurridas, porque les gustará lucirse, como pasa en todas partes.

Y luego que aquí creemos estar acostumbrados a las morenas, y ciertamente las turcas no distan demasiado de las españolas, tal vez diría que son de piel mas blanca y ojos mas claros, que algún observador internacional de los que tenemos por el foro me corrija si le parece, pero luego te cruzas por allí con chicas de rasgos árabes de cualquier parte del globo y te das cuenta de por qué siempre se ha hecho mención, mucho en la literatura, a los profundos ojos de las árabes, turcas y demás moradoras de las arenas, porque tienen unos ojos que hipnotizan macho. Y ves a unas hijas con los padres muslim haciendo turismo, que va la madre como envuelta en bolsas de basura, y la hija bien prietita y bien lozana, con una melena negra por la espalda que ni en los anuncios de Pantene que te quieres dar de cabezazos contra la pared, sobre todo cuando estas por ahí a tus cosas y una de estas a las que has estado lanzando miradas se te acerca con un "hello, where are you from" para practicar el inglés mientras los padres compran souvenirs, y a los escasos minutos te la quitan de las manos, como me pasó a mi.:sad:

Después de este viaje no sé si me gustan mas las nórdicas o las morenas de marcados rasgos árabes, ahí anda la cosa.

Respecto a lo de malencaradas, no que yo haya podido comprobar. No me he cruzado en mi viaje mas que con un cretino, que yo recuerde. En todas partes, en estos países, hablasen el idioma o no, amabilidad y ganas de ayudar, si era el caso. Y nada de inseguridad, en ningún momento, en ningún lugar.

Consejo: Nos os cortéis en decir que sois españoles, en ninguna parte del mundo, caemos bien worldwide
 
Vas a tardar más en completar tu relato del viaje que en el viaje en sí.
 
Ya :lol:, pero es que me ha pillado el toro en la matrix. Aunque debo recordar que solo lo enfocaba como una guía de Estambul, hecho eso, que queda nada, será 60% Estambul, 40% todo lo demás.
 
Voy a terminar esto aunque muera en el intento.

CAPITULO 2: RUILLAS RASPADAS Y QUEMADURAS DE 5º GRADO

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Autobús a Capadocia.
Menudo viaje en autobús, amigos. Para una persona larga como yo es una tortura vietnamita. Si mides 1,94 las rodillas te pegan con el asiento de adelante, la cabeza te queda en mala altura para apoyarla en el reposacabezas, por lo que en cuestión de dos minutos te empieza a doler el cuello, la única opción para intentar descansar es bajar la bandeja que sale del respaldo del asiento de delante e intentar descansar sobre los brazos cruzados. Para mi es siempre la misma historia. A pesar de que el autobús era cómodo el viaje fue infernal, por eso cuando llegamos a la pequeña parada de autobuses en las afueras de Estambul yo ya sabía que volvería en avión, a pesar del sacrificio económico que me resultaría. Me sacan de allí muerto antes que en autobús. De todas formas el servicio y el vehículo están bien para un viajero de estatura media, hay tele con morerías, te dan algo para entretener al estómago…

El autobús te deja en la estación de Nevsehir, una ciudad pequeña sin atractivos para el turista, que solo pasa por allí de camino a la Capadocia.
Haces un transbordo a un autobús más pequeño que te lleva a Goreme, en mi caso un autobús muy similar a los que veía por aquí cuando era un nene, de los 90 pero que más bien parecían de los 60, con asientos de madera y todo eso. Viendo el paisaje y el propio autobús me preguntaba a ratos donde cojones me estaba metiendo, Nevsehir, visto superficialmente, no parece muy diferente de las imágenes que se ven por la tele de Bagdad o Kabul. Al día siguiente otro grupo de turistas se quedó tirado a medio camino medio día porque ese mismo autobús se averió.



Llegué a Goreme como a las nueve de la mañana sin dormir y con los huesos un poco molidos. A pesar de mi agilipollamiento el paisaje de Goreme me sorprendió profundamente a primera vista, desde luego no es algo que hubiese visto antes. Para empezar la paleta de colores, marrones, arena, el profundo azul del cielo y todo esto salpicado del verde de los árboles que adornan la población, las formas de roca fálicas por todas partes y rodeando la ciudad un muro de roca totalmente agujereado por hoteles y hostales. Realmente es un paisaje marciano, aunque Goreme en concreto no es más que un pueblacho venido a más desarrollado a la medida de los turistas, no hay parques, es difícil encontrar un asiento público que no sea el suelo. Los supermercados o tiendas son escasos y pobremente abastecidos. Parece un escenario un poco de pega, como un poblacho polvoriento que no es sino un decorado de película. Todo son hoteles o restaurantes, es habitual que de una casucha que a simple vista parezca el hogar de un labriego local salgan una docena de japoneses con todo el equipamiento de turista pro. En definitiva, un lugar pensado para comer y dormir, punto. Por otro lado tiene el toque hippy propio de los lugares transitados por mochileros. La rigidez del mundo civilizado se relaja en las formas, en el vestir, los turistas bien se toman un té en chanclas mientras a su lado atraviesan la carretera dos perros despreocupados por delante de una carroza de caballos que a su vez es adelantada a derecha e izquierda por una manada de ruidosos quads, algunas mountain bikes y un minibús.

Hay un mirador por ahí cerca, hay que serpentear por unas pocas calles trufadas de hoteles, posiblemente no aciertes a la primera, llegas arriba y las vistas son fenomenales, lo primero que te encuentras es una tienda y bar en la que el agua se vende como lágrimas de virgen, 3 liras yo creo, posiblemente el agua más cara de todo el país. Ese punto, ese mirador, no es un sitio cualquiera. Alrededor de ese mirador salen todos los globos aerostáticos que se ven mil veces en internet, en las redes sociales de vuestros amigos, desde ahí se toman las fotos desde el suelo de los que no se pueden permitir un viaje en globo, desde ese lugar se lanzan fotografías clónicas que inundan Google Imágenes cuando escribes Capadocia. En ese lugar todos los días a partir de las cinco de la mañana empiezan a levantarse los globos y llega la gente pertrechada con cámaras y un jerseicillo para el fresco, luego veremos esto.

Opciones para visitar hay demasiadas como para poder con todas, solo con los lugares accesibles a pie en los alrededores de Goreme ya da para un par de días, debería resultarnos fácil encontrar un mapa con todos estos lugares de interés, dicho mapa incluirá tres famosos tours por diferentes zonas, el tour verde, el azul (unas 100 liras each, ahora no me acuerdo bien) y el rojo, algo más barato por recorrer las zonas más cercanas a Goreme, algunas de las cuales podemos alcanzar a pie sin pagar nada, aunque otras requieren de paso por taquilla. Yo no he experimentado ninguno de los tours porque empezaba a estar mosca con mi presupuesto y era pronto para saber si me ajustaba a él o no:

Estaba experimentando con una tarjeta asociada a una cuenta en la que tenía 1200 euros para 21 días, billetes incluidos. Si ese dinero se me acababa antes de comprar el billete de avión de vuelta iba a estar bien jodido, por ello me puse en modo rata extremo en algunos momentos, como este, en los que podría haber disfrutado mucho más del viaje soltando solo un poquito más de dinero. Otra parte del viaje en la que no soltaba la guita ni a punta de pistola fue en Sofía, lo cual lamento, porque el dinero cunde muy bien allí y se nota poco en el bolsillo.

No obstante el verde y el azul me parecen buenos planes ya que incluyen transporte y un tentempié, duran bastante y al cambio son baratos.


Hay dos puntos junto a Goreme de los que conviene hablar (sin contar el mirador antes mencionado, que considero también punto de interés). Si seguimos las señalizaciones desde la población podemos llegar tras una caminata moderada al llamado Museo al aire libre. Es parte de un pueblo escavado en la roca en los primeros siglos del señor que alberga viviendas y otras funcionalidades, destacando entre ellas un par de iglesias con vistosas pinturas religiosas. En mi opinión no vale nada la pena, es aburrido y no merece el viaje hasta allí, mucho menos el precio de la entrada (20 liras).

