Tras líos varios con exs y similares que venía alternando sabiamente desde Agosto (que obviamente no cuentan) volví a ayuntar con una hembra, de 29 añazos. No es vieja, tampoco es eso, pero si fuera un producto alimenticio que requierese de coción necesitaría un par de minutos menos que el target medio que todos buscamos, y casi media hora menos que esa delicadeza todavía ilegal para el ciudadano medio (pero no así para según que caciques), la cual vendría a ser mi objetivo ideal.
El caso es que el pasado día 5 (aka Navidad 2), estando en cama semi baldado tras ducha, previo parto de mulato (alumbramiento que hizo correr ríos de lágrimas por mis mejillas) y ulterior visita de madre al baño para darme toallitas con las que envolver a los preciosos newcomers (papel del culate, vaya), cuando creía que no pasaría nada, me llama un colega y dice ¨que sí, tío, que al final salimos... por Tribunal, ¿vale?. Nos vemos en hora y media¨. Ele. Tiré el Le Bon Vivant al suelo, subí la música, me vestí, olí un rato esa cosa que se echa al parqué para abrillantarlo (me hace cosa loca de la buena) y salí dando tumbos camino del Metro.
Hago una elipsis con el Metro porque huele a cuco y la gente es pobre y con piojos.
Ya en Tribunal, y habiendo previsto que mi amijo llegaría tarde por su impuntualidad manifiesta, tuve a bien comprarme unas cuantas cervezas de los chinorris, de esas que pone Mahou pero ni ellos se creen que son tal. Ya sabéis, lo de abrir la lata y que suene un maullido en vez de un leve regueldo cervecero. Pues ahí comenzó un no parar de trasegar copazo tras cerveza, ya en compañía de otra ex (mi vida parece girar en torno a ellas) y su amija. Mucho jijijaja pero yo tenía un picor en el nackle pese al duchazo del que se infería que necesitaba pinchar en blando. Luego para otro lado, un sitio de Mods habitado por esta clase de insensatos. Más copas, más cervezas y ya las risas, en mi caso al menos, que iban dando paso a las caras largas. ¿Por qué? Porque la cara es el espejo del nabo, como bien sabéis. Decidimos irnos, no sin tropezar varias veces por la escalera que da a la salida.
Y aquí llegó mi azaña, fruto ya no de la valentía, sino de un chuzo como un Casiotone: puse cara circunspecta, me toqué la virilidad y dije ¨no, eh, que yo me voy al Nasti sólo, chavales!¨. Risas, comentarios de corte homófobo (por parte de mis amigos también), los típicos ¨pero tú eres tonto o qué?¨ y desaprobación en general, pero a mi me daba igual, pues mi chuzo y yo queríamos conocer bíblicamente a una mujer de edad no necesariamente pareja a la de dicho libro. Y pal Nasti que me fuí, con dos cojones y menos sentido común que un lagarto.
Ya allí, lo previsible: esperar 10 minutos a entrar, copazo, caíadas múltiples, gente que creía que yo guiñaba un ojo, en plan cara cool o imitación del ojopipa de Radiohead, pero no: que me se caía ya el párpado a esas alturas del chuzo. Luego ya todo se emborrona, pero acabé intimando con la chica esa (de Almeria, 29 años, en un grupúsculo de seres altamente homosexuales), tirando para otro bar, dando benchis, meando delante suya en el 2º bar (y viceversa), cantando una canción de La Costa Brava y, finalmente, poniéndome en modo come-orejas para pasar a ir a casa de un colengui trucho suyo y hacer esas cosas que Chiquito de la Calzada solo menta en forma de onomatopeya.
A la mañana siguiente, el despertar fue lol: me veo en loq ue parece ser una habitación muy pero que muy gay, y paso a verificarlo al cotillear los cedeses y demás: una banda sonora de Jesucristo Superstar por aquí, otra de Priscilla por allá, discos de Abba por acullá... a lo que la chica ésta me espeta que sí, que su colengui es muy majo y le pirran los superhéroes. Ay, lol, mi haloperidol! Un cigar, conversación banal de resaca y se pone a nevar... en esto que escucho unos pasos por el pasillo y aparece una presencia de corte muy muy flojo que espeta un enorme ¨oigh, chicosss, están callendo unos coposss gi-gan-tesss!!¨. Nada más salir de la habitación le pedí el nº de móvil a la muchacha y opté por hacer lo mismo (irme), solo que en hetero y aún medio mamao.
Y digo yo: ¿pero es que siempre hay maricones circundandome? No me jodas.