A partir de ahora voy a linkar casi todas las fotos de internet porque siempre ando agobiado por si me paso del límite del Photobucket y se me bloquean, y tengo que andar seleccionándolas con cuentagotas. Perderá algo de autenticidad pero ganará en cantidad y calidad.
Si te imaginas Bulgaria como un país de mierda probablemente estas en lo cierto. Pero al mismo tiempo no es tan tercermundista. Digamos que España no le saca tanta ventaja como para mirarlo por encima del hombro.
La estación de trenes era una mierda en pleno proceso de modernización. Lo primero de que me percaté fue de la mala señalización para los extranjeros. Pocos letreros en inglés, y las indicaciones escasas y algo confusas. Aquella estación parecía más propia de una pequeña ciudad española hace 25 años que de una capital europea. Pero hay que darles un poco de confianza, en aquel momento estaba en pleno remozamiento. Las obras para modernizarla lo abarcaban casi todo.
Un pseudo vagabundo me abordó y me ofreció guiarme hasta la parada de tranvía. Dado que estaba literalmente para el arrastre me pareció bien, si intentaba alguna jugarreta siempre podía arrearle una hostia. La parada estaba muy cerca, pero no estaba a simple vista, que era lo todo viajero espera. Iba con el asiático feo, yo tan tranquilo y el claramente inquieto. Nos lleva el matao por unos pasajes en construcción, que serían futuros locales comerciales, no había nadie allí. Durante un momento dudé, y el asiático a medio camino con cara de susto dijo que el mejor se iba por otro lado. Pues vale tío, buena suerte. Realmente se pensaba que nos iban a desvalijar. Yo suponía que lo único que quería aquel arrastrado era alguna monedilla por el favor, y así fue. Se ofreció para comprarme el billete, estando ambos delante de la taquilla. Vale, cualquier facilidad me parece bien. Ya no me acuerdo cuanto le di, unos 5 lev (1€ = 2 lev aprox. Los precios así muy genéricamente para hacer cálculos mentales son la mitad que en España), el pavo al recibir los cambios me dio los tickets con una mano trazando una espiral en el aire para despistar mi atención de la otra mano, con la que pretendía quedarse todas las vueltas. Ya ves tú que perdida de dinero son 3 lev, pero no me gusta que me tomen por sucnor, le dije, psst, trae aquí, toma 2 lev y muchas gracias por tu ayuda. Se rebotó un poco pero que va a hacer, si le sacaba dos cabezas.
Al parecer si llevas una maleta o bulto grande, como una bici, tienes que comprar billete para el bulto también. Yo lo compré para la mochila y no lo utilicé.
El tranvía en el que me monté pues bastante bien, moderno y con aire acondicionado. No hay revisor ni conductor, pero se suben de vez en cuando para pedir billetes y que la peña no se pase de lista.
Durante el viaje conocí a un jevi bastante enrollado y amigable. Una prueba de que viajando solo se conoce a mucha gente buena e interesante. Cuando estás en tu ciudad viviendo tu rutina tal vez conozcas a nueva gente un día de fiesta, o con suerte tomando un café o en una librería. Viajando solo conoces a un montón de gente cada día, en cualquier momento y circunstancia. Es una cosa que mola mucho, la verdad.
Abramos un paréntesis. Uno de los puntazos de viajar solo es conocer gente, hacer amigos. A menudo son amistades tan fuertes como fugaces. Puede que una tarde os juntéis 4 o 5 cada uno de un país diferente, paséis la tarde juntos visitando lugares, paséis una noche de fiesta y desfase, para por la mañana son tus mejores amigos ever, pero por la tarde cada uno se marcha en una dirección diferente, y pronto no queda nada de ese grupo de amigos. Tal vez los tengas en Facebook o Whatsapp y hables de vez en cuando con ellos, siempre con promesas de volver a encontraros en algún otro lugar, promesas que se pierden en las brumas del tiempo. Al final el recuerdo es bueno, pero siempre da pena el despedirte para no ver nunca más a gente con la que te llevas tan de puta madre y que te gustaría llevarte a casa. Es una sensación profundamente agridulce.
