Asturias: Articulos sobre su Decadencia..

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A continuacion Corto y pego unos Articulos escritos durante el ultimo mes por Gregorio Moran en su columna semanal en el diario "La Vanguardia", en ellos reflexiona sobre la situacion economica, cultural etc. de Asturias; me han parecido muy interesantes y con algunos parrafos me he Loleado bastante.

Gregorio Moran es un escritor de origenes Asturianos (solo hay que ver el apellido) pero que escribe en Barcelona.

Ahora el 1º de los articulos:

Asturias. La gozosa decadencia (I)

Por Gregorio Morán (La Vanguardia, 15/09/07):

Asturias está de moda y las sobredosis de autoestima se pueden medir, como suele ocurrir con estas cosas, por la manipulación y la ocultación de la verdad; eso que no es exactamente la mentira aunque sí la antesala de ella. Nos enteramos de que el Dr. Luis Andrenio, de Gijón, ha sido sancionado por obcecarse en tratar a sus enfermos más allá de los cinco minutos que marcan las normas de la medicina pública asturiana. Pero el pequeño detalle es que nos enteramos de eso porque el galeno, en un gesto tan caro - no de querido, sino de costoso- como inaudito, puso un anuncio de pago en un diario local. (Sospecho que este pequeño detalle debe estar estudiándose en más de un departamento publicitario de los grandes periódicos, porque imagínense que fuente de ingresos monumental el que los ciudadanos agraviados o jodidos tras un suceso, pusieran su recuadrito de dos módulos, o mejor de tres, con un ligero descuento, y luego lanzáramos a los audaces reporteros a seguir el tema; una noticia, doble rentabilidad). Por supuesto que el asunto sigue su curso; es decir, un puñado de gente se solidarizó con el médico represaliado, pero ni autoridad alguna, ni político en ejercicio, ni asociación mafiosoprofesional de postín, ha exigido una rectificación. El poder en Asturias es impune e implacable con la disidencia.

Da lo mismo que sea presidente de la Comunidad que alcalde de pueblo; el poder en Asturias es inaccesible a los mortales de a pie. O para ser más exactos, la arbitrariedad del presidente de la Comunidad se traslada, como muestra de ejercicio del poder, a todo alcalde de pueblo que se precie. Por ejemplo, los nombramientos se hacen en función de asegurar que los amigos del presidente no se queden fuera de la pomada y así se acaba constituyendo una red clientelar, de fidelidad lacayuna; yo te aseguro el condumio - y como es sabido en Asturias el condumio es abundante- y tú me eres fiel. ¿Cómo se aplica esto a los alcaldes? Pues a su escala y nivel; la industria del ladrillo se ha convertido en fuente nutricia de muchos ayuntamientos asturianos, lo que consiente que se enriquezca el primer edil y reparta suertes entre los suyos y sus familias. Se podría hacer un listado de nombres y lugares, pero no tendría mucho sentido aquí. Lo que sí creo que lo tiene son las formas que adquiere la impunidad. Un médico sancionado por exceso de celo hacia sus pacientes debe poner un anuncio en los diarios, pero un as del volante como Fernando Alonso puede obtener de los diarios asturianos hasta ¡un editorial! El periódico más leído e influyente de Asturias dedicó un indignado editorial - “Alonso, víctima de una cacicada”- para denunciar no sé qué decisión de los organizadores internacionales de las carreras de coches que perjudicaba al piloto ovetense. ¡Un editorial para denunciar la conspiración del mundo mundial contra el joven corredor! No creo que haya otro precedente de este ejercicio de orgullo patriótico y de autoestima patética que aquel otro, atribuido a un diario extremeño hacia 1945, cuando el editorialista, indignado por la escasa atención que le prestaba el lejano Japón imperial en guerra con los Estados Unidos, empezó así su alegato. “Si el Almirante Tojo hubiera leído nuestro editorial de ayer…”.

Tiene que haberse deteriorado mucho el ejercicio de la profesión periodística y el papel generador de opinión pública de la prensa para que un diario local, el más influyente con mucho de toda Asturias, incluya cinco fotos, cinco, y en cinco diferentes páginas, con obvia presencia en la primera y a varias columnas, del señor presidente de la Comunidad, Tini Areces, viejo conocido mío por lo demás, y que nunca me hizo mal ni bien (esto es obligado ponerlo en Catalunya, porque en cierta ocasión y en este mismo diario donde escribo, un tan conocido como mediocre político catalán, Felip Puig, llamó a un directivo para preguntarle qué me había hecho él a mí, como si lo de escribir de un zafio incompetente fuera tarea de amigos y enemigos, como en los juegos de niños). No estoy hablando de período electoral, ni de folleto publicitario a insertar, sino del diario La Nueva España del pasado miércoles, 12 de septiembre. Cinco fotos, cinco, portada incluida. ¡Así cualquiera!