Ahora bien, siguiendo la carretera para llegar allí, saliendo de Goreme a la izquierda hay otra zona de rocas escavadas, es imposible no verla y es gratis porque no se le pueden poner puertas al campo, la diferencia es que este es como la versión chabolista del Museo, pero a mi parecer es mil veces mejor por la sensación de libertad y paz, ya que apenas vi gente por allí, si bueno, los hay aquí y allá pero la zona es tan basta que no te los cruzas, y es una auténtica gozada hacer un poco de trekking por allí con el sonido del viento y toda la tranquilidad. Definitivamente fue mi mejor experiencia en la Capadocia. Por esa experiencia SI habría pagado, y desde luego NO volvería a pagar por entrar al Museo al aire libre.

 
Coño, qué bien, joder; ya creía que ibas a dejar esto muerto. Gracias por continuar, esperamos las siguientes entregas rabo en mano.
 
Perrino LOL


Gracias por seguir con el hilo Mr. Lechuck, agradecido le quedo.
 
Menudo lío me estoy montando con el nuevo sistema de editar posts.

No Perrino, no ando metido en esas movidas. Fui a meterme al ISIS y me rechazaron por no pasar la prueba de Degollamiento y anatomía de la traquea. También por lo de los pies planos.


Al primer día se me ocurre ir hasta Uchisar, que es el pueblo vecino, a 5 Km. Si veis mi primera foto de la Capadocia es ese peñasco que se ve lejos al fondo.

Uchisar tiene un interesante atractivo. Un castillo, pero no uno de ladrillo o piedros como en la moderna Europa, no, un peñasco lleno de agujeros y túneles con las que posiblemente son las mejores vistas de una enorme extensión de… piedra de la Capadocia. Esta dentro del circuito del tour rojo o bien se puede pillar un autobús por dos duros, pero yo discurrí que ir a pie por alguno de los senderos de trekking que hay por la zona armado con zapatillas planas y pantalones cortos, sin gorra ni crema solar sería una experiencia más plena. Me levanto pronto y salgo pertrechado para el desastre, pregunto qué dirección tomar, varias personas me dan intrucciones que en nada se parecen unas a otras, así que utilizo la lógica y me pongo a caminar en línea recta hacia el peñasco. Abandono el hábitat de los turistas y sigo escasas y poco visibles señales hasta dejar atrás Goreme e into the wild. A los 5 minutos ya no sé ni volver para atrás, tengo mis zapatillas de ciudad llenas de arena y el sol empieza a pegar, me araño con los hierbajos mientras camino entre rocas, arena, almendros e higueras que supongo crecen libres pues esa zona no aparenta tener dueño o al menos no uno que se haga cargo.


La combinación de la roca lisa y la arena resulta LETAL. Unido esto al hecho de que llevo zapatillas de suela plana desemboca en un señor ostión y posterior aterrizaje en unas zarzas, me levanto raudo esperando que no me haya visto nadie a pesar de que resulta obvio que estoy bastante solo, también es cierto que la nube de polvo que levanto debe ser visible desde el pueblo. Me quito una docena de pinchos de piernas y brazos y camino hasta divisar signos de civilización, solo que cinco metros más arriba sobre una pared de roca lisa. Finalmente veo unos ladrillos apilados para escalar hasta la mitad de la pared. No parece difícil para un mono araña como yo, pienso. Tras trepar a los ladrillos me encuentro clavando las uñas en la roca para no despeñarme, los granos de arenisca se agarran a la carne en las rodillas y las yemas de los dedos como diminutos cristales. Sujetarse a los matojos no vale de nada y parece que cuando dejo de utilizar todas mis fuerzas solo para mantenerme fijo en el sitio resbalo peligrosos milímetros de roca.


Al final consigo salir de esa pared infernal, camino apenas una docena de metros y estoy en una amalgama de negocios de carretera, un restaurante, junto a una cafetería junto a un puesto de helados de esos que te hacen cucamonas junto a varias tiendas de souvenirs. Justo mientras me saco los granos de arena de la rodilla sangrante llega por allí un autobús de festivos turistas. Chorreando sudor y todavía con algún pincho en los brazos me derrumbo a degustar un estupendo café frío lleno de nata (no tenían cerve, los cabrones), 8 liras por cierto.


Una hora y media de penurias y todavía estoy a mitad de camino. Me encontré con un italiano con el que me había cruzado antes, como iba al mismo sitio y pensaba volver también haciendo trekking pero por otra ruta, ambos concluimos que mejor ir juntos para no morir en el intento.
 
Última edición por un moderador:
Grandioso relato, lo del autobús es mortal yo creo que fue el viaje que más horas de autobús me he chapado, espero ansioso el desenlace de su caminata improvisada.
 
Joder qué recuerdos. El otro día recuperé yo las fotos de cuando estuve por ahí, que ya las daba por perdidas.

En cuanto a lo de los autobuses, está muy bien viajar con autóctonos un rato, ver de qué palo van, dejar que te pregunten chorradicas... pero muchas veces un avión no resulta tan caro en estos países.

Recuerdo que un vuelo de Estambul a una ciudad de la capadocia salía por menos de 50 eypos, y otros tantos de la capadocia a Izmir.

En Birmania, por ejemplo, el autobús eran veintipico lólares y el avión treinta y cinco o así. La diferencia de horas era matadora.
 
No me había percatado de la existencia de este hilo,aquí le dejo mis dieses :121
 
Por cierto la zona, la Capadocia digo, tiene que estar bien visitarla en la primavera, estoy viendo unas fotos y en vez de maleza muerta hay hierba verde y flores, y hará un fresco muy agradable para pasear, y no un calor que mata a los buitres. Lo tendré en cuenta por si vuelvo en un futuro.

La visita al castillo ese, que realmente no es más que subir arriba para bajar de nuevo es lo único que se puede hacer en el pueblo de mierda en el que adentraba, pero bueno, ya que estaba allí… la entrada son 6 liras. En la entrada había un tipo con un espectacular puesto de cascaruja para comprar al peso. Dátiles, frutos secos, algunos de los cuales no supe reconocer, frutas deshidratadas o confitadas, orejones, la piel de lima es droga pura, la he visto por aquí en algunas tiendas de porquerías mainstream. Cosas de esas que las quieres probar todas y el buen tipo lo sabe y te ofrece picoteo. Le pillé una contundente bolsa de esos cacahuetes que también hay en España que están rebozados por una gruesa capa de algo, maíz o yo que sé, el caso es que aquellos eran artesanales, menudo vicio, me los comí todos luego al mediodía, cuando creía que iba a morir.

Subimos al “castillo”, tiramos unas fotos y nos marchamos, el pavo italiano llevaba tres aparatosas cámaras del año del garrote y me gustó el aprender a manejarlas para echarle unos retratos, hay que usarlas con cuidado, que son de carrete. Igual deberíamos habernos dado una vuelta por el pueblo, aunque sea para obtener una foto decente del castillo, pero como ambos ya llevábamos unas horas de caminata y sabíamos que todavía teníamos que volver emprendimos la vuelta, que sería por el llamado Valle de las palomas, que viene a ser una zona en donde se crían las ratas del aire en agujeros en la roca para aprovechar su mierda como buen fertilizante. Eran como las 12 de la mañana, comenzamos a descender saliendo del pueblo por el camino que aparenta ser el correcto, siguiendo señales aceptables y más tarde difíciles de descifrar. Los caminos los mencionados antes, arena cubriendo roca lisa. Mejor hubieran puesto rodamientos directamente, hostiazo asegurado.
Nos empezamos a meter por el valle, el sol en lo alto pegando como el rayo de la muerte, llevábamos como tres litros de líquidos cada uno y nos quedamos cortos. Vamos andando y cuanto más avanzábamos más claramente se percibía que eso no eran caminos muy transitados, cada vez más estrechos, menos visibles, más ocultos por maleza, pero ya no había vuelta atrás. A menudo el camino que seguíamos se cruzaba con otros caminos igualmente invisibles, por momentos pensaba que no eran caminos sino que simplemente la arena había ido juntándose en líneas en las faldas de las montañas. Seguíamos un valle así que tampoco podía haber pérdida.


