ciudadanocapeto
Forero del todo a cien
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- 29 Jul 2009
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ANTECEDENTES
Jon Anza Ortúñez, que habría cumplido 48 años, ingresó en ETA en los años 80. Pasó una larga temporada en la cárcel, de 1982 a 2002, por haber participado directamente, como miembro del comando Lau Haizeta (Cuatro vientos), en el asesinato en San Sebastián del subteniente de Policía Nacional retirado Leopoldo García Martín, el 17 de enero de 1981. Cuatro tiros a bocajarro en la cabeza acabaron con la vida del agente marbellí.
A la salida de prisión, tras un periodo de descanso, volvió a incorporarse a ETA en 2005. Lo primero que hizo fue instalarse en Francia. La organización lo encuadró en el aparato político internacional. Su papel no estaba realmente claro, pero fue ETA la que se encargó de contarlo en mayo de 2009, cuando Anza ya llevaba dos meses en paradero desconocido: era un enlace, un correo que distribuía y trasladaba mensajes entre las distintas estructuras de la banda terrorista y, de vez en cuando, llevaba dinero.
El día en que se le vio por última vez, el 18 de abril de 2009, Anza estaba llevando dinero a miembros de la banda. Fue la propia ETA la que contó el 18 de mayo que tenía como misión entregar dinero a otros etarras. Lo que exactamente dijo la banda, de haber estado vivo Anza, lo hubiera puesto de patitas en prisión:
Tenía billete para volver el 20. Luego se supo que llevaba encima 300.000 euros.
ETA daba un dato más: Jon Anza estaba gravemente enfermo. De cáncer. En algunos medios radicales y policiales (Rubalcaba lo insinuó) incluso se llegó a especular con que Anza, con sus documentos perfectamente en regla y sin nadie que lo siguiera, hubiera decidido pagarse un tratamiento con esos 300.000 euros.
ETA, en un comunicado publicado el 9 de agosto añadía:
Comienza la investigación para dar con su paradero. Por un lado, su familia, peinando morgues y hospitales. Por otro lado, la policía francesa añade a la búsqueda los cargos por asociación de malhechores y financiación de actividades ilícitas. La versión oficial dice que los servicios secretos españoles también le buscan, así como la propia ETA.
COMIENZA EL ENIGMA
El cadaver de Anza aparece en la morgue de un hospital de Tolouse. En el primer lugar donde preguntaron tanto las policías gala y española como su propia familia. No está y siguen buscando.
¿Qué ocurre cuando una persona fallece en un hospital de Toulouse sin que haya sido posible determinar su identidad? Hasta conocer la versión oficial sobre el caso de Jon Anza, la respuesta hubiera sido ésta: se hace el acta de defunción; se abre una ficha policial; se solicitan testigos que puedan identificar el cadáver; y, si la investigación no fructifica, el cuerpo es enterrado dos meses después del fallecimiento engrosando la lista de difuntos sin identificar accesible desde internet.
El cuerpo de Anza llevaba, según la versión oficial, desde el 11 de mayo del año pasado en la morgue del hospital donde falleció.
El 18 de abril se subió a un tren con destino a Tolouse, la con identificación en regla, un teléfono móvil y 300.000 euros en metálico.
El 29 de abril fue recogido en una concurrida avenida de Toulouse por los servicios sanitarios municipales, después de haber recibido un aviso en el que se describía un hombre de mediana edad sufriendo los síntomas de lo que parecía ser un infarto. El equipo médico se lo encontró con la cabeza en una jardinera de un restaurante de una conocida franquicia y en estado de paro cardiorrespiratorio. Se procedió a su reanimación y se le evacuó al hospital en cuya morgue ha aparecido, siendo certificada su muerte el día 11 de Mayo.
El procedimiento habitual en el caso de que la persona fallecida no haya sido identificada, la investigación policial que se inicia se refleja también en la web oficial del Ministerio de Interior www.avisderecherches.interieur.gouv.fr, en la que hay un apartado dedicado a «personas desaparecidas e identificaciones de víctimas».
Ayer, la ficha de Jon Anza aparecía junto a la de otras 60 personas. Sólo 20 de ellas eran hombres mayores de edad y, tras una rápida criba en base a la edad y la raza, apenas quedan 6 o 7 con características físicas más o menos similares a las Anza.
Aparentemente nadie lo vio.
¿Cómo es que, en contra del procedimiento habitual, se le mantuvo en la morgue sin identificar?