Y si cito a un diario en concreto, donde por cierto tengo - o tenía hasta ahora- un buen puñado de amigos, es porque no hay otra forma donde pueda expresarse la opinión pública. ¿Dónde podrían hacerlo? En ninguna parte fuera de pagarse un anuncio publicitario. Lo primero que hace un presidente autonómico impune para garantizarse una cierta eternidad en el cargo es inventarse una televisión autonómica. Asturias acaba de inaugurarla, para vanidad de su presidente y despilfarro de la comunidad. ¿Y qué hace la oposición? Si hay algo ajeno a la opinión pública ciudadana son los partidos políticos asturianos, los que conozco, desde el PSOE, auténtica troupe siciliana encabezada DA LO MISMO QUE SEA el presidente de la Comunidad que alcalde de pueblo; el poder en Asturias es inaccesible a los mortales de a pie ASTURIAS ESTÁ ABOCADA a convertirse en un gran parque temático, pero ocurre que la autoestima crea algunas asintonías de difícil solución por los Fernández Villa y familia, seguida de los Areces y familia, los Trevín y familia, y los Fernández a secas, formándose como familia… Pasando por Izquierda Unida, que es lo más parecido a la sección de Coros y Danzas locales, defensores de todos las tradiciones, desde el traje astur con montera picona a himnos y banderas, hasta el punto que cabría decir que los comunistas asturianos - los que no salieron corriendo hacia el PSOE, como hizo la mayoría- son la primera organización conservadora del Principado; parecen personajes salidos de una novela de Palacio Valdés.

Los conflictos de familia en el PSOE asturiano podrán llegar hasta el escándalo, pero pase lo que pase, jamás de los jamases cabe en cabeza de asturiano alguno que pueda ser vencido por el Partido Popular, a menos que traigan a alguien que supere el panfilismo de los populares locales. Es curioso cómo el Partido Popular en Asturias, desterrado Álvarez Cascos por exceso de celo y desinterés en la cosa, es lo más parecido a la página no escrita por Darwin a propósito de las especies torpes que ocupan huecos biológicos, donde se enquistan, como los pingüinos. Asturias está dominada por el clientelismo del PSOE, con una reserva para indios de lujo con pedigrí derechista, de toda la vida,Oviedo, donde confío detenerme con mayor hondura en el segundo capítulo de esta breve serie.

Asturias está abocada a convertirse en un gran parque temático, pero ocurre que la autoestima crea algunas asintonías de difícil solución. La primera y fundamental es la conversión del orgulloso espécimen astur - vacilante heredero, convicto y confeso, de Don Pelayo y sus bárbaras mesnadas; no olvidemos que a la sazón la cultura era musulmana, ¡una putada del maligno!-. Difícil tarea convertir ese tipo, al que alguien engañó hace ya muchos años - y él feliz de que le engañaran y que además le dieran tortos de maíz- diciéndole que debía medirse con el mundo. La verdad es que el mundo llegaba a Pimiango por Oriente y a Los Oscos por Occidente, pero resulta duro decirle que debe adaptarse a ser camarero. Camarero indolente, y hasta farruco, faltón si se quiere, pero camarero. Esta es la gran verdad que el mundo astur, sus líderes, sus padres putativos y patrióticos, su autoestima kilométrica, no pueden aceptar. ¿Nosotros, camareros? De eso nada, los traeremos de Latinoamérica o de Rumanía o de donde cojones sea, pero nosotros camareros nunca. Todo lo más, jefes de camareros, pero camarero de tropa, jamás. Y así estamos, adviniendo lentamente a la condición de camareros jefes. Liquidaron la extracción minera, la producción lechera, y están en trance de hacer lo mismo con el vacuno, la ganadería en general y por supuesto la agricultura. Cuando escucho la emoción de los catalanes y catalanas haciéndose mieles de la hermosura del paisaje astur me da un vahído. Los prados abandonados a la espera del constructor que los pague bien para construir adosados, los paisanos discutiendo sobre si el lobo hay que marginarlo, incorporarlo a la vida rural o ponerle heladerías por la montaña para que no se aburra. Aseguran que la cadena de supermercados “Alimerka” tiene más empleados que cualquier otra empresa. Un parque temático precioso, donde si al final se animan los de Izquierda Unida, los paisanos asumirán con orgullo y autoestima patriótica - ¡puxa Asturies, borracha y dinamitera!- que deberían recibir a los turistas vestidos de porruanos o de vaqueiros de alzada, y las mujeres con los trajes de moza y la enagua bien planchada, que dice la tonada.¡Qué bien se muere Asturias! La gente se va y vuelve en el verano, porque el gran publicitario de la España sin complejos, un leonés, Zapatero, ha afirmado este verano cuando llegó a Los Oscos, en helicóptero, porque de haberlo hecho por carretera aún estaría llegando, “a Asturias siempre se vuelve”. Genial. Ser asturiano está de moda y sus políticos aseguran que son la sal de la tierra. Tienen una princesa, un piloto de excepción, un paisaje para gozar, una comida de primera calidad, unos premios tan cosmopolitas que incorpora a Bob Dylan - nadie ha osado recordar que el promotor fue el miembro del jurado don Rodrigo Uría, recientemente fallecido y con bufete en New York-, unos políticos que se desviven de asturianía y unos ciudadanos atigrados a los que alimentan con mentiras, como a los animales esclavos.