SALIENDO DE UCHISAR CON SU CASTILLO AL FONDO, EL DE AZUL ES EL TIPO ITALIANO

Dos horas después, avanzando con lentitud y a menudo desandando el camino, llegamos a un punto en el que el valle se partía en tres niveles, las boinas de las rocas que cerraban el valle, en donde vimos muy lejos a un viejo asomarse, lo que nos dio esperanzas. El nivel intermedio, donde estábamos encerrados nosotros porque no había forma de subir arriba ni de bajar abajo, y el cauce seco de un río lleno de árboles y sombra que me habría hecho salivar si no estuviese seco y mareado del calor en la cabeza que amenazaba con dejarme pajarito, porque por allí a las tres de la tarde la única sombra era la que proyectábamos nosotros mismos. No había forma de bajar al último nivel sin despeñarnos, de hecho nos cortaba el camino para poder avanzar, por suerte nos encontramos una cavidad en la roca en donde no pegaba el solazo y descansamos un ratillo. En aquel momento estábamos un tanto serios porque empezábamos a ver el panorama un poco jodido. El calor asfixiante y el sol nos hacía consumir mucha agua (calculo que casi a litro por hora), a mí me dolía la cabeza después de estar dándome el sol desde pronto por la mañana y los brazos, piernas y cuello escocían como nunca en mi vida, y eso que yo he sido cafre para esto de protegerme del sol desde siempre. Incluso los ojos nos dolían, del fuerte sol que reflejaba en la roca blanca.


Decidimos echar el resto, revisamos el caldo que queda en el culo de nuestras botellas, me ato mi camiseta en la cabeza y deshacemos un tramo hasta un punto en el que estamos lo suficientemente cerca de las boinas de roca como para treparlas, subimos arriba pero pronto nos damos cuenta de que es una idea peligrosa, el colega italiano con sus zapatillas de monte puede caminar por ahí pero para mí es demasiado fácil patinar, me puedo despeñar con la tontería así que volvemos para abajo y desandamos otro tramo hasta un punto en el que no hay boina de roca, sino que la tierra y las matas suben hasta sobrepasar la pared de roca. Es nuestra mejor opción así que mientras el colega revisa otro posible camino yo tiro para arriba hasta encontrar unos de esos caminos de arena que tal vez no son caminos, ando 20 metros, resbalo con la arena y me abraso las yemas de los dedos al aterrizar, maldigo media docena de veces y finalmente me encuentro que el camino hacia la superficie pasa por debajo de un estrecho arco de roca. Me habría puesto a saltar de alegría de no ser porque sabía que de ahí volveríamos a las afueras de Uchisar y todavía teníamos casi todo el camino de vuelta a Goreme por hacer.

Total que andamos un poco hasta ver una señal que vuelve a indicar un circuito hasta Goreme, para allí que enfilamos, andando cuesta abajo hasta entrar en otro valle infernal. Ese otro no pintaba tan mal, sin duda es un paisaje peculiar y atractivo el de los almendros, higueras, moreras y viñas creciendo entre arena blanca encerrados a la sombra de dos paredes de roca.
Vamos bajando una cuesta y nos encontramos un oasis de gentes primitivas, una especie de bar/cafetería que no es otra cosa que un agujero que forma una terraza en la roca adornado con algunas sillas y mesas cada una de su padre y de su madre y poco más ornamento, y esto regentado por dos gañanes de dentadura desordenada y descamisados que matan el tiempo escuchando la radio y charlando. Clientes no había ninguno ni se divisaban por la zona, aunque dado el punto estratégico en donde esta ese curioso lugar pienso que no se iban a hacer millonarios (saltaba a la vista viendo ese pesebre lejos del pueblo en un barranco para senderistas) pero no les iba a faltar nunca un pequeño pero ilimitado goteo de turistas sedientos. Les compré una botella de agua fresca que nos supo a maná divino y seguimos andando hasta que eventualmente llegamos a ese cauce de rio seco que había visto desde más arriba un par de horas antes. Desde allí pasando por algunos túneles escavados en la roca por el río llegamos a un camino que indicaba sin error posible que íbamos bien. Por el camino había algunas rocas de aspecto tan fálico que se podría pensar que fueron talladas por alguna raza extinta obsesionada con las pollas. Una raza de adoradores de pollas que construían gigantescos penes erectos que miraban altivamente al dios Sol.


Al final acabamos por llegar a Goreme, no me alegré demasiado porque estaba hecho trizas y sabía que mis quemaduras afectarían negativamente al resto del tiempo que me quedaba allí.
Como daba por hecho que no iba a cenar fuera y me quedaría en mi habitación lamiéndome las heridas el italiano y yo hicimos una visita a uno de los infames supermercados. Teniendo en cuenta que el hostal en el que paraba no tenía cocina (no para los visitantes, aunque si tenían algo para preparar los desayunos [incluidos en el precio]) tuve que ceñirme, de entre la reducida oferta, a productos de supervivencia, a saber, pan de hogaza del año 1, un paquete de fiambre regulero y como no tenían queso en lonchas compré una pasta roja como el infierno para darle vidilla a la comida. Eso sí, paquetes de galletitas industriales, una pared entera, y fruta, pues no lo recuerdo pero la imagen de un solo racimo de plátanos ennegrecidos casi putrefactos revolotea por mi memoria, para mí que eso es todo lo que había en cuanto a fruta.
Me despedí del italiano diciéndole en broma que no quería volver a verlo en mi puta vida, y era cierto, llevaba bajo el sol desde las nueve de la mañana y habíamos estado perdidos durante por lo menos cuatro horas bajo el sol de mediodía sin una sola sombra bajo la que cobijarnos, eran las cinco de la tarde y sentía mi piel crujir como un papel en el fuego. Había sido una mala experiencia, pero como todas las malas experiencias cuando viajas, con el tiempo se olvida lo malo y queda una buena anécdota. Un día vas en el autobús medio dormido y te acuerdas de esas cosas y te ríes, y quieres volver a repetir.
Una vez en el hostal lo primero que hice fue pegarme una ducha, a continuación saque mi crema DE MANOS Eudermin y me unté medio bote por todo el cuerpo, incluida la cabeza, que me dolía un huevo, formando un puré con el pelo que parecía yo salido de un bukakke de Torbe. Reposé una hora y repetí el proceso, pues eran necesarias medidas de emergencia para salvar mi carbonizada epidermis. Y luego repetí una tercera vez, tres duchas y tres untados de crema desde los tobillos hasta la puta cabeza. También me hacía falta recuperar algo de peso así que en mi habitación me hice una hilera de sándwiches horripilantes y me los comí todos igual que el espía se come los documentos robados antes de que aparezcan los guardias, con asco y a la fuerza, empujando con los dedos traquea abajo.

Cuando te quemas con el sol lo normal es que te empieces a pelar a los tres o cuatro días si ha sido una quemadura fuerte. Yo me empecé a despellejar a las cuatro horas.


Por la noche pillé el billete de avión (48 euros) de vuelta a Estambul , no sin problemas por culpa de un teclado turco y un ordenador que se apagaba solo cada pocos minutos, acabe histérico perdido como una niña que ha perdido a sus padres. Vaya día mas de puta madre.

Ahora os hablaré un poco de los putos australianos. Los australianos son los niños bien del mundo de los mochileros. Tienen más pasta que nadie, siempre viajan más tiempo y con muchos más medios, y sus mochileras son las que están más buenas. Ya lo he visto unas cuantas veces pero os pondré el ejemplo de los dos que tenía en mi habitación. Dos veinteañeros que se habían tomado un año sabático para recorrer Europa, aficionados a la fotografía, cargaban con cámaras y objetivos de unos cuantos cientos de euros, Macs, GoProses, se habían hecho los tres tours que comenté anteriormente, además del paseo en globo tan típico de allí (100 euros/persona mínimo), comían y cenaban todos los días en el restaurante que les salía del rabo y encima volvían siempre cocidos y con varias botellas de vino en la mano. Te dan envidia mala, claro, aunque sea porque se puedan permitir ir a donde les da la gana el tiempo que sea. Si tenemos en cuenta el billete de avión para ir y volver de la Capadocia, solo en tres días se gastarían 500 euros los colegas, e iban a estar un año a ese ritmo.

