Ayer me preguntabas qué motivó mi decisión de cambio, y no lo podría haber expresado mejor:
mi trabajo no es bonito, no me realiza, no me entretiene, no me hace feliz, no genera nada de lo que pueda yo sentirme orgulloso ni contento.
Me genera cierta tristeza leer cosas así, sobre todo procedente de gente con capacidades que me saca ventaja en la vida. Y no es tanto por su insatisfacción laboral o profesional, sino por el hecho de que sean plenamente conscientes de que sus vidas están pidiendo un cambio a gritos.
Pero mi historia no tiene nada que envidiar, en ninguno de los sentidos. Si se cuenta resumidamente, sacando lo bueno, todo parece de color de rosa, cuando no es así. Hasta llegar aquí han sido muchos años de empeño y esfuerzo. Mucha carretera, mucho hoy aquí y mañana allí, y dejar de hacer muchas cosas con el único objetivo de montarme un chiringuito. Hasta usaba mis vacaciones para patearme medio país visitando profesionales a los que no conocía de nada, dispuestos a darme alguna lección, aunque fuera mirando un taller.
Pero me he perdido otras muchas cosas importantes en la vida. No tengo hipoteca, ni pareja, ni contactos a los que acudir si algo se tuerce. Pero precisamente hice de todo eso mi fuerte para mandarlo todo a la mierda. Mi única responsabilidad en esta vida era mi perro, que me dejó ya viejo y desdentado hace años. Así que arruinarme en mi empeño no me da el más mínimo remordimiento. Hay quien se funde la pasta a diario en coca, cubatas y putas; yo la fui metiendo en la hucha poquito a poco, sin exagerar, con el sueño de ganarme el pan con mis dos manos. Y sabe Dios que aún me haría más feliz la idea de prosperar lo suficiente como para darle trabajo a alguien más.
No me creo que no sepas cómo dar el salto a algo nuevo. Es sólo tu miedo a salir de tu zona de confort, algo totalmente lógico y respetable. Seguramente yo, en tu misma situación, no me atrevería a mover ficha. Por aquí ya hemos oído qué pasa cuando, trabajando, dejan de pagarte dos o tres nóminas. Pero mi caso es bien distinto, y excepto los ahorros, no tengo nada que perder y mucho que ganar.
Sin pretender convencerte en absoluto (con que pruebes la restauración como hobbie me conformo), sí te diré el cómo iniciar un cambio: pensando cuánta felicidad interior te traería ese nuevo trabajo, disponiendo de un colchón pequeñito para el período de transición y siendo honesto con uno mismo, asumiendo que puede salir mal.
Yo lo que quería era intentarlo. Aún voy por el primer año de los dos que me he dado para reciclarme, ya que es el tiempo máximo de prestación por desempleo, y casi todo es gasto. No me pesa en absoluto tirar de esa ayuda social porque para eso está, amén de que he visto y vivido cómo se malgasta el dinero público. Creo que es mi momento, luego vendrá lo de romper la hucha y tal.