Lo primero que hay que hacer a una sociedad complicada y en pleno y absoluto proceso de decadencia es caparla. Cortarle todas las vías de solución broncas - reconstruir su fuerza de antaño, por ejemplo- y domesticarla asegurándole que son la sal de la tierra y que todos en España les tienen mucho miedo. ¡Uf, la Asturias del 34 y la del 36! Y no digamos la valiente del 62 y del 64, antes de que de aparecieran los Fernández Villa y los Alfonsos Guerras para crear la Sagrada Familia del Sindicalismo sin obreros. ¡Qué miedo nos tienen! La verdad es que ninguno, y eso ha permitido que Asturias pasara de ser un lugar histórico y hasta legendario de la izquierda transformadora a un parque temático donde te cobran la entrada por ver a los tigres de antaño convertidos en contadores de historias y aparcacoches en Covadonga. Nadie es dueño de sí mismo si le subvencionan.
 
El 2º:

Asturias. Los comederos de la inteligencia (II)

Por Gregorio Morán (La Vanguardia, 22/09/07):

Nos acostumbramos a pensar bien. No es fácil imaginar lo que supondría acostumbrarnos a pensar mal. Que el primer golpe de vista hacia las cosas y las personas y las instituciones fuera la desconfianza. Imagínese a sí mismo tomando el café con leche de la mañana, convencido de que el café es bueno y la leche también; y no será cierto. Lo más probable es que el café no sea café sino un sucedáneo infecto y la leche haya salido de una probeta más que de una ubre. Y luego cuando baje la escalera y se encuentre con su vecino, al que dará los buenos días, pensará que por supuesto no tiene nada contra usted. Y se equivoca, porque está tramando cómo denunciarle por el más estúpido de los motivos. En fin, que cuando cruce la calle y pase por delante de la tienda del chino que le saludará ritualmente, nada le hará pensar que se trata de un miembro de la triada con varios crímenes en su haber. Como ven, si en vez de estar acostumbrados a pensar bien nuestra inclinación fuera la contraria, la vida sería más incómoda. Yo conozco a gente capaz de pensar mal desde que posan un pie, al salir de la cama. Y apenas se les nota, pero son casos singulares, hasta tal punto que se les denomina líderes políticos, financieros o mediáticos.

Yo pasaba por delante de un edificio en Colombres, un hermoso pueblo asturiano arrasado por el ladrillo, y nunca había pensado que escondía un timo. Un edificio esplendoroso, rodeado de árboles. Se lo conoce como Quinta Guadalupe. Lo construyó el que fuera más importante indiano astur que conocieron los tiempos, don Iñigo Noriega Laso, una inmensa fortuna amasada en el México de Porfirio Díaz, y que se fue al traste con la llegada de la Revolución de Pancho Villa, Zapata y compañía. Varios años paseé por el parque colombrino de la Quinta Guadalupe e incluso alguna vez visité el edificio convertido, tras lujosa reconstrucción, en un modesto Museo de la Emigración. Como nos acostumbramos a pensar bien, jamás me detuve en el membrete que se fija en sus paredes Archivo de Indianos. Me conformaba con el parquecillo y los magnolios, hasta que un día, hace ya algunos años, me dio por saber más de ese tal Iñigo Noriega, personaje descomunal en todo, en su pobreza natal, en su astucia para trepar por el México del XIX, en su fecundidad de semental, en su insaciable rapacidad y en su cándida megalomanía que le llevó a proponer al dictador desterrado, don Porfirio, que optara por la mansión de Colombres y no por un pavillon en los parisinos Campos Elíseos.

Mi acceso al Archivo de Indianos, o más exactamente, los vericuetos funcionariales que hube de driblar para llegar a verle la cara al director y penetrar en lo que yo suponía sancta santorum de la documentación de Indianos, darían para un cuento de Gogol. El tal director, enterado de mi presencia, pasaba por delante de mí, y me observaba, en la completa seguridad de que yo no le conocía. ¡Cómo iba yo a conocer al ínclito intelectual local don Santiago Romero! Aún hoy es una sombra con bigote, uno de esos tipos sórdidos, de profesión sus labores, lo que consiste en hacerle la pelota a los que mandan, gracias a lo cual es al mismo tiempo director de dos museos tan absolutamente incompatibles en cualquier lugar que no fuera Asturias, como el Museo de la Minería y el Museo de la Emigración, distantes en kilómetros y universos. Ahí empecé a preguntarme cosas. Por qué había tantos museos en Asturias; yo he contabilizado un centenar y me aseguran que me quedo corto, porque no cuento los nuevos inventos de pesebre cultural, las denominadas aulas de interpretación, donde al parecer te interpretan una iglesia del prerománico, un castro perdido o catorce huesitos del paleolítico. Por supuesto que a los tres días de visitar la precariedad, abandono y desidia del supuesto Archivo de Indianos me sugirieron que me marchara y dejara de molestar la tranquilidad de aquellos probos empleados, perplejos ante la visita de un extraño. Ahí aprendí varias cosas sobre el estado de la inteligencia asturiana.

a primera y fundamental, que nada es lo que dice ser. La cultura es un instrumento que puede servir de ariete pero que resulta una fuente inagotable de recursos políticos. ¿Qué importa que ese Archivo de Indianos no sea archivo de nada, si es el lugar más idóneo para celebrar sucedáneos de espichas -fiesta asturiana ligada a la sidra y al condumio racial- con tambor y gaita? E incluso está muy bien pensado que el mismo director lleve al tiempo el Museo de la Minería y el de la Emigración, porque el primero depende del PSOE de las cuencas mineras -controlado por el conseguidor Fernández Villa- y el de la Emigración, a su vez, resulta una cantera de votos y fondos para el corrupto socialismo astur, enquistado en la autonomía. Y un corolario: no hay ninguna posibilidad de abrirse paso en el mosaico de intereses plasmado por los centenares de culos incrustados sobre la cultura.

Verbigracia. Si yo, tras el descubrimiento de la verdadera naturaleza golfa del Archivo de Indianos, escribo una carta al periódico local, jamás se publicará, porque la fraternidad de intereses convierte en opaca a la realidad. En otras palabras, que todo amigo metido en un comedero intelectual siempre está en condiciones de compensarte, pero si rompes la omertá, te arriesgas a ser castigado sin palo ni piedra ni presupuesto. Esta misma semana, sin ir más lejos, Daniel Gutiérrez, al que no conozco de nada, recién nombrado Director para el teatro de la Laboral, un centro faraónico de la época franquista convertido en cementerio de inversiones culturales para los amigos del Presidente de la comunidad, acaba de dimitir por un motivo tan divertido como insólito: le nombraron para un cargo que ya le habían dado antes a otro, más amigo del Presidente que él. Los asturianos se desternillarán y hasta le dedicarán un chiste brillante y un apodo, porque para eso son muy dados, pero no pasará de ahí, porque es muy arriesgado romper la rueda de la dependencia.