Desde el momento en que me horneé vivo mi visita a la región se acabó. En mi último día completo apenas salí más que para ver el famoso espectáculo de globos aerostáticos elevándose al amanecer. Puede parecer la polla ver el espectáculo desde el cielo pero a mí no me hacía ni fu ni fa, me bastaba y me sobraba con verlo desde el suelo. Así que a las 5 de la mañana me levanto como un cobete y salgo a paso ligero al mirador. En mi desconocimiento pensé que el momento este de estar todos los globos en el cielo y el sol saliendo por el horizonte es un instante que si parpadeas te lo pierdes. Nada de eso. Empecé a trotar por las calles del pueblo cuesta arriba y llegué al mirador con los pulmones saliéndoseme por la boca, y allí no había globos ni hostias. Tardaron la mayoría de globos como media hora en empezar a despegar, lo que me costó a mí recobrar el aliento. Hacía un fresco del copón, y yo en camiseta, el más listo. El sol no había salido y estaba todo oscuro, luego los globos están por ahí arriba como una hora mínimo así que si quieres ver el espectáculo y tirar fotos con que vayas a las seis te sobra. Yo me fundí toda la batería de la cámara haciendo fotos cuando apenas había luz, y luego sale el sol y se ve todo mil veces mejor y se te queda cara de gñe. Eso si la experiencia está bien, para media hora, con la gente que se va congregando, los perros callejeros que acuden al lugar con la gente, algún globo que pasa tan cerca que casi puedes rozar la canasta, y que el que maneja el invento aprovecha para hacer alguna coña. Buena experiencia… si vas a las 6 de la mañana con una chaquetilla.










Luego estuve comiendo en un pequeño restaurante algo apartado del centro, bueno, el más apartado, Café Keyif:

https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g297983-d4259592-Reviews-Keyif_Cafe_Restaurant-Goreme_Cappadocia.html


Una ensalada César grande y buenísima y no recuerdo que más, además de que fue la única vez que probé el Baklava, Tengo que hacer algún día esa mierda, me encantó, y el camarero, un chaval joven, me invitó a té solo porque a él le parecía que combinaban bien. El sitio, fenomenal, el servicio y la comida muy buenos, me gustó tanto que le dije al chico que volvería al día siguiente antes de pirarme. Al final vi que se me iba el tiempo y no cumplí con la promesa, a cambio os recomiendo que si vais a la Capadocia paséis por ese restaurante, y si no os fiáis de mi ahí tenéis las opiniones de Tripadvisor.

Al día siguiente me percaté de que tenían servicio de transfer (25 liras), un minibús que te recoge con la holgura justa como para llegar al aeropuerto sin prisa pero sin demasiado margen tampoco, es una observación mía esto. No es mala inversión esto ya que el aeropuerto está más lejos de lo que parece, diría de memoria que más de una hora de trayecto sin contar el tiempo que tardan en recoger a todos los clientes no solo en Goreme sino en otras poblaciones. Hay otras opciones supongo, seguro que hay un servicio de autobuses pero la comodidad y la tranquilidad esa no te la dan.

¿Vaya ladrillo, no?

Hay dos aeropuertos en la región, ahora no me acuerdo como se llaman pero el caso es que el que me tocó estaba más o menos bien, hubo un retraso largo, pero bueno. Luego el vuelo en Turkish Airlines bastante bien, hasta te dan algo de comer. Para lo corto que es el trayecto y lo agarradas que son ahora las aerolíneas pues me sorprendió.
 
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Grandísimo episodio!!! Gracias de nuevo.


Respecto al capítulo con el italiano y el desierto, bueno es lo que comentas que tienes que quedarte al final con la historia que contar. Como yo cuando cuento el cómo acabé en un putichino de Pekín, o como unos amigos y yo cantamos el Ni más ni menos de los Chichos en Lijiang, en pleno Himalaya. Al final quedan los recuerdos y las historias.
 
Respecto al capítulo con el italiano y el desierto, bueno es lo que comentas que tienes que quedarte al final con la historia que contar. Como yo cuando cuento el cómo acabé en un putichino de Pekín, o como unos amigos y yo cantamos el Ni más ni menos de los Chichos en Lijiang, en pleno Himalaya. Al final quedan los recuerdos y las historias.

Y a que esperas para contar esas historias. No aquí, por supuesto :lol:, pero si en el forochat.


CAPITULO 3: DA HAUNTED JAUS

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De vuelta al aeropuerto (asian side) de Sabiha Gokcen, iba a pasar un par de días en el lado asiático para ver como es aquello. Según salí justo enfrente tenia los autobuses de la empresa Havatas, que realizan un circuito fijo, así de memoria hay uno que circula por el lado asiático y otro que va al lado europeo, Taksim y tal, ya me falla la puta cabeza pero el precio no es dinero y si tienes el destino al lado de alguna de sus paradas es la mejor opción. Ojo, no confundir con el servicio de shuttle de los primeros párrafos del hilo. El shuttle es apropiado si las paradas de la línea regular te pillan a desmano para ir cargando con el equipaje, ya que te dejan en donde quieras, y la línea regular esta bien si tienes el destino en la misma plaza Taksim, por ejemplo. Ambas opciones son mejores que el trasporte público y los taxis, por tranquilidad y comodidad.

A pesar de que la parada que me venía mejor era Kadikoy, más o menos cerca mirando un mapa, aun le llevó al autobús como una hora en llegar, muestra de lo gigantesca que es Estambul. Una vez allí en el paseo marítimo me tengo que resignar a la realidad, tengo que coger un taxi, algo que quería evitar a toda costa durante mi estancia en la ciudad. Cruzo la calle y me acerco a un tasista. Le enseño las direcciones del hostal en Hostelworld en mi minúsculo Samsung Galaxy Duos y el pavo dice que ok. Según me subo y ya estoy temiendo que empiece a dar vueltas innecesarias para meterme buen palo, las malas artes de los taxistas turcos son legendarias. En la información adicional del hostal ponía que desde ese mismo punto al hostal en taxi había un viaje de 12 liras. Con ese dato en mente me acomodo y espero que no me la jueguen. De primeras se pone a conducir como un puto demente, primero mirando el mapa en mi móvil y conduciendo con una mano. Luego por lo visto no se aclara, saca su móvil y, conduciendo con los codos, se pone a escribir en su móvil con la mano izquierda la dirección que aparecía en la pantalla de mi móvil, que sujetaba con la derecha, en un momento dado incluso tomando curvas cerradas en una calle cuesta abajo, y yo ahí apretando el culo como un bailarín de Jose Luis Moreno. Luego que no se aclaraba, se para en una especie de garita para taxistas y desaparece por una puerta, dejándome con el taxímetro corriendo. “ya me la ha jugado”, con la excusa de no encontrar el lugar se va a preguntarle a los compañeros (a tomarse una caña a mi salud) para exprimir al mochilero. Al rato sale, alivio, y a los pocos minutos llegamos al destino.



Al final la carrera salió por 16 liras así que no me quejo. Sería que realmente el sitio estaba en un sitio raro, en una calle estrecha en un barrio de clase media de acceso extraño, ya que la zona está cerrada por enormes extensiones de cementerio (zona verde en la foto del mapa). De hecho el hostal era una clásica casa de madera turca que como patrimonio histórico no podía poner un letrero en la fachada que anunciase su nombre o función. El tipo que llevaba el sitio muy atento, pero me extrañó que no hubiese más clientes, siendo una casa bastante grande y con tres alturas + sótano, donde aparentemente vivía el chico este. Cuando me lleva a mi habitación me encuentro con tres pavos discutiendo, dos jóvenes y un cuarentón, turcos, que no estoy seguro de quienes eran, aparentemente familia y propietarios de la casa, que dormían ahí. La situación me resultó incomoda de cojones. Me puse a organizarme con mis cachivaches en medio de un silencio incómodo. Obviamente eran gente correcta y querían mantener un ambiente decente para los clientes, pero que ninguno me habló más allá de un “hello” durante mi estancia, porque no hablarían inglés, que estuviese en una habitación con tres tíos que no eran turistas, sino que vivían ahí, que no hubiese casi nadie por la casa de la mañana a la noche, y que al otro lado de la calle había un cementerio que era también lo que se veía desde la ventana de mi habitación, me hizo todo ello pasar unos días raros en esa casa. De hecho daba un poco de mal rollo, por ser los muebles antiguos, las escaleras de madera crujiente… los baños estaban bastante bien por cuidados, espaciosos, todos para mí, pero al mismo tiempo se hacía un poco perturbadora tanta tranquilidad, que si hubiese una señora de la limpieza y aparece por ahí como en Psicosis me da un tras-tras.