Tras el relajado viaje una cosa me recordó en qué clase de país estaba. Bulgaria, cuna de los búlgaros, gentes de mala fama. Nada más bajarme del tranvía me senté en unos escalones a aclararme con el mapa. Lo primero que vi al levantar la vista fue a dos chavales de unos 13 años esnifando pegamento. Me quedé gñé perdido. Y no era un barrio de mierda, estaba a 5 minutos del centro de la ciudad, si es que no se podía considerar a aquello ya el centro.
El hostal era el mejor que tuve en ese viaje. Una casa de tres alturas con su propio patio en un barrio tranquilo, buenas camas y personal bastante enrollado. Desayuno gratis, bastante bueno (incluido en el precio sería un término más ajustado) y amplia oferta de planes para los clientes. El buen ambiente es crucial en un hostal y su ausencia en tan perceptible como las cañerías que expelen malos olores. El patio y el desayuno gratis ponían en bandeja este buen ambiente. Por las noches desconocidos cada uno de un país diferente se juntaban (yo también) mágicamente a charlar y a tomarse una cerveza, y el buen rollo inundaba el lugar. Por las mañanas era igual pero desayunando con los ojos sellados por las legañas. Bastaba sentarte a la mesa para entrar automáticamente en el grupo. No es tontería esta camaradería que comento. En Budapest acabé en un hostal bueno, limpio y moderno pero demasiado grande y amplio, que lo asemejaba más a un hotel en el que se procesan mochileros. Entrar, pagar, utilizar y marchar. La frialdad era absoluta y se extendía a las zonas comunes, en las que nadie hablaba con nadie y todos se perdían en sus teléfonos y tablets. Y si viajas solo eso no mola.
Volviendo a Sofía. Es una ciudad interesante. Muy, muy pequeña, al menos el perímetro de interés para el visitante, los edificios altos se cuentan con una mano, y no tiene mucho que ver, eso es cierto. Los puntos turísticos se ven en una mañana de paseo tranquilo, y antes de que se acabe el día tal vez los hayas visitado dos veces. Por contra sus precios bajos la hacen muy atractiva para disfrutar de sus locales y restaurantes sin preocuparse lo más mínimo por la minuta. Parece tener una potente escena cultural y mucha vidilla de muros para adentro. Es muy oscura de noche, la iluminación es un tanto precaria, y se nota que aunque hacen sus esfuerzos por modernizar la ciudad todavía les queda trabajo por delante. Si antes comentaba que su estación de trenes esta con un pie 30 años en el pasado y otro pie en la modernidad, podemos comprobar esta transformación en la calle principal, el bulevar Vitosha, hace unos pocos años una gris calle circulada por tranvías es hoy una impoluta calle peatonal en la que ir de compras, tomar algo o simplemente salir a ser visto.
La pregunta es si merece la pena visitar Sofía. Bueno, ni Sofía ni Bulgaria entera merecen tal vez un vuelo desde España. Pero si combinamos este destino con otros próximos, como Estambul, Bucarest, o los países de los Balcanes, entonces es un must. Un par de días son más que suficientes, de hecho yo estuve tres y me pareció excesivo. Dos días tranquilos disfrutando de sus restaurantes, sus opciones culturales y su vida nocturna sin preocuparnos de controlar el presupuesto, tal vez tres días, si hacemos visitas fuera de la ciudad, y marchar al siguiente destino con las pilas cargadas.
Se pueden ver todos los puntos turísticos siguiendo el mapa en el sentido de las agujas del reloj. Ningún punto mejor que Vitosha para empezar.
Tomarte un algo en alguna de las numerosas terrazas mientras ves el desfile de tías impresionantes. No solo las búlgaras salen a lucir palmito por esta zona. Turistas rusas, checas, húngaras, ucranianas, polacas y sigue sumando, relaciones públicas, camareras de categoría… ya he estado en algunos sitios y me ha quedado claro que lo de Europa central y del este es un nivel aparte, pero lo del centro de Sofía es de expediente X. Es normal cruzarte con mujerones como salidas de las pelis guarras de Marc Dorcel. Mujeres altas y estilizadas de largas melenas y ceñidos vestidos, exudando morbo y sofisticación a espuertas, al menos en la fachada.