Pero así estamos, espectadores de un singular torneo amañado en el que el Oviedo de toda la vida, por cierto que dirigido por un parvenu, el alcalde Gabino de Lorenzo, ha decidido apostar por la luminaria de Gustavo Bueno -riojano, escolástico, gran sofista- y regalarle una Fundación, enfrentito de su casa, una sede amplia y bien engrasada de fondos, lo cual le convierte en el personaje de moda del Oviedo de siempre, con gran éxito de crítica y público. La derecha de Oviedo ya tiene un filósofo. Tuvo escritores a los que despreció, damas postineras imparables, una pianista bajita, peluqueros melómanos, un puñado de filarmónicos aguerridos con querencia hacia la ópera, rokeros asilvestrados, deportistas corajudos, tipos célebres que nunca celebraron nada, algún profesor de probada inutilidad, un engominado economista del fascio falangista, pero filósofos, en Oviedo, no recuerdo ninguno que merezca la pena recordar. Gustavo Bueno es el primero desde los timoratos pensadores de la Institución Libre de Enseñanza que ramonearon por la Universidad sin demasiada fortuna. Oviedo, o es de derechas o no es.

Frente a los pensadores subvencionados por el Ayuntamiento de Gabino de Lorenzo y la derechona ovetense, la izquierda del torto con caviar, muy venida a menos, plantó sus reales en Gijón y aledaños. Juanin Cueto -permítanme el diminutivo, por eso del colegio-, Pedro de Silva, Ignacio Quintana…, las estrellas del pensamiento fino y comprometido, se amparan en el poder autonómico que detenta un personaje sin pedigrí conocido que llegó al poder por exclusión y tras la quiebra de la dirigencia socialista, Tini Areces. En Asturias siempre fue muy importante el pedigrí, piensen que la inteligencia local se asienta en el pedigrí tanto más que en la obra, por lo demás discreta. Tanto Juan Cueto como Pedro de Silva, promotores con talento y escritores perezosos, descienden de otras tantas luminarias, inmarcesibles, de la cultura astur, ¡y universal!, que dirían en el Principado. El primero Juan Cueto y Alas, de las Alas de Clarín, sobrino nieto, o algo así, del autor de La Regenta, el Umberto Eco local, no porque escribiera nada sobre la rosa sino porque supo distinguir, en un momento crucial de su carrera, la diferencia entre ser apocalíptico o integrado. El otro, Pedro de Silva y Jovellanos, de los Jovellanos y Jovellanos de toda la vida, ejerció con brevedad y buen talante, quizá por eso, de Presidente de la Comunidad Asturiana, tataranieto, si es que esto existe, de aquel Gaspar de Jovellanos, Jovito para los íntimos, que gozó de buena voluntad, peor pluma e infame suerte; su descendiente fue autor de un novelo picantón, ¡ay Gijón!, y de numerosos artículos, breves y sensatos.
Y ahí están enfrentadas las dos galaxias. La del Partido Popular, concentrada en Oviedo. Y la de Gijón, cantando loas a la sensibilidad artística del Presidente Tini Areces, que ha tenido a bien ponerles a su disposición la vieja Universidad Laboral, mausoleo cultural del viejo régimen, para ensayar a precios suculentos que cien mil flores aparezcan y que lo disfruten del presupuesto. De momento el choque de culturas está parado. Tratan de asumir el momento que se vive, o lo que es lo mismo, la trascendencia histórica de la frase rotunda, astur, milenaria: “la posmodernidad terminó el día 11 de septiembre de 2001″. Lo dijo Juanin Cueto, en Gijón, a media tarde del martes de la pasada semana.
 
Y el 3º y ultimo, perdon por los Ladrillos.


Asturias: ¿Y a mí quién me paga las pitas? (III)

Por Gregorio Morán (La Vanguardia, 30/09/2007)

Asturias es un país pequeño donde hay demasiada gente que se cree muy grande, y ahí está la base de un rasgo cómico e identitario. Porque lo identitario siempre va más cargado de comicidad que de cualquier otra cosa. A ese rasgo característico de la asturianía se le denomina grandonismo. Es cierto que ha habido asturianos importantes -hasta un premio Nobel, suelen añadir los más burros del lugar, ya que es principio de ley que cuanto más bellota más patriota-, los ha habido e incluso los hay, pero el secreto consiste en que desde don Pelayo, que estaba por desasnar, las lumbreras del país, tampoco tantas como para desatar campanas, han redimido al resto y hasta les han proporcionado una cantidad de autoestima tan enorme que se hace en ocasiones insoportable y en general, patético.

