Una cosa que me llama la atención de ésta fauna con menos alma que Lucifer, es su afición a los productos caros. Como si fueran objetos mágicos que de la noche a la mañana te vuelven maestro en la materia. Que si empiezan con el running, pues un pulsómetro de ciento y pico euros y unas zapatillas de nosecuanto. Si es por la informática, el portatil más caro, de 2000 leuros p'arriba, si es el ciclismo, una bici de no menos de 500 euros. Para cada inicio de afición, un desembolso de la hostia. La lista es infinita.
Que yo creía que lo bonito de empezar un deporte nuevo, o aprender una nueva habilidad, era la superación personal. Empezar con poco, mejorar cada día con lo que se tiene y ya habrá tiempo de adquirir equipamiento mejor. Pues no, resulta que es empezar la casa por el tejado, mucho instagrameo y poca sustancia.