También me daba pena el lugar, ya que por su ubicación en el lado asiático recibía pocos clientes, aunque los fines de semana, decían, se llenaba de locales. En los casi tres días que pasé allí vi una pareja de alemanes y un chaval que apareció una mañana para coger su desayuno y volver a su habitación sin decir palabra.

Pincha para ver la calle del hostal (nº 69) en Maps

La zona era auténtica 100%. Barrios de clase media sin un solo letrero en inglés a la vista, tiendas en las que te vuelves discreto centro de atención en cuanto abres la boca, mercadillos callejeros en donde reponer calcetines a buen precio, la gente mayor que sale a los pequeños parques a charlar hasta bien entrada la noche, o a tomar un té jugando a un juego de mesa concreto que ahora no recuerdo, precios económicos para el turista, y nada, nada que huela a zona turística.

Volved a mirar la foto del mapa que he puesto más arriba. Hay una línea negra punteada que une el lado asiático y europeo que representa los límites del mar de Mármara. Esa línea es también un recorrido de metro bajo el mar que nos deja en Eminonu, junto a la estación de trenes, el puente Gálata, etc. Yo que pensaba coger el taxi marítimo para ir a la estación a comprar el billete a Sofía, y me enteré de que existía esta línea tan apropiada. Una sola parada para cambiar de continente mientras se atraviesa el Bósforo por debajo. Ya no tenéis excusa para no visitar el lado asiático de Estambul. Desde Gálata llegas antes que a Taksim, coño.
Comprar el billete fue pan comido (59 liras, menos de 20 euros), lo que yo no sabía todavía es la agonía que me esperaba desde el momento en que abandonaría el hostal de Estambul hasta que llegase al hostal de Sofía.

De vuelta a Asia y dada la ubicación de la estación de metro lo más interesante es recorrer el paseo marítimo en dirección al puente del Bósforo. Por allí sí que hay turistas, pero diría que son ciudadanos locales pasando el día al otro lado del rio, ya que las caras caucásicas son muy escasas. Según se camina junto al Bósforo en dirección al puente se encuentran muchos parques muy agradables para descansar, una zona de casas de gente adinerada, con sus cámaras de seguridad, garitas y buenos coches aparcados en la puerta, y más adelante barrios de aspecto rural y bohemio que me habría encantado recorrer. Todo esto es la zona de Uskudar, un paseo altamente recomendable, sobre todo porque el lado asiático bien merece una visita, pero en lo referente a sitios que visitar, pues no los hay, no en el sentido turístico, no hay espectaculares mezquitas, ni monumentos, pero si es un lugar para caminarlo. Al final no llegué al puente, porque está demasiado lejos como para patear hasta ponerse debajo, pero el paseo mereció la pena.

No hay mucho más que contar de estos días. En un paseo entre la primera línea de viviendas sobre la llamada carretera de la costa Uskudar-Harem según Google Maps, donde hay casas que valen muuucha pasta, me metí en un solar llenos de maleza y gatos porque vi que ofrecía unas vistas cojonudísimas de todo lo que mola en Estambul. Desde allí se veían Santa Sofía y la Mezquita Azul, el mar de Mármara, el Bósforo, el puente y la torre Gálata, y la Torre de la Doncella, que de primeras parece un faro pero es una edificación con un restaurante, sin duda un enclave privilegiado. Aunque para privilegiado el solar en el que estaba con aquellas vistas al atardecer. Además había un chaval local haciendo fotos con su trípode, su cámara y todo el copón, no se explicaba que hacia yo allí ni como había encontrado ese sitio. Ahí estuve un rato de charleta. No sé a quién le oí que la vida se construye con anécdotas. Pues yo saqué unas cuantas de este viaje.


EL CHAVAL CON SUS FOTOS EN EL SOLAR


Como tenía más hambre que el perro de Carpanta bajé al paseo marítimo a rascar algo. Enfilé por el camino más corto posible y acabé en lo que luego descubrí que era el muelle de atraque de la línea Sirkeci-Harem de ferris, es decir, otra forma de llegar a la zona de Gálata. También era estación de autobuses y puerto de mercancías. La gracia es que por aquello era autentico 100%. Por allí a los turistas los conocían solo por fotos, había una cantina cutre y allí cené un bocadillo que ni recuerdo que contenía. El sitio era tan básico que solo había dos opciones para comer, y una era el bocadillo ese, y yo mirando fotos de menuses por las paredes. Me supo bueno, más que nada por eso que ya comenté. Estar en ese sitio tan de verdad, tan cutre, con su cocinero lleno de lamparones, un par de viejos, la tele con el fútbol, en aquel sitio al lado del mar pero tan lejos de lo que yo consideraba familiar, es otra experiencia de la que ni siquiera se puede extraer una anécdota, pero luego la recuerdas muchos años después, coño, me entraba la risa allí con mi bocadillo, tan aislado en aquella cantina turca, en la que no habría pisado un extranjero desde que aquello era Bizancio.

Desde mi ubicación solo había que caminar un rato por la carretera de la costa Uskudar-Harem para encontrarse con el verdadero ambiente de aquella zona de Estambul. Hay buena cantidad de restaurantes, empiezan a aparecer los buenos coches, los vendedores ambulantes, la gente joven… a la altura de la Torre de la Doncella los pedrolos del paseo marítimo han sido sustituidos por una extensa zona de gradas, si, gradas para sentarse a unos metros del mar con amigos a tomarse un algo, con las vistas más privilegiadas de la ciudad. Mentiría si no dijese que aunque me gustó descubrir todo aquel lugar con tanto ambiente no me sentí un poco abandonado y solitario, porque apetecía apalancarse allí y disfrutar de la noche de verano pero no veía donde encajaba yo. Es una de las cosas negativas que tiene viajar solo, a veces te apetece hacer algo pero sientes que te falta la compañía para llevarlo a cabo, que de otra forma el plan no acaba de encajar.


EL PASEO CON LA TORRE DE LA DONCELLA AL FONDO, Y A CONTINUACION EL MISMO LUGAR DE NOCHE (NO APARECEN LAS GRADAS QUE HE MENCIONADO, QUE ESTABAN MAS CERCA DE LA TORRE)


Al día siguiente terminaba mi tiempo en Estambul. Hice uso del servicio de colada del hostal y dejé buena parte de mi ropa para que me la lavasen. Por algún motivo que no alcanzo a comprender me entregaron la ropa semi empapada y pasé mis últimas horas antes de marchar intentando secarla. Al final tuve que empaquetar todo junto a la ropa húmeda y abandonar Estambul para embarcarme en un horripilántico viaje a Sofía.
 
Se suponía que tenía que estar en la estación de trenes a las 8 de la tarde. Me presento allí como dos horas antes para asegurarme y pregunto, pues se me hacía raro que en una ciudad como Estambul la estación de trenes tuviese solo dos vías. Me dicen que no tengo que coger el tren ahí, ammm, bien, cojonudo, ya empezamos con las sorpresas. Que tengo que salir afuera y montar en un autobús que me llevará a la estación. Bueno, pues vale.

A las 8 nos hemos juntado ahí un grupito de turistos. Montamos, revisan billetes y pasaportes. Yo no llevaba pasaporte, LOL, porque no me hacía falta, pero eso no lo sabía nadie e incluso a mí que lo había comprobado mil veces antes de salir de casa se me encogía el culo cada vez que me lo pedían. Yo sacaba mi DNI y aguantaba la respiración cuando aparecían las caras de incredulidad y desconcierto. Al salir el autobús nos dicen que van a ser cuatro horas de trayecto hasta la estación. Bueno, pues vale. Me pregunto dónde cojones estará esa estación. Por el camino aun nos dieron alguna cosilla, un bollo y un vaso de agua o algo así. Descubrí también la cosa típica esta de echarse una especie de after shave en las manos y por la cara y cuello, un líquido como con limón, porque refresca, un truco contra el calor. A veces te lo ofrecen amistosamente, como quien te ofrece un chicle. Ciertamente arregla muy bien esa sensación de suciedad o pegajosidad que se tiene en las manos a veces cuando hace calor, aunque estén limpias.

