Pues sin Eisenstein el cine de Michael Bay por ejemplo hoy no existiria como lo conocemos.
No niego que tenga importancia dentro de la historia del cine, pero
Octubre en concreto, aunque suene a sacrilegio, no es una buena película,
Iván el Terrible en cambio sí (sólo vi la primera parte hace mucho tiempo), porque al menos tiene un argumento entendible y además de ser artísticamente bella entretiene -el cine no debe ser sólo arte, sino también entretenimiento, o al menos así es desde los
nickelodeons-, aunque, de acuerdo, cuenta con la ventaja de que ya tiene sonido, pero dejando esa pequeña ventaja aparte, está claro que está mucho mejor hecha.
Iván el terrible cuenta con un buen B/N, se ve bien, los planos son los que tienen que ser, no hay cambios de cámara absurdos ni bruscos, ni repeticiones de la misma imagen porque sí todo el jodido rato, hay diálogos y un guión lógico, no imágenes que no vienen a cuento de masas enfurecidas y banderas, que a lo mejor estaría bien verlas al incio de la película a modo de introducción, pero siempre lo mismo cansa.
De este director hasta ahora sólo he visto
Iván el terrible,
El acorazado Potemkin y
Octubre, así que aunque soy algo gafapastilla tampoco es que sea un experto ni mucho menos, pero comparando
Octubre con los otros dos trabajos mencionados anteriormente no me sonroja decir que
Octubre probablemente es lo peor que hizo. Igual le ocurrió como a
Dune de Lynch -que me encanta al ser fan de Frank Herbert, por cierto, ya que fue como revivir el libro; me da igual que la pongan a parir-, que al ser cortado el metraje no pudo contar bien la historia, seguramente Trotsky en el film original tenía muchísimo más protagonismo y se ocultaron momentos imprescindibles para entender la narración, con lo cual el resultado fue un desastre, pero eso no es excusa para que el B/N fuese tan malo -¿será debido a que la cinta original se dañó mucho?; no lo sé, soy sólo un aficionado al cine, no un experto ni un estudiante de Comunicación Audiovisual-, ni para hacer esas repeticiones tan cansinas, o esos simbolismo cutres con las estatuillas de Napoleón y otros elementos que se podían haber evitado explicando las cosas al castigado espectador directamente y con sencillez. En fin, que sólo le puede gustar de verdad a quien le interese mucho este periodo histórico o a quien simpatice con ideas de izquierdas, porque ésa es otra: si Eisenstein hubiese sido nazi hoy no le conocería ni Dios, del mismo modo que hoy casi nadie ha oído hablar de
La corona de hierro, preciosa obra con un fastuoso atrezo fuera de lo común condenada al olvido sólo por haber sido hecha durante el gobierno de Mussolini.