Semanas antes de su aparición, el eco en los medios del enigma de la desaparición de Anza trascendió los medios locales del país vasco en ambos lados de la frontera. Importantes medios como «Le Monde», «Le Journal de Dimanche» y «Libération» habían empezado a hacer preguntas. Y, llamativamente, las respuestas que encontraban les dirigían todas a la misma tesis: agentes españoles habían tenido algo que ver en su desaparición. Además, la investigación oficial francesa había llegado también a plantear cuestiones a la Audiencia Nacional española, con lo que el «Dossier Anza» empezaba a ser, quizá, demasiado voluminoso.
Y, de pronto, Jon Anza aparece allí donde se le esperaba. En Toulouse. En el lugar en el que ya se le había buscado. Desde donde ya le respondieron a la fiscal que no estaba. No portaba documentación alguna ni teléfono móvil, y llevaba 500 euros en metálico.
COMIENZAN LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA
La avalancha de preguntas precipitó la rueda de prensa acaecida ayer, día 12 de marzo, en la que la fiscal jefe de Bayona, capital del País Vasco francés declaraba que «Manifiestamente la investigación ha fallado». Reconoció ayer con estas palabras el fallo clamoroso producido en la identificación del etarra Jon Anza, cuyo cadáver permaneció olvidado durante diez meses en la morgue. Las autoridades judiciales galas van a continuar las pesquisas para "esclarecer tanto las causas exactas del fallecimiento del militante de ETA, mediante una autopsia que será practicada el lunes", como la "cadena de errores que condujeron a la tardía localización de su cuerpo". Hay orden expresa de que un médico de confianza de la familia no esté presente en la autopsia.
Admitiendo que desde el 29 de abril se produce una cadena de fallos en todos los protocolos que impiden la identificación de un enfermo y un cadáver, la pregunta que sigue es: ¿Dónde estuvo Jon Anza los 11 días desde que salió de la estación de Bayona hasta que apareció moribundo en una avenida de Tolouse?
¿Dónde está el dinero que debía entregar a ETA?. Lo único que la fiscal Anne Kayanakis ha descartado es la hipótesis de Rubalcaba de que Anza hubiera desaparecido voluntariamente para gastárselo. «Interviú» publicó en junio, citando fuentes policiales españolas, que el desaparecido portaba 300.000 euros, lo que desde entonces se ha considerado una verdad absoluta no desmentida por las FSE. Si la Policía española no sabía nada de la desaparición de Anza, ¿cómo ofreció una cifra concreta en dicha filtración?
Si Jon Anza fue, por ejemplo, víctima de un robo, ¿cómo es que tenía 500 euros en metálico según figura en el ingreso hospitalario? ¿Y dónde están la documentación y el móvil? Un detalle interesante el del teléfono, porque la investigación pidió su registro de llamadas en aquellas fechas. ¿Lo tienen ya? ¿ Y dónde durmió? ¿Dónde comió? ¿Por qué no volvió a casa? ¿No podía? ¿Quién o qué lo retenía?
Es probable que haya muerto de un infarto tal y como sostiene la versión oficial, pero tanto las sombras de los tiempos del GAL como las de, por qué no decirlo, Carmen, Iker Jiménez planean sobre este entuerto.
¿Justicia divina? ¿Muerte natural después de once días de putas, casino y coca? ¿Terrorismo de estado?
Lo que es seguro es que de no aclararse, ETA tendrá otro "mártir" que sumar a la causa por la que seguir "luchando contra el opresor".
Hagan sus apuestas.
Jon Anza Ortúñez, que habría cumplido 48 años, ingresó en ETA en los años 80. Pasó una larga temporada en la cárcel, de 1982 a 2002, por haber participado directamente, como miembro del comando Lau Haizeta (Cuatro vientos), en el asesinato en San Sebastián del subteniente de Policía Nacional retirado Leopoldo García Martín, el 17 de enero de 1981. Cuatro tiros a bocajarro en la cabeza acabaron con la vida del agente marbellí.
A la salida de prisión, tras un periodo de descanso, volvió a incorporarse a ETA en 2005. Lo primero que hizo fue instalarse en Francia. La organización lo encuadró en el aparato político internacional. Su papel no estaba realmente claro, pero fue ETA la que se encargó de contarlo en mayo de 2009, cuando Anza ya llevaba dos meses en paradero desconocido: era un enlace, un correo que distribuía y trasladaba mensajes entre las distintas estructuras de la banda terrorista y, de vez en cuando, llevaba dinero.