No recuerdo si pasaron cuatro horas hasta que llegamos pero diría que fueron más, dado que hicimos al menos tres paradas en estaciones de servicio. Cuando llegamos el panorama era… inesperado. Primero nos dijeron que en esa estación de trenes DEBIAMOS ESPERAR A OTRO AUTOBUS QUE NOS LLEVASE A LA AUTENTICA ESTACION DE TRENES. Bueno, pues vale. Que todos llevábamos todo un día por delante, y ya estábamos cansados. La teoría era que a esas horas estuviésemos durmiendo en un tren camino de Sofía.


La estación era telita marinera. Para describir la estación y sus alrededores hay que situarse en la guerra fría, aunque geográficamente nos pille a desmano.
Edificio de dos alturas básico y sin ornamentos, frío e impersonal. En un gran letrero pone el nombre, KAPIKULE. En aquel momento no lo sabía, pero este nombre nos da cierta información en la Wikipedia. Es el nombre de la frontera turca con Bulgaria. En aquel momento yo solo sabía que estaba en un lugar rodeado de negrura. No había movimiento de vehículos, ni pasajeros, ni luces de alguna población, ni nada. Esa sensación de vacío que no me era ajena, de estar en un sitio irreal, un limbo.

Había una sala de espera, en donde se apalancaron todos que como yo pretendían llegar a Sofía. Las caras de desconcierto y cierto descontento saltaban a la vista.
Como supuse tenía un ratillo de espera por delante y aquellos hijos de puta no me habían dejado sitio en la sala de espera empecé a investigar la zona. Junto a la entrada, bajo el letrero con el nombre de la estación, había un montón de plumas, unas gotas de sangre y una masa sanguinolenta que sería algún órgano de la gallina que había sido desplumada y destripada allí. Gentes primitivas serian para no hacer eso en otro lugar. Una visión un tanto tétrica.


Luego caí en la cuenta de que era una estación para mercancías, y no para gente, dado el tipo de vagones que contemplaba desde el andén, que, eventualmente eran estudiados y chequeados por unos trabajadores.
Había unos currantes en otras estancias de la estación, se les veía perfectamente a través de las ventanas. De Hecho había uno jugando al solitario de Windows. Recordemos que era la una de la mañana. Un pequeño edificio aparte era un cuartelillo que alojaba a algunos somnolientos policías. Al lado había unos baños bastante decentes que resultaron un excitante descubrimiento después de una hora dando vueltas en círculos, tal era mi aburrimiento. Y el autobús sin aparecer.


Tengo recuerdos muy vivos de tan tediosa espera, porque di vueltas y más vueltas a la estación registrando hasta el más mínimo detalle que me sacase de mi sopor.
Había una garita sin guardia. Junto a la garita había unos setos y un trozo de césped en el que no me pude echar un rato porque estaba ocupado por una manada de perros asilvestrados, que no hacían nada cuando pasaba cerca pero montaban un buen espectáculo cuando algún gato asomaba los bigotes. Cruzando más allá de la garita y de los muros que delimitaban la estación había un camino de tierra y más allá solo campo. En ese punto todo alrededor era negrura. Es una sensación extraña cuando estas solo en mitad de ninguna parte, ni ruidos, ni luces, ningún estímulo externo.

Podría extenderme largo y tendido sobre las nimiedades de aquel lugar y aquellas horas, pero mejor sigamos.

Lo que se había supuesto como una breve espera se convirtió en cinco horas de tedio interminable. Cuando empezaba a hacerse de día, a eso de las cinco de la mañana, apareció el autobús.
Dicho autobús nos llevaría primero a la frontera. En la frontera te tienes que bajar, cruzarla a pie para que te miren el pasaporte, y luego pasarte un ratillo viendo como le dan un repaso al autobús unos policidas fornidos con cara de mala leche, búlgaros, claro. Según por donde les dé el aire te meten a un perrete entre el equipaje, hacen preguntas aleatorias o abren maletas y mochilas según la cara que te vean. En aquel caso le tocó a una turista asiática nada más.

Aluego cuando nos montamos pienso “ahora sí, vamos a la estación”. Bueno, pues no. Ya en territorio búlgaro el autobús empieza a meterse en pueblos, a recoger a provincianos, a llevarlos a otros sitios cercanos. A dar vueltas. Cualquier cosa menos ir rectos a la puta estación. Yo estaba ya muerto en vida. Me recuerdo encajonado en mi sitio mirando al frente con los ojos en blanco durante los 40 minutos que una señora mayor se sentó a mi lado, sin decir hola ni adiós. Luego el autobusero se metió en una calle en la que no podía maniobrar en algún pueblo y le dio una ostia a un jeep. Y más vueltas, de aquí para allá. Ahí donde paraba el autobús se montaba alguien, y cuando los dejaba se montaban más. Cualquier cosa menos dejarnos a nosotros. En esto resulta que había desde el principio un señor andaluz cincuentón. Igual era Bailaré sobre tu tumba. Uno de esos desocupados que viajan sin prisa y sin apenas planificación, a donde les lleve el viento.

En algún momento el autobús paró en una estación. De puta madre, pienso, por fin. Bueno, nos dicen que no nos movamos, que esa no es la estación a la que vamos nosotros. Una tía que creo era rumana se pone a discutir con una señora que organizaba el asunto desde la estación turca, debía ser de la empresa de autobuses aunque no conducía. Total que la rumana se baja, que ahí se queda. Luego pasa a mi lado Bailaré sobre tu tumba.

“Me voy a Rusia”
-“Lol. What?”
“Dicen que por esta estación pasa un tren que va para allá. A estos que los aguante su padre”
-“Bueno, pues vale. Que vaya bien…”

Se arranca el autobús y ya si, un rato más tarde llegamos a una ciudad que no sé cuál era y nos dejan en la estación de trenes prometida. A eso de la una del mediodía. Lo malo es que todavía me quedan horas para llegar a Sofía. Lo bueno es que se acabó el autobús, que puedo mear, que estoy en Bulgaria y los precios son de risa, y que empiezan a desfilar las búlgaras en shorts. Una horita de espera y llega el ansiado tren, el prometido tren a Sofía. Ya para entonces había hecho aliados. Tres pavos, cada uno por su cuenta haciendo el Interrail, uno un asiático feo como su puta madre, enorme frente, pelo lacio, pequeño y escuchimizado, granudo, gafirulense y de boca babosa y desordenada. Tenerlo sentado enfrente hizo mi viaje más largo todavía. Bajo el sol del verano el vagón crepitaba como una lata en una hoguera. Cuando alguien se bajó y tuvimos acceso a una ventanilla el aire que entraba era similar al que sale al abrir la puerta del horno. Nos pasamos cuatro horas luchando por mantener la cabeza erguida. Cuatro tíos apretados cabeceando de cansancio, calor y sopor. Las vistas, cuando hacíamos el esfuerzo de mirar fuera, eran bonitas, enormes cadenas montañosas, como si estuviésemos dentro de un gigantesco volcán dormido, y verdes campos que refulgían bajo el sol. Las paradas en estaciones me provocaban ansiedad. Ver a los revisores con el banderín en medio de las vías llenas de piedras, bajo el sol únicamente protegidos con una gorra me angustiaba, parecía que iban a arder como papel en cualquier momento.

Finalmente, a eso de las cuatro de la tarde, moribundos, llegamos a Sofía.
 
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Se te va a juntar el relato de estas vacaciones con el de las siguientes, canalla :lol:

Las fotos no se ven. Aguardo rabo en mano las de las cachondas en shorts, eso yes.
 
Se te va a juntar el relato de estas vacaciones con el de las siguientes, canalla :lol:

Las fotos no se ven. Aguardo rabo en mano las de las cachondas en shorts, eso yes.

Bueno eso ya lo sé desde hace meses, que le voy a hacer, soy un prisionero del mundo real. Pero voy a terminar el hilo porque no soy de dejar cosas a medias, aunque no quede nada de interés, ni fotos de tías cachondas que ya borré porque no cumplían mis estándares de calidad (las fotos, no las tías).