Caminamos hacia el norte. La siguiente parada es el palacio de justicia, pero solo para pasar por delante un momento. El edificio es parecido al Congreso en Madrid, con sus leones, pero no tiene más. Es, eso sí, punto de reunión de turistas y locales, un sitio concurrido.
Un poco más al norte nos encontramos con la estatua de bronce y cobre de Sofía, la patrona de la ciudad. Es curiosa de ver pero las carreteras y el tráfico que la rodean la deslucen un poco.
La estatua de Sofía mira hacia la sede del partido comunista, un espléndido edificio que preside una amplia y luminosa, aunque breve avenida.
Entre la estatua y la sede del partido tenemos la iglesia de San Jorge, pero no está a la vista, sino dentro del patio de la manzana formada por el hotel Sheraton y el palacio de la presidencia. La pequeña iglesia de ladrillo no es gran cosa pero no pasa nada por hacer una breve visita a su interior. En el palacio de la presidencia hay guardias elegantes en la puerta y el interior. Por lo visto hay un show de cambio de guardia cada cierto tiempo.
Seguimos por la calle que queda a la derecha de la sede del partido comunista, al este, encontramos el museo etnográfico, y más allá la comúnmente conocida como Iglesia Rusa, un muy cuco templo que fue construido donde antes reposaba una mezquita, por allá por el 1882. Es muy bonita y tal pero es como visitar una caseta de perro, una vuelta alrededor y a otra cosa.
La catedral de San Alejandro Nevski es el edificio más famoso del país.
Una vez más es una pena que se haya construido una rotonda a su alrededor en vez de un parque o un marco más ornamentado que el asfalto. Desluce el conjunto bastante.
El interior, tan bonito y espectacular como el exterior, bien merece una visita. Sobre todo si hay fila de pías búlgaras de punta en blanco haciendo fila para expeler sus pecados. Justo al lado está la iglesia de Santa Sofía, tan pequeña y de aspecto tan humilde en comparación que parece un almacén o una fábrica.
Entre la Iglesia Rusa y San Alejandro Nevski tenemos el parque de Alejandro Nevski en el que se monta un mercadillo al aire libre muy interesante. Se montan puestillos de pinturas, joyas de plata, objetos de segunda mano, artesanías, y sobre todo chismes de la segunda guerra mundial y el ejército búlgaro. Desde monedas y medallas hasta gorras militares, parches, cuchillos y dagas, o reproducciones baratas para el turista. No compré nada porque estaba bajo mínimos (bueno, sí, un imán de Sofía) pero si hay un sitio en el mundo en el que comprarse un anillo con la esvástica o un casco soviético aparentemente autentico es aquí. Recordad que es Bulgaria, los precios más baratos de Europa, y encima puedes regatear.
A tiro de flema esta la asamblea nacional búlgara.
Volvemos para atrás, enfrente del museo etnográfico está el parque de Iván Vazov, una agradable zona verde en la que sentarse a tomar algo. En el mismo parque está el teatro nacional, uno de los edificios más bonitos y elegantes de la ciudad.
De vuelta a Vitosha se puede ir hacia el sur, al palacio nacional de cultura, un enorme y feo mamotreto que parece alguno de los ministerios del 1984 de Orwell.
Y esos son básicamente todos los puntos de interés de la ciudad. Hay más, por supuesto. Hay edificios, iglesias y monumentos, parques, museos y locales, pero no voy entrar en detalles porque este hilo tengo que terminarlo por el bien de mi salud mental.
Se pueden hacer visitas fuera de un día de duración o menos. El muy famoso monasterio de Rila, o el monte Vitosha, desde el que obtener tremendas vistas de la ciudad, por mencionar solo un par de lugares.