Para aquellos que vivimos en un va y ven constante entre Asturias y Catalunya sería divertido hacer un cuadro comparativo de genialidades sobre la sensibilidad o la idiotez de los pueblos pequeños que se sienten grandes. Bastaría un apunte genérico, basado en una vieja historia que Pepe Bergamín gustaba de contar en los últimos años de su exilio interior en Euskadi: los vascos y muy en concreto los de Herri Batasuna, decía él, son los más españoles de todos. Y yo añado: los vascos, sumados a los asturianos y los catalanes. Las tres comunidades constituyen un condensado patriótico de esta cosa indefinible, nueva rica y abrumadoramente mediocre, que llamamos España. Dicho esto, al asturiano modo declamativo y para evitar malentendidos, sigo.

El grandonismo es una manifestación de carácter típicamente asturiana y tiene multitud de variantes. Desde la afirmación urbi et orbi del día exacto en que termina la posmodernidad, expresado por Juan Cueto en Gijón una tarde de septiembre, a la dedicación de un monumental edificio como es la vieja Universidad Laboral para industria de la artes, con despacho incluido del presidente de la comunidad, don Tini Areces, valorado en un millón y pico de euros. Recuerdo una polémica en el Parlamento asturiano donde una diputada ardorosa denunciaba: “Estamos haciendo el ridículo ante el mundo”.

Ahí es nada, ¡el mundo! Porque el grandonismo consiste en disimular la realidad cubriéndola de retórica y proyectar planes por encima de las posibilidades reales, forzándolas hasta tal punto que estén abocadas a la quiebra. Los premios Príncipe de Asturias, por ejemplo, son una muestra clarísima de grandonismo con final feliz. Nadie en su sano juicio y con los mimbres económicos que puede tender Oviedo por sí solo podría haber conseguido un eco y una proyección como la actual, pero llegó un momento en que el simbolismo de los premios obligó al Estado a asumir lo que Asturias no estaría en condiciones de encajar. O a lo grande, o no merece la pena. Podría citar una docena de proyectos culturales en la Asturias de la transición que fallaron por exceso de pretensiones. La modestia no es consustancial al modo de hacer de Asturias en las últimas décadas.

Y hay que precisarlo: éste es un fenómeno reciente, nada que ver con la historia y con don Pelayo, ni Covadonga, ni la Independencia, ni las huelgas y revoluciones. Es algo nacido en la posguerra franquista. Todo en Asturias, hasta que llegó el franquismo, respiraba sencillez, localismo y ambición de buen hacer, empezando por la gastronomía que compensaba su modestia con la contundencia del material; la casualidad convirtió la palabra Modesta en sinónimo del buen comer en Asturias gracias a un restaurante hoy desaparecido, Casa Modesta.

La supuesta marca identitaria del grandonismo es como todo el patriotismo, fructífera invención del presente. Si uno contempla la historia de Asturias, la modesta historia de Asturias encuentra que sus momentos de grandeza está vinculados a cosas muy obvias de puro humildes. Las grandilocuencias que apostillan hechos gloriosos como la guerra contra Napoleón, el pobre Riego, las modestísimas y valiosas aportaciones culturales, desde el padre Feijoo, las limitaciones intelectuales de Jovellanos, la voluntariosa extensión universitaria de la Institución Libre de Enseñanza en Oviedo, hasta la huida de Pérez de Ayala y de Fernando Vela y Valentín Andrés Álvarez y de Gerardo Diego -profesor en Gijón- y de tantos otros, por referirme sólo a los momentos anteriores a la guerra civil, todo fue sencillo, sin rebomborio ni grandilocuencia. Incluso la revolución del 34, el levantamiento minero, su impresionante gesto no tiene nada de grandón sino de natural; una clase obrera muy politizada que cree fervientemente en sus jefes revolucionarios, unos incompetentes irresponsables. Luchan porque son fieles a las ideas que encarnan sus dirigentes en la confianza de que ellos sabrán lo que se hacen. Hasta en eso son simples y humanos, porque si hubieran sido curtidos guerreros los hubieran corrido a gorrazos hasta el exilio mexicano. Y no fue así. Eran gente muy sencilla y muy valiente en su rebelde naturalidad.