Las fotos del post a mi sí se me ven. De no verse sería que he excedido la capacidad de mi 4º cuenta de Photobucket pero todavía no es el caso.
 
A partir de ahora voy a linkar casi todas las fotos de internet porque siempre ando agobiado por si me paso del límite del Photobucket y se me bloquean, y tengo que andar seleccionándolas con cuentagotas. Perderá algo de autenticidad pero ganará en cantidad y calidad.

Si te imaginas Bulgaria como un país de mierda probablemente estas en lo cierto. Pero al mismo tiempo no es tan tercermundista. Digamos que España no le saca tanta ventaja como para mirarlo por encima del hombro.

La estación de trenes era una mierda en pleno proceso de modernización. Lo primero de que me percaté fue de la mala señalización para los extranjeros. Pocos letreros en inglés, y las indicaciones escasas y algo confusas. Aquella estación parecía más propia de una pequeña ciudad española hace 25 años que de una capital europea. Pero hay que darles un poco de confianza, en aquel momento estaba en pleno remozamiento. Las obras para modernizarla lo abarcaban casi todo.

Un pseudo vagabundo me abordó y me ofreció guiarme hasta la parada de tranvía. Dado que estaba literalmente para el arrastre me pareció bien, si intentaba alguna jugarreta siempre podía arrearle una hostia. La parada estaba muy cerca, pero no estaba a simple vista, que era lo todo viajero espera. Iba con el asiático feo, yo tan tranquilo y el claramente inquieto. Nos lleva el matao por unos pasajes en construcción, que serían futuros locales comerciales, no había nadie allí. Durante un momento dudé, y el asiático a medio camino con cara de susto dijo que el mejor se iba por otro lado. Pues vale tío, buena suerte. Realmente se pensaba que nos iban a desvalijar. Yo suponía que lo único que quería aquel arrastrado era alguna monedilla por el favor, y así fue. Se ofreció para comprarme el billete, estando ambos delante de la taquilla. Vale, cualquier facilidad me parece bien. Ya no me acuerdo cuanto le di, unos 5 lev (1€ = 2 lev aprox. Los precios así muy genéricamente para hacer cálculos mentales son la mitad que en España), el pavo al recibir los cambios me dio los tickets con una mano trazando una espiral en el aire para despistar mi atención de la otra mano, con la que pretendía quedarse todas las vueltas. Ya ves tú que perdida de dinero son 3 lev, pero no me gusta que me tomen por sucnor, le dije, psst, trae aquí, toma 2 lev y muchas gracias por tu ayuda. Se rebotó un poco pero que va a hacer, si le sacaba dos cabezas.

Al parecer si llevas una maleta o bulto grande, como una bici, tienes que comprar billete para el bulto también. Yo lo compré para la mochila y no lo utilicé.
El tranvía en el que me monté pues bastante bien, moderno y con aire acondicionado. No hay revisor ni conductor, pero se suben de vez en cuando para pedir billetes y que la peña no se pase de lista.
Durante el viaje conocí a un jevi bastante enrollado y amigable. Una prueba de que viajando solo se conoce a mucha gente buena e interesante. Cuando estás en tu ciudad viviendo tu rutina tal vez conozcas a nueva gente un día de fiesta, o con suerte tomando un café o en una librería. Viajando solo conoces a un montón de gente cada día, en cualquier momento y circunstancia. Es una cosa que mola mucho, la verdad.

Abramos un paréntesis. Uno de los puntazos de viajar solo es conocer gente, hacer amigos. A menudo son amistades tan fuertes como fugaces. Puede que una tarde os juntéis 4 o 5 cada uno de un país diferente, paséis la tarde juntos visitando lugares, paséis una noche de fiesta y desfase, para por la mañana son tus mejores amigos ever, pero por la tarde cada uno se marcha en una dirección diferente, y pronto no queda nada de ese grupo de amigos. Tal vez los tengas en Facebook o Whatsapp y hables de vez en cuando con ellos, siempre con promesas de volver a encontraros en algún otro lugar, promesas que se pierden en las brumas del tiempo. Al final el recuerdo es bueno, pero siempre da pena el despedirte para no ver nunca más a gente con la que te llevas tan de puta madre y que te gustaría llevarte a casa. Es una sensación profundamente agridulce.

Tras el relajado viaje una cosa me recordó en qué clase de país estaba. Bulgaria, cuna de los búlgaros, gentes de mala fama. Nada más bajarme del tranvía me senté en unos escalones a aclararme con el mapa. Lo primero que vi al levantar la vista fue a dos chavales de unos 13 años esnifando pegamento. Me quedé gñé perdido. Y no era un barrio de mierda, estaba a 5 minutos del centro de la ciudad, si es que no se podía considerar a aquello ya el centro.

El hostal era el mejor que tuve en ese viaje. Una casa de tres alturas con su propio patio en un barrio tranquilo, buenas camas y personal bastante enrollado. Desayuno gratis, bastante bueno (incluido en el precio sería un término más ajustado) y amplia oferta de planes para los clientes. El buen ambiente es crucial en un hostal y su ausencia en tan perceptible como las cañerías que expelen malos olores. El patio y el desayuno gratis ponían en bandeja este buen ambiente. Por las noches desconocidos cada uno de un país diferente se juntaban (yo también) mágicamente a charlar y a tomarse una cerveza, y el buen rollo inundaba el lugar. Por las mañanas era igual pero desayunando con los ojos sellados por las legañas. Bastaba sentarte a la mesa para entrar automáticamente en el grupo. No es tontería esta camaradería que comento. En Budapest acabé en un hostal bueno, limpio y moderno pero demasiado grande y amplio, que lo asemejaba más a un hotel en el que se procesan mochileros. Entrar, pagar, utilizar y marchar. La frialdad era absoluta y se extendía a las zonas comunes, en las que nadie hablaba con nadie y todos se perdían en sus teléfonos y tablets. Y si viajas solo eso no mola.

Volviendo a Sofía. Es una ciudad interesante. Muy, muy pequeña, al menos el perímetro de interés para el visitante, los edificios altos se cuentan con una mano, y no tiene mucho que ver, eso es cierto. Los puntos turísticos se ven en una mañana de paseo tranquilo, y antes de que se acabe el día tal vez los hayas visitado dos veces. Por contra sus precios bajos la hacen muy atractiva para disfrutar de sus locales y restaurantes sin preocuparse lo más mínimo por la minuta. Parece tener una potente escena cultural y mucha vidilla de muros para adentro. Es muy oscura de noche, la iluminación es un tanto precaria, y se nota que aunque hacen sus esfuerzos por modernizar la ciudad todavía les queda trabajo por delante. Si antes comentaba que su estación de trenes esta con un pie 30 años en el pasado y otro pie en la modernidad, podemos comprobar esta transformación en la calle principal, el bulevar Vitosha, hace unos pocos años una gris calle circulada por tranvías es hoy una impoluta calle peatonal en la que ir de compras, tomar algo o simplemente salir a ser visto.

La pregunta es si merece la pena visitar Sofía. Bueno, ni Sofía ni Bulgaria entera merecen tal vez un vuelo desde España. Pero si combinamos este destino con otros próximos, como Estambul, Bucarest, o los países de los Balcanes, entonces es un must. Un par de días son más que suficientes, de hecho yo estuve tres y me pareció excesivo. Dos días tranquilos disfrutando de sus restaurantes, sus opciones culturales y su vida nocturna sin preocuparnos de controlar el presupuesto, tal vez tres días, si hacemos visitas fuera de la ciudad, y marchar al siguiente destino con las pilas cargadas.

Se pueden ver todos los puntos turísticos siguiendo el mapa en el sentido de las agujas del reloj. Ningún punto mejor que Vitosha para empezar.

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Tomarte un algo en alguna de las numerosas terrazas mientras ves el desfile de tías impresionantes. No solo las búlgaras salen a lucir palmito por esta zona. Turistas rusas, checas, húngaras, ucranianas, polacas y sigue sumando, relaciones públicas, camareras de categoría… ya he estado en algunos sitios y me ha quedado claro que lo de Europa central y del este es un nivel aparte, pero lo del centro de Sofía es de expediente X. Es normal cruzarte con mujerones como salidas de las pelis guarras de Marc Dorcel. Mujeres altas y estilizadas de largas melenas y ceñidos vestidos, exudando morbo y sofisticación a espuertas, al menos en la fachada.