De vuelta a la vida de hostal, en mi habitación estaban Josh, un fotógrafo freelance americano que llevaba viviendo de aquí para allá como 8 años, sin volver a casa. Creo que se dedicaba sobre todo a ruinas y puntos de interés arqueológico, recibía algún encargo y para allá que se iba. Había llegado de pasar varios meses en Turquía y ahora estaba en Sofía vegetando día y noche en su cama intentando pescar a alguna pájara con el Tinder. Josh era un buen ejemplo del tipo de gente interesante que te encuentras continuamente cuando viajas solo. El otro compañero era Walter, un post adolescente sueco que estaba viendo un poco Europa después de haber participado en un campeonato de idiomas en Budapest. Me avergonzaba profundamente que yo hubiese hecho un gran esfuerzo durante años para aprender inglés decentemente y aquí el colega no solo manejaba el inglés como si fuese su lengua madre sino que hablaba otros cuatro o cinco idiomas sin haber cumplido los 18 años. Con estos dos pasé mis tres días en Sofía y luego volví a juntarme con Walter en Belgrado.
Me acuerdo que me llamó mucho la atención la cantidad de alcohol que consume esta gente. Las licorerías son tan numerosas como las panaderías en España, y hay una variedad que marea. Los botellines de cerveza son considerablemente más grandes que los de aquí, creo que medio litro es la medida mínima, y las litronas no recuerdo haberlas visto de dos litros, porque lo que se me quedó grabado a fuego fue que había botellones de 3 litros. Y de la misma manera que aquí se ve a panchitos por la calle que han hecho una escapada al chino a por sus dos litros de irresistible coca cola para empujar las salchipapas, allí se veía a cincuentonas con la única carga en brazos de su botellaza de 3 litros de priva. Y barato, el alcohol era barato, incluso para ellos, diría.
Al poco de llegar a Sofía me pegué una ducha y dormí un rato como un puto tronco, lo siguiente que hice fue encontrar un restaurante turco donde me comí una pizza turca y un botellín de medio litro de cerveza. Yo que prácticamente no bebo alcohol salí de allí con el estómago lleno y casi haciendo eses. La felicidad. 8€ o así.
Una cosa típica búlgara son los quioscos a ras de suelo, conocidos como klek-shops. Son las típicas tiendas de caprichos y necesidades secundarias, alcohol, tabaco, chuches, mecheros y tal, excepto que están ubicadas en sótanos. La cosa viene de los malos tiempos en los que la gente no se podía permitir alquilar o comprar un local por lo que montaban una tiendilla en el sótano de su casa y arreando. Es curioso porque te tienes que poner de rodillas para comprar, y si eres una chica en minifalda te van a ver la gatera.
Siempre recomiendo los llamados “free walking tours”, tours guiados por gente local muy entretenidos en los que al final se da la voluntad. Yo me enteré de un “free food tour” o algo así y me pareció un plan curioso, un paseo de dos horas y pico viendo algún punto de interés pero sobre todo probando cosillas de la gastronomía búlgara.
Al final fue una puta mierda. En un restaurante de sopas nos dieron un vasito de una sopa fría de pepino y no sé qué ostias, en otro local un par de mini trozos de pan para untar dos tipos de salsas, y en otro un chupito de algún licor y alguna cosa sin gracia ninguna. Me marché de allí con más hambre de la que traía y sin recordar nada de lo que había probado, lo que demuestra que era todo bastante olvidable. El conjunto del paseo, la comida, y las anécdotas de la guía no valían ni el paseo hasta el punto de reunión.
Free food tour = caca
free walking tour = awesome
Jaja, he encontrado esta foto que es la segunda planta del restaurante de sopas que he comentado. Las servilletas de la pared son mensajes que van dejando los clientes. Recuerdo que mientras la guía hablaba yo estaba de pie donde el pavo remangado, haciendo como que miraba con interés las servilletas, pero la pura realidad es que estaba sudando como nunca en mi vida. COMO NUNCA EN MI VIDA. Y no sabia como disimular que literalmente chorreaba sudor por mi cara, y me pasaba ambas manos cada diez segundos como si fuesen limpiaparabrisas pero no había manera. Que mal lo pasé. Debe ser algún desajuste del cuerpo o a saber.
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