LeChuck
Freak total
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He observado la decadencia tecnológica hacia la que nos dirigimos sin remedio. Hace una década ya que nuestra sociedad ha aceptado como normal e incluso necesaria la invasión en todos los ámbitos tecnológicos de lo ordinario. Lo simple, el sistema a prueba de tontos, la tecnología chabacana, lo vulgar abanderando el progreso digital.
hablo de los sistemas táctiles.
Las pantallitas. Esos alineantes elementos tecnológicos que todo lo contaminan. Incluso pretenden meterlas en las cocinas. Aburridas superficies llenas de grasa dactilar y flemazos que comúnmente suelen verse adornadas con grietas y arañazos. Pantallas lo suficientemente grandes como para molestar en el bolsillo pero suficientemente pequeñas como para hacernos tropezar una y mil veces al pinchar en links o escribir en el teclado digital del dispositivo.
Nos han hecho creer que una pantalla es la piel artificial que nos conviene para nuestros ordenadores de bolsillo. Donde quedan los botones, los diales, los interruptores, los pulsadores. Se ha perdido el valor de lo analógico. La belleza atemporal de los gadgets con botones se ha sustituido por aburridos dispositivos clónicos. Rectángulos de cristal y plástico que con suerte conservan dos o tres microscópicos pulsadores en un lateral. ¿Sabéis cuales son las únicas funciones que podéis realizar con vuestros teléfonos con la mano a la espalda? Exacto. Apagar el aparato, modular el volumen o cualquier otra función asignada a ellos.
Los controles analógicos son los apéndices que nos permiten interactuar de forma más intima con los ingenios electrónicos que hemos creado. Nada invita más a un fotógrafo amateur a utilizar el modo automático que una pantalla táctil o unos controles para buscar en los menús de esa cámara los ajuntes de ISO, contraste, saturación, luminosidad o enfoque. Nada alienta más al fotógrafo a progresar y experimentar que los diales y los controles analógicos. Nada tan rápido, comprensible y satisfactorio como ajustar el enfoque con los leves clicks del anillo de apertura.
¿Que despista más al conductor, y lo expone a sustos y accidentes, ajustar la temperatura de los asientos en la ultramoderna pantalla táctil o poner el aire caliente? Exacto.
Los controles analógicos no solo son más robustos, elegantes, prácticos y resistentes, sino que la mayoría de las veces podemos utilizarlos con los ojos vendados.
Mirad este insulto a la lógica y el buen gusto:
¿Por donde se enciende? nadie lo sabe. Tremendo error de diseño. Ahora mirad este otro dispositivo, 20 años más antiguo:
Así andamos. Retrocedemos tecnológicamente aceptando sin rechistar vulgaridades tecnológicas. El reflejo de una sociedad mermada e idiotizada.
Ajjajaj. Pero quien es capaz de disfrutar de semejante basura. Una pantalla no es capaz de captar los ágiles y sutiles movimientos de las manos de un auténtico jugador. No hablemos ya de que basta con que estés tumbado y tu barriga roce la pantalla para disfrutar de todo tipo de interacciones indeseadas y frustrantes.
Behold!
¿Y esto? Ah. Es un Ipod, que es igual que un Iphone pero no vale para llamar. Abulta un huevo y vale un cojón.
Están pensados para gente sin clase ni gusto estético. No era tan difícil. Simplemente tenían que sustituir la cavidad para cintas de los viejos Walkman por un dispositivo de memoria y reducir el tamaño del aparato a algo más acorde a los tiempos modernos.
El MP3 que me acabo de comprar le da mil vueltas a cualquier Ipod o smartphone que se use como radio. Tiene botones, es más pequeño que una tarjeta, vale 20 euros y no se acaba la batería ni aunque la derives al arranque del coche.
Vivan los controles analógicos joder. Abajo la dictadura de lo táctil. Darth Vader lo sabía.
hablo de los sistemas táctiles.
Las pantallitas. Esos alineantes elementos tecnológicos que todo lo contaminan. Incluso pretenden meterlas en las cocinas. Aburridas superficies llenas de grasa dactilar y flemazos que comúnmente suelen verse adornadas con grietas y arañazos. Pantallas lo suficientemente grandes como para molestar en el bolsillo pero suficientemente pequeñas como para hacernos tropezar una y mil veces al pinchar en links o escribir en el teclado digital del dispositivo.
Nos han hecho creer que una pantalla es la piel artificial que nos conviene para nuestros ordenadores de bolsillo. Donde quedan los botones, los diales, los interruptores, los pulsadores. Se ha perdido el valor de lo analógico. La belleza atemporal de los gadgets con botones se ha sustituido por aburridos dispositivos clónicos. Rectángulos de cristal y plástico que con suerte conservan dos o tres microscópicos pulsadores en un lateral. ¿Sabéis cuales son las únicas funciones que podéis realizar con vuestros teléfonos con la mano a la espalda? Exacto. Apagar el aparato, modular el volumen o cualquier otra función asignada a ellos.
Los controles analógicos son los apéndices que nos permiten interactuar de forma más intima con los ingenios electrónicos que hemos creado. Nada invita más a un fotógrafo amateur a utilizar el modo automático que una pantalla táctil o unos controles para buscar en los menús de esa cámara los ajuntes de ISO, contraste, saturación, luminosidad o enfoque. Nada alienta más al fotógrafo a progresar y experimentar que los diales y los controles analógicos. Nada tan rápido, comprensible y satisfactorio como ajustar el enfoque con los leves clicks del anillo de apertura.
¿Que despista más al conductor, y lo expone a sustos y accidentes, ajustar la temperatura de los asientos en la ultramoderna pantalla táctil o poner el aire caliente? Exacto.
Los controles analógicos no solo son más robustos, elegantes, prácticos y resistentes, sino que la mayoría de las veces podemos utilizarlos con los ojos vendados.
Mirad este insulto a la lógica y el buen gusto:
¿Por donde se enciende? nadie lo sabe. Tremendo error de diseño. Ahora mirad este otro dispositivo, 20 años más antiguo:
Así andamos. Retrocedemos tecnológicamente aceptando sin rechistar vulgaridades tecnológicas. El reflejo de una sociedad mermada e idiotizada.
Ajjajaj. Pero quien es capaz de disfrutar de semejante basura. Una pantalla no es capaz de captar los ágiles y sutiles movimientos de las manos de un auténtico jugador. No hablemos ya de que basta con que estés tumbado y tu barriga roce la pantalla para disfrutar de todo tipo de interacciones indeseadas y frustrantes.
Behold!
¿Y esto? Ah. Es un Ipod, que es igual que un Iphone pero no vale para llamar. Abulta un huevo y vale un cojón.
Están pensados para gente sin clase ni gusto estético. No era tan difícil. Simplemente tenían que sustituir la cavidad para cintas de los viejos Walkman por un dispositivo de memoria y reducir el tamaño del aparato a algo más acorde a los tiempos modernos.
El MP3 que me acabo de comprar le da mil vueltas a cualquier Ipod o smartphone que se use como radio. Tiene botones, es más pequeño que una tarjeta, vale 20 euros y no se acaba la batería ni aunque la derives al arranque del coche.
Vivan los controles analógicos joder. Abajo la dictadura de lo táctil. Darth Vader lo sabía.