Como otros muchos viernes rebusco en La 2 a ver que perla toca esta noche. "Diario de una moticicleta". Como todo son prejuicios y reparos, como espero muy poco del personaje y una sincera e indisimulada antipatia me invade cada vez que la tabarra política y el cine se juntan, me animo a verla. Espero tan poco que cualquier bagatela fílmica superará mis expectativas y daré por bien empleada la sesión. Desgraciadamente no hay nada que hacer, acabo con la sensación de haber visto, lo poco que he aguantado, la típica película que me hubiera encantado a los 15 años, cuando mi nivel de imbecilidad y mi cursilería eran aún más exageradas.
La película, de sopredendente transcendencia y éxito publicitario, no es más que un panfleto infantiloide, básico, basto y deslabazado. Es todo tan evidente, tan maniqueo que lejos de promover la solidaridad o el interés, acaba siendo ridícula, grotesca, fanática. La escena en las ruinas de Machu Pichu, loando a los belicosos e imperialistas incas como si fueran los mecenas de una nueva Atlantida de sabios iluminados, es para pegarle fuego a la televisión y purificarla despues de tan degradane visión.