Caminamos hacia el norte. La siguiente parada es el palacio de justicia, pero solo para pasar por delante un momento. El edificio es parecido al Congreso en Madrid, con sus leones, pero no tiene más. Es, eso sí, punto de reunión de turistas y locales, un sitio concurrido.

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Un poco más al norte nos encontramos con la estatua de bronce y cobre de Sofía, la patrona de la ciudad. Es curiosa de ver pero las carreteras y el tráfico que la rodean la deslucen un poco.

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La estatua de Sofía mira hacia la sede del partido comunista, un espléndido edificio que preside una amplia y luminosa, aunque breve avenida.

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Entre la estatua y la sede del partido tenemos la iglesia de San Jorge, pero no está a la vista, sino dentro del patio de la manzana formada por el hotel Sheraton y el palacio de la presidencia. La pequeña iglesia de ladrillo no es gran cosa pero no pasa nada por hacer una breve visita a su interior. En el palacio de la presidencia hay guardias elegantes en la puerta y el interior. Por lo visto hay un show de cambio de guardia cada cierto tiempo.

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Seguimos por la calle que queda a la derecha de la sede del partido comunista, al este, encontramos el museo etnográfico, y más allá la comúnmente conocida como Iglesia Rusa, un muy cuco templo que fue construido donde antes reposaba una mezquita, por allá por el 1882. Es muy bonita y tal pero es como visitar una caseta de perro, una vuelta alrededor y a otra cosa.
La catedral de San Alejandro Nevski es el edificio más famoso del país.

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Una vez más es una pena que se haya construido una rotonda a su alrededor en vez de un parque o un marco más ornamentado que el asfalto. Desluce el conjunto bastante.
El interior, tan bonito y espectacular como el exterior, bien merece una visita. Sobre todo si hay fila de pías búlgaras de punta en blanco haciendo fila para expeler sus pecados. Justo al lado está la iglesia de Santa Sofía, tan pequeña y de aspecto tan humilde en comparación que parece un almacén o una fábrica.

Entre la Iglesia Rusa y San Alejandro Nevski tenemos el parque de Alejandro Nevski en el que se monta un mercadillo al aire libre muy interesante. Se montan puestillos de pinturas, joyas de plata, objetos de segunda mano, artesanías, y sobre todo chismes de la segunda guerra mundial y el ejército búlgaro. Desde monedas y medallas hasta gorras militares, parches, cuchillos y dagas, o reproducciones baratas para el turista. No compré nada porque estaba bajo mínimos (bueno, sí, un imán de Sofía) pero si hay un sitio en el mundo en el que comprarse un anillo con la esvástica o un casco soviético aparentemente autentico es aquí. Recordad que es Bulgaria, los precios más baratos de Europa, y encima puedes regatear.

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A tiro de flema esta la asamblea nacional búlgara.

Volvemos para atrás, enfrente del museo etnográfico está el parque de Iván Vazov, una agradable zona verde en la que sentarse a tomar algo. En el mismo parque está el teatro nacional, uno de los edificios más bonitos y elegantes de la ciudad.

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De vuelta a Vitosha se puede ir hacia el sur, al palacio nacional de cultura, un enorme y feo mamotreto que parece alguno de los ministerios del 1984 de Orwell.

Y esos son básicamente todos los puntos de interés de la ciudad. Hay más, por supuesto. Hay edificios, iglesias y monumentos, parques, museos y locales, pero no voy entrar en detalles porque este hilo tengo que terminarlo por el bien de mi salud mental.

Se pueden hacer visitas fuera de un día de duración o menos. El muy famoso monasterio de Rila, o el monte Vitosha, desde el que obtener tremendas vistas de la ciudad, por mencionar solo un par de lugares.

De vuelta a la vida de hostal, en mi habitación estaban Josh, un fotógrafo freelance americano que llevaba viviendo de aquí para allá como 8 años, sin volver a casa. Creo que se dedicaba sobre todo a ruinas y puntos de interés arqueológico, recibía algún encargo y para allá que se iba. Había llegado de pasar varios meses en Turquía y ahora estaba en Sofía vegetando día y noche en su cama intentando pescar a alguna pájara con el Tinder. Josh era un buen ejemplo del tipo de gente interesante que te encuentras continuamente cuando viajas solo. El otro compañero era Walter, un post adolescente sueco que estaba viendo un poco Europa después de haber participado en un campeonato de idiomas en Budapest. Me avergonzaba profundamente que yo hubiese hecho un gran esfuerzo durante años para aprender inglés decentemente y aquí el colega no solo manejaba el inglés como si fuese su lengua madre sino que hablaba otros cuatro o cinco idiomas sin haber cumplido los 18 años. Con estos dos pasé mis tres días en Sofía y luego volví a juntarme con Walter en Belgrado.

Me acuerdo que me llamó mucho la atención la cantidad de alcohol que consume esta gente. Las licorerías son tan numerosas como las panaderías en España, y hay una variedad que marea. Los botellines de cerveza son considerablemente más grandes que los de aquí, creo que medio litro es la medida mínima, y las litronas no recuerdo haberlas visto de dos litros, porque lo que se me quedó grabado a fuego fue que había botellones de 3 litros. Y de la misma manera que aquí se ve a panchitos por la calle que han hecho una escapada al chino a por sus dos litros de irresistible coca cola para empujar las salchipapas, allí se veía a cincuentonas con la única carga en brazos de su botellaza de 3 litros de priva. Y barato, el alcohol era barato, incluso para ellos, diría.

Al poco de llegar a Sofía me pegué una ducha y dormí un rato como un puto tronco, lo siguiente que hice fue encontrar un restaurante turco donde me comí una pizza turca y un botellín de medio litro de cerveza. Yo que prácticamente no bebo alcohol salí de allí con el estómago lleno y casi haciendo eses. La felicidad. 8€ o así.

Una cosa típica búlgara son los quioscos a ras de suelo, conocidos como klek-shops. Son las típicas tiendas de caprichos y necesidades secundarias, alcohol, tabaco, chuches, mecheros y tal, excepto que están ubicadas en sótanos. La cosa viene de los malos tiempos en los que la gente no se podía permitir alquilar o comprar un local por lo que montaban una tiendilla en el sótano de su casa y arreando. Es curioso porque te tienes que poner de rodillas para comprar, y si eres una chica en minifalda te van a ver la gatera.

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Siempre recomiendo los llamados “free walking tours”, tours guiados por gente local muy entretenidos en los que al final se da la voluntad. Yo me enteré de un “free food tour” o algo así y me pareció un plan curioso, un paseo de dos horas y pico viendo algún punto de interés pero sobre todo probando cosillas de la gastronomía búlgara.
Al final fue una puta mierda. En un restaurante de sopas nos dieron un vasito de una sopa fría de pepino y no sé qué ostias, en otro local un par de mini trozos de pan para untar dos tipos de salsas, y en otro un chupito de algún licor y alguna cosa sin gracia ninguna. Me marché de allí con más hambre de la que traía y sin recordar nada de lo que había probado, lo que demuestra que era todo bastante olvidable. El conjunto del paseo, la comida, y las anécdotas de la guía no valían ni el paseo hasta el punto de reunión.
Free food tour = caca
free walking tour = awesome

Jaja, he encontrado esta foto que es la segunda planta del restaurante de sopas que he comentado. Las servilletas de la pared son mensajes que van dejando los clientes. Recuerdo que mientras la guía hablaba yo estaba de pie donde el pavo remangado, haciendo como que miraba con interés las servilletas, pero la pura realidad es que estaba sudando como nunca en mi vida. COMO NUNCA EN MI VIDA. Y no sabia como disimular que literalmente chorreaba sudor por mi cara, y me pasaba ambas manos cada diez segundos como si fuesen limpiaparabrisas pero no había manera. Que mal lo pasé. Debe ser algún desajuste del cuerpo o a saber.

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Última edición por un moderador:
Me he dejado la foto de la Iglesia rusa, pero como es tan imposible editar lo pongo aquí:

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WhenWomanTravels.com. :face: gracias.
 
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