El grandonismo astur es de posguerra, es heredero del franquismo y de los vencedores de la Cruzada. Pero lo impregnó todo, entre otras cosas porque los hijos de los vencedores coparon la hegemonía tanto de la derecha como de la izquierda en Asturias. Eso es lo que explica la confusión en la que estamos metidos y el arte de prestidigitación a la que buena parte de esa izquierda se está dedicando al echar la vista atrás. Quien fuera alcalde socialista de Oviedo en la transición, Antonio Masip -otro compañero de pupitre colegial- ha hecho recientemente unas declaraciones en su condición de actual eurodiputado socialista. Evocando su infancia ha recordado a su padre como “un gran orador con acento cristiano”. Lo peculiar del grandonismo es la transformación de la realidad en grandilocuencia, en exceso. Decir que el alcalde de Oviedo en los años sesenta era un orador cristiano con veleidades monárquicas y casi liberales es grandonismo y desvergüenza, y hasta camelo, porque la base del grandonismo es el cuentu, que dirían en Asturias. Vamos a bajarnos de la peana y a hablar natural.

El antiguo alcalde de Oviedo, don Valentín Masip, padre del actual dirigente socialista Antonio Masip, era un gran franquista, posiblemente con mucho acento cristiano, me es indiferente lo que pensara en su fuero interno. La historia de la izquierda en Oviedo, y por ampliación en Asturias, está marcada por muchas cosas, entre otras el hecho de que figuras notables de esa izquierda real y radical durante la primera transición fueran hijos de quienes dirigieron, avalaron y aplaudieron la brutal represión sobre los mineros asturianos en las huelgas de 1962 y 1964.

Los hijos del alcalde de Oviedo, el del gobernador civil Marcos Peña Royo -actual presidente del Consejo Económico y Social y militante socialista tras una breve estadía en el PCE-, y del jefe de Policía, Mourenza, cuyos hijos militaron y con notable valor y audacia en el PCE desde los años sesenta, para desesperación paterna. Se podrían citar más y sobresalientes.

Hay que asumir la singularidad de que la decadencia de Asturias coincide con el franquismo. Pero en eso ocurre como en Catalunya. Asturias perdió la guerra, pero un buen puñado de asturianos, y de catalanes, la ganaron. Hay una reflexión soberbia, casi diría un retrato de época y de casta, y de grandonismo, que protagonizó el barón de Grado, don Martín González del Valle, personaje importantísimo en la economía y la política, en Asturias y fuera de ella. La contó él mismo en un libro no venal titulado Vivencias y semblanzas dedicado a sus 34 nietos, para que supieran algunas cosas del abuelo y de sus hazañas. Ahí narra la visita que le hizo a un Franco ya terminal, en 1973. Se conocían desde agosto de 1936, en Sevilla, cuando su padre, Marqués de la Vega de Anzo, se presentó al Generalísimo, que apenas empezaba, con sus dos hijos, José María y este Martín, vestidos ya de militares para la Cruzada. Las palabras del barón de Grado a Franco ¡en 1973! deberían figurar en Asturias, y muy especialmente en Oviedo, con la misma fuerza que les da Lampedusa en la Sicilia moderna. Dirigiéndose al Caudillo, imagino que con voz cargada de emoción por la trascendencia, le espetó: “Mi general, quiero que sepa que nosotros somos los de siempre”.

A partir de ahí es posible entender muchas cosas y situarse en un mundo moderno con un peso de la tradición brutal, teñido de melancolía y de retórica. Por eso uno se queda perplejo cuando escucha las cuitas de un paisano de Mieres, que al ir el primer domingo de septiembre a dar de comer a sus gallinas (pitas) se encontró que de las catorce que tenía, diez estaban muertas y cuatro desaparecidas. Gallinas de la raza asturiana pita pinta, ¡un respeto! El buen hombre se vio de pronto metido en un lío, porque había que decidir quién le había liquidado el gallinero. Sin esa condición no había posibilidades de que le indemnizaran. Si fue un raposu (zorro, en bable) se lo ha de pagar el coto de caza; si las mataron los lobos, hay que reclamar al Gobierno del Principado, y si fueron perros asilvestrados, la responsabilidad es del Ayuntamiento. Y el hombre, con esa conciencia campesina de que todo está pensado para complicarte la vida, exclamaba a quien quisiera oírle, “¿Y a mí, quién me paga les pites?”.

Asturias se mueve entre el nosotros, los de siempre y la astucia que dificulta saber quién pagará las pitas. En el fondo y en resumen, a nosotros los de siempre les importa un carajo quién mató las pitas.
 
Vale, me los he leído, y realmente lleva razón en su análisis.

