Yo me acuerdo de este tío cuando empezaba, cuando era un vendedor de asesorías más y ni siquiera se llamaban así aún. Siempre me pareció repulsivo, no tanto por la ostentación infame de dinero, que es la más miserable de las ostentaciones, sino por esta perversión de ver la musculación como parte de un pack junto con el coche, la ropa y los viajes, un prerequisito para conseguir un estatus determinado. Ponerse fuerte no debería ser nunca un prerequisito, sino un objetivo en sí mismo, y el límite debería ser el máximo posible. No caber en el puto ascensor, cualquier otra cosa me parece una aberración abominable.