El día en que se le vio por última vez, el 18 de abril de 2009, Anza estaba llevando dinero a miembros de la banda. Fue la propia ETA la que contó el 18 de mayo que tenía como misión entregar dinero a otros etarras. Lo que exactamente dijo la banda, de haber estado vivo Anza, lo hubiera puesto de patitas en prisión:
"El 18 de abril, el día que desapareció, Jon tenía una cita con una estructura de ETA, en el centro urbano de Toulouse. Para llegar a esa cita tomó el tren en Bayona. Jon portaba una cantidad de dinero que era para la Organización. Jon no apareció a la cita que tenía con ETA en el centro urbano de Toulouse. El mismo día y al día siguiente, tampoco apareció a la cita que estaba establecida por situaciones ocasionales".
Tenía billete para volver el 20. Luego se supo que llevaba encima 300.000 euros.
ETA daba un dato más: Jon Anza estaba gravemente enfermo. De cáncer. En algunos medios radicales y policiales (Rubalcaba lo insinuó) incluso se llegó a especular con que Anza, con sus documentos perfectamente en regla y sin nadie que lo siguiera, hubiera decidido pagarse un tratamiento con esos 300.000 euros.
ETA, en un comunicado publicado el 9 de agosto añadía:
"Es esclarecedor que la policía francesa, muestre a los amigos y familiares de Jon en las investigaciones que llevan a cabo, como hipótesis de más peso la participación de la Policía Española o de la Guardia Civil detrás de la desaparición. No sabemos si estas manifestaciones de la policía se hacen para limpiar la responsabilidad de Francia o para demostrar la implicación unilateral de España".
Comienza la investigación para dar con su paradero. Por un lado, su familia, peinando morgues y hospitales. Por otro lado, la policía francesa añade a la búsqueda los cargos por asociación de malhechores y financiación de actividades ilícitas. La versión oficial dice que los servicios secretos españoles también le buscan, así como la propia ETA.
COMIENZA EL ENIGMA
El cadaver de Anza aparece en la morgue de un hospital de Tolouse. En el primer lugar donde preguntaron tanto las policías gala y española como su propia familia. No está y siguen buscando.
¿Qué ocurre cuando una persona fallece en un hospital de Toulouse sin que haya sido posible determinar su identidad? Hasta conocer la versión oficial sobre el caso de Jon Anza, la respuesta hubiera sido ésta: se hace el acta de defunción; se abre una ficha policial; se solicitan testigos que puedan identificar el cadáver; y, si la investigación no fructifica, el cuerpo es enterrado dos meses después del fallecimiento engrosando la lista de difuntos sin identificar accesible desde internet.
El cuerpo de Anza llevaba, según la versión oficial, desde el 11 de mayo del año pasado en la morgue del hospital donde falleció.
El 18 de abril se subió a un tren con destino a Tolouse, la con identificación en regla, un teléfono móvil y 300.000 euros en metálico.
El 29 de abril fue recogido en una concurrida avenida de Toulouse por los servicios sanitarios municipales, después de haber recibido un aviso en el que se describía un hombre de mediana edad sufriendo los síntomas de lo que parecía ser un infarto. El equipo médico se lo encontró con la cabeza en una jardinera de un restaurante de una conocida franquicia y en estado de paro cardiorrespiratorio. Se procedió a su reanimación y se le evacuó al hospital en cuya morgue ha aparecido, siendo certificada su muerte el día 11 de Mayo.
El procedimiento habitual en el caso de que la persona fallecida no haya sido identificada, la investigación policial que se inicia se refleja también en la web oficial del Ministerio de Interior www.avisderecherches.interieur.gouv.fr, en la que hay un apartado dedicado a «personas desaparecidas e identificaciones de víctimas».
Ayer, la ficha de Jon Anza aparecía junto a la de otras 60 personas. Sólo 20 de ellas eran hombres mayores de edad y, tras una rápida criba en base a la edad y la raza, apenas quedan 6 o 7 con características físicas más o menos similares a las Anza.
Aparentemente nadie lo vio.
¿Cómo es que, en contra del procedimiento habitual, se le mantuvo en la morgue sin identificar?
Semanas antes de su aparición, el eco en los medios del enigma de la desaparición de Anza trascendió los medios locales del país vasco en ambos lados de la frontera. Importantes medios como «Le Monde», «Le Journal de Dimanche» y «Libération» habían empezado a hacer preguntas. Y, llamativamente, las respuestas que encontraban les dirigían todas a la misma tesis: agentes españoles habían tenido algo que ver en su desaparición. Además, la investigación oficial francesa había llegado también a plantear cuestiones a la Audiencia Nacional española, con lo que el «Dossier Anza» empezaba a ser, quizá, demasiado voluminoso.
Y, de pronto, Jon Anza aparece allí donde se le esperaba. En Toulouse. En el lugar en el que ya se le había buscado. Desde donde ya le respondieron