Asturias va camino de convertirse en un parque temático, de museos, restaurantes y casa rurales. La industria se ha desmantelado, y a esa generación se les ha callado la boca con dinero, se les ha puesto en un mundo idílico (en casa a los 45, con una paga cojonuda) mientras mi generación se va estrellando con la cruda realidad, y tiene que emigrar.

La incompetente, endogámica, caciquista y mierdosa clase política que tenemos ha ayudado bastante a que estemos en ésta situación. Se ha pulido una ingnete cantidad de fondos mineros, de compensdación y todo eso, en hacer rotondas, aceras, parquecitos y gilipolleces, en vez de invertir en tejido industrial, porque la clase política prefiere mucho más el electoralismo y subvencionismo a corto plazo que la inversión a largo, que no da votos.

El PSOE tiene su liderazgo asegurado para una temporada grande, ya que sus sitema caciquista y subvencionista está muy desarrollado. Yo conozco a paisanos que en su día sí que lucharon de verdad contra la dictadura, en movidas de huelgas y tal, y que hoy son del PSOE, y nada más. PSOE buenos, PP malos.

Y claro, el localismo y paletismo, popular y académico, no ayuda en nada a mejorar.


Eso si, a pesar de todo ésto, yo quiero seguir vivir aquí, porque me gusta mi tierra, pero no sé si será posible.
 
Pues teniendo en cuenta cómo están las cosas, para optar a un buen empleo (o a uno simplemente) hay que largarse fuera de este paraíso natural. Esto me recuerda a cuando desde el gobierno dijeron que la emigración de la juventud asturiana era un mito :137, más o menos como el Trasgu o el Nuberu.
Lo de la mina y sus prejubilaciones y demás tiene bemoles, así están las cuencas y en parte así está Asturias.
Respecto a Tinín y su fascismo, pues bueno. El cierre de teleasturias en época cuasi electoral fue una muestra más de patetismo de ese hombre y de la casta de gobernantes. Y es sólo un ejemplo.
En fin, AmaZord, ¿qué opina usted de todo esto?.
 
¿EN la Vanguardia?

Pues podían mirarse el ombligo y hacer una serie de artículos sobre la decadencia de la otrora cosmopolita Barcelona.
 
caco3 rebuznó:
¿EN la Vanguardia?

Pues podían mirarse el ombligo y hacer una serie de artículos sobre la decadencia de la otrora cosmopolita Barcelona.

Bueno, se salva porque establece algunos paralelismos.
 
Pero en Asturias por lo menos se folla, ¡ dejad de quejaros!:53
 
Mi actitud es, sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal), de cabreo con los medios asturianos en especial la mencionada "La Nueva España" que es de los Periodicos mas infectos que pululan por nuestro Pais. De siempre en mi casa ha sido el periodico que ha entrado ya que el otro referente del periodismo en asturias ("La Voz de Asturias") es , directamente, la revista social del PSOE astur; me repugna que siempre esten presumiendo de ser el 8º periodico (si no recuerdo mal) mas leido del Pais pero no recuerdo una puta investigacion, una denuncia de corrupcion o algo con la cual contribuya a intentar remover las aguas del estanque politico asturiano.

La unica investigacion periodistica que se me viene a la cabeza llevada por la Nueva españa fue el investigar si era verdad que Fernado Alonso se habia casado con Raquel del rosario...para ello entrevistaron al parroco que decian oficio la ceremonia y a algun vecino, ya ven como el "watergate" pero en version Asturiana..

Casos como el denunciado por Gregorio moran de que el director de dos museos asturianos sea el mismo (Pa´ encima de los mas importantes como el de la Mineria y el de los emigrantes) deberia ser de dominio publico y no creo requiriera mucha labor de investigacion, pues seguro que el director del periodico esta harto de acudir a actos oficiales y encontrarse con semejante sujeto, pues nada.

Tambien llevo toda la vida oyendo que Villa es lo mas Mafioso que existe allande Sicilia, pero no recuerdo en un periodico Asturiano un articulo denunciando algun chanchullo de los muchos que se le rumorean, en cambio en lo que vamos de año van 400 articulos y reportajes sobre los chanchullos que los malos de McLaren le han echo a Frenando al Oso.

Total que la gente aqui a lo suyo a seguir leyendo como se inaugura la ciudad cultural de la Laboral, los estrenos de la Opera de Oviedo, homenajes a Sacerdotes Jubilados, las ferias de ganao del interior y na a seguir pensando que como en asturias...em ningun llao´(creo se dice asi en bable, sino disculpas).
 
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