stavroguin 11
Clásico
- Registro
- 14 Oct 2010
- Mensajes
- 3.780
- Reacciones
- 2.824
Tal vez por mi crónica exposición laboral a los más rabiosos microorganismos resistentes a todo antibiótico y capaces de jalarse un megaterio en un par de horas, tengo una salud de hierro en lo relativo a las infecciones. Años tendría que remontarme para recordar mi último encamamiento por gripe o trancazo invernal. Ni los peores inviernos ni las aguas más gélidas parecían capaces de hacerme el menos rasguño.
Pero en esta benigna Semana Santa, de vacaciones y con una mano ya casi en el tanque de buceo, de pronto la he pillado gorda y llevo tres días casi sin salir de casa, con una tos que me revienta el pecho como si tuviese plomo fundido dentro, escalofríos continuos, fiebre que me abrasa y una flojera que no me permite la menor actividad física ni intelectual. Así que aprovecho que el último cóctel automedicado parece enfriarme un poco y empiezo a disparatar un rato.
Los días febriles no son días de la lona, pero se parecen. Son días de invalidez, áridos e improductivos. Uno no es capaz de leer y asimilar provechosamente, ni de disfrutar de una buena película. Cualquier actividad al aire libre queda descartada, la comida sienta como un tiro y el sexo me da náuseas. Cuando acaben, seré exactamente el mismo, sin ninguna experiencia de valor acumulada...
Todo parece conspirar para hacerlos todavía más deprimentes: los pocos ratos que soporto la televisión o internet solo encuentro noticias sobre autobuses accidentados o atentados islámicos. El ánimo se vuelve susceptible y pueril, y cual niñata malcriada, me ofendo con gente que no me ha llamado, aunque sé perfectamente que no tienen porque saber como me encuentro. El único momento que salgo de casa a dar un breve paseo, me encuentro con mi antigua paciente platónica empujando un carrito de bebé. Sí, deberíamos tener un mando a distancia para acelerar el paso de determinados días. Aburrido del encierro y de la incomodidad física, acabo degradándome viendo los videos del ISIS que pone Polveteador durante un buen rato. Y comprobando que este foro que un día fue mi casa me resulta cada vez más ajeno y sin interés, aunque por lo menos no corro el peligro de que nadie me desee aquí una rápida recuperación de buena fe ni de que esta mierda de hilo desmerezca el nivel general del foro.
Inevitable acordarse de los días febriles de la infancia, con evocaciones de tebeos, zumos de naranja, escaqueo escolar y calor familiar. Ahora solo árida soledad de solterón con gato, un tiempo insoportablemente lento, una impaciencia de celda de presidiario. Y, sobre todo, el inevitable pensamiento de que antes o después probablemente sobrevenga una postración similar, pero de causa grave y no recuperable, y que sentiré lo mismo que ahora pero sabiendo que no volverán los buenos días.
Como podéis ver, soy todo alegría...
Pero en esta benigna Semana Santa, de vacaciones y con una mano ya casi en el tanque de buceo, de pronto la he pillado gorda y llevo tres días casi sin salir de casa, con una tos que me revienta el pecho como si tuviese plomo fundido dentro, escalofríos continuos, fiebre que me abrasa y una flojera que no me permite la menor actividad física ni intelectual. Así que aprovecho que el último cóctel automedicado parece enfriarme un poco y empiezo a disparatar un rato.
Los días febriles no son días de la lona, pero se parecen. Son días de invalidez, áridos e improductivos. Uno no es capaz de leer y asimilar provechosamente, ni de disfrutar de una buena película. Cualquier actividad al aire libre queda descartada, la comida sienta como un tiro y el sexo me da náuseas. Cuando acaben, seré exactamente el mismo, sin ninguna experiencia de valor acumulada...
Todo parece conspirar para hacerlos todavía más deprimentes: los pocos ratos que soporto la televisión o internet solo encuentro noticias sobre autobuses accidentados o atentados islámicos. El ánimo se vuelve susceptible y pueril, y cual niñata malcriada, me ofendo con gente que no me ha llamado, aunque sé perfectamente que no tienen porque saber como me encuentro. El único momento que salgo de casa a dar un breve paseo, me encuentro con mi antigua paciente platónica empujando un carrito de bebé. Sí, deberíamos tener un mando a distancia para acelerar el paso de determinados días. Aburrido del encierro y de la incomodidad física, acabo degradándome viendo los videos del ISIS que pone Polveteador durante un buen rato. Y comprobando que este foro que un día fue mi casa me resulta cada vez más ajeno y sin interés, aunque por lo menos no corro el peligro de que nadie me desee aquí una rápida recuperación de buena fe ni de que esta mierda de hilo desmerezca el nivel general del foro.
Inevitable acordarse de los días febriles de la infancia, con evocaciones de tebeos, zumos de naranja, escaqueo escolar y calor familiar. Ahora solo árida soledad de solterón con gato, un tiempo insoportablemente lento, una impaciencia de celda de presidiario. Y, sobre todo, el inevitable pensamiento de que antes o después probablemente sobrevenga una postración similar, pero de causa grave y no recuperable, y que sentiré lo mismo que ahora pero sabiendo que no volverán los buenos días.
Como podéis ver, soy todo alegría...
Última edición: