PERVERTMAN
The Definitive LOLaster
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- 9 Jun 2003
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Mierda. Ese es el color, el olor, el sabor de mi vida. La sinopsis gástrica más efectiva a la hora de describir mi yo y mis circunstancias. Además, el marrón elemento cuelga literal y generosamente de las paredes de mi habitación, se licua en la alfombra goteando desde las estalactitas de diarrea del techo, dibuja pastosas formas en las otrora blancas paredes con pegotes en torno a los cuales millones de hormigas y cucarachas se adocenan para crear una nueva civilización que algún día mutará en una raza de superinsectos que exterminarán al hombre y dominarán el erial del alma que es este planeta.
Yo, antaño lleno de vida, estoy de acuerdo. Yo, Coxy Boy, me preparo para el final. No tengo muchas más ganas de seguir en este extraño y displicente plano de la realidad, en este universo hostil donde las EMOciones son mercadería barata y los ideales acaban traicionados como un putero entrevistado por Mercedes Milá.
El aire es denso como una canción de Tristefunken, como un poema de Ringo Cheese. El tiempo se comprime para devolverme a mis recuerdos. Las orgías scat ya no son lo mismo desde que ella se fue con Jacques. ¿En qué momento exacto se rompió el fino hilo que mantenía anidado su corazón al mio?. Supongo que cuando decidió que la fabada regurgitada era más de su agrado que mis estilizados ñordos macrobióticos.
Ahora todo es diarrea tan bañada en alcohol que emborracha hasta a las moscas que acuden a ella y estas caen fulminadas a centenares por toda la casa. Un insecto palo chasquea contra la pantalla de esa televisión en la que tantas veces habíamos visto juntos el DVD de los Dead Men Farting.
Cojo mis gafas de pasta y las destrozo con el pie. Recuerdo aquél haiku minimalista del último reading meeting: ¡Ciego siempre, ciego siempre!. En este viaje mis sentidos no me ayudarán. Deconstruyo mi mente, formateo mis apegos, defragmento mis nexos.
Con un último esfuerzo y entre sollozos me desgarro el pecho con un cristal de la botella de bourbon que yace a mi lado y luego vierto los restos sobre la herida. El dolor me hace sentir eterno, como un atardecer en los campos de trigo de Kentucky.
Apoyo mi cabeza en la pared donde un mojón art-decó sigue pegado impasible. Mojo in the poo mi flequillo erizado por una certeza de bola extra para escribir mi último pensamiento con la esperanza de que dentro de miles de años alguien descubra mi rupestre legado final. Un churretoso LOL domina ahora la estancia y será el único guardian de mi anémico cadaver para siempre jamás.
Miro su foto, me derrumbo en el suelo, pongo la COPE. Es hora de morir.
Yo, antaño lleno de vida, estoy de acuerdo. Yo, Coxy Boy, me preparo para el final. No tengo muchas más ganas de seguir en este extraño y displicente plano de la realidad, en este universo hostil donde las EMOciones son mercadería barata y los ideales acaban traicionados como un putero entrevistado por Mercedes Milá.
El aire es denso como una canción de Tristefunken, como un poema de Ringo Cheese. El tiempo se comprime para devolverme a mis recuerdos. Las orgías scat ya no son lo mismo desde que ella se fue con Jacques. ¿En qué momento exacto se rompió el fino hilo que mantenía anidado su corazón al mio?. Supongo que cuando decidió que la fabada regurgitada era más de su agrado que mis estilizados ñordos macrobióticos.
Ahora todo es diarrea tan bañada en alcohol que emborracha hasta a las moscas que acuden a ella y estas caen fulminadas a centenares por toda la casa. Un insecto palo chasquea contra la pantalla de esa televisión en la que tantas veces habíamos visto juntos el DVD de los Dead Men Farting.
Cojo mis gafas de pasta y las destrozo con el pie. Recuerdo aquél haiku minimalista del último reading meeting: ¡Ciego siempre, ciego siempre!. En este viaje mis sentidos no me ayudarán. Deconstruyo mi mente, formateo mis apegos, defragmento mis nexos.
Con un último esfuerzo y entre sollozos me desgarro el pecho con un cristal de la botella de bourbon que yace a mi lado y luego vierto los restos sobre la herida. El dolor me hace sentir eterno, como un atardecer en los campos de trigo de Kentucky.
Apoyo mi cabeza en la pared donde un mojón art-decó sigue pegado impasible. Mojo in the poo mi flequillo erizado por una certeza de bola extra para escribir mi último pensamiento con la esperanza de que dentro de miles de años alguien descubra mi rupestre legado final. Un churretoso LOL domina ahora la estancia y será el único guardian de mi anémico cadaver para siempre jamás.
Miro su foto, me derrumbo en el suelo, pongo la COPE. Es hora de morir.