Estaba yo jugando al balón en los soportales de debajo de mi casa. Además de éstos, había una amplia acera por la que se podía ir pero todo el mundo prefería caminar por los soportales. Los niños nos bajábamos a patinar o a jugar al fútbol en éstos usando algunas persinanas como porterías, lo cual era raro porque ambas porterías estaban en el mismo lado de soportal y no enfrentadas, como en cualquier campo de fútbol. Nos llamaban la atención por el ruido de los persianazos cuando marcábamos gol, así que, cuando lo hacían, nos dedicábamos a jugar al "mareillo". Además, el suelo era de mármol, por lo que tirarte para hacerle una entrada a tu amigo molaba mucho porque resbalaba un huevo y los dos terminábamos en el suelo.
Un día, a un señor se le cruzó el cable, el balón se fue del círculo en el que estábamos jugando y fue a parar a sus inmediaciones. Amablemente le hicimos un gesto para que nos lo pasara. El tío se agachó y lo cogió soriendo, qué simpático, pensamos, pero en ese momento sacó una navaja y se lo clavó a mi amadísimo Adidas Questra. Pero qué haces loco, fue nuestro grito único. El tío, blandiendo la navaja en nuestra dirección soltó algo así como hasta la polla estoy de vuestras pelotas, que no dejáis de dar por culo, a ver si aprenéis ya de una vez.
Quiso la suerte, o el Karma, que mi padre saliera en ese momento del videoclub que había en uno de los soportales y que viera toda la escena. Seguro que venía de alquilar alguna porno tipo El Portro se Desboca, pero ésa es otra historia. Tranquilamente se acercó al hombre y le puso una mano en el hombro, putos críos, eh, lo que le hacen a uno hacer, le dijo. El malvado hombre que nos había rajado la pelota se pensaba que había conseguido un admirador de tamaña hazaña y bajó la guardia y la navaja, momento que mi padre aprovechó pata soltarle el mayor directo que he visto en persona. Allí manó más sangre que en una matanza de cerdos.
El tío entre el dolor y la incredulidad fue a coger la navaja que se le había caído al suelo. Momento en que mi padre se apartó un poco la chaqueta de cuero negro para sacar su preciada 7 muelles. La sacó sin abrir, y aquello ya parecía Dardo brillando en la presencia de orcos. La próxima vez que se te ocurra hacerle algo a mi hijo, te la clavo en los huevos y te la saco por la boca, ¿entendido?
No hubo denuncia, desde entonces sólo huebo diversión.
Por cierto, el tío era conductor de la línea de 5 de la Rover, de cuando en cuando aún lo veo, él me mira sin saber por qué se acuerda de mí y yo me parto la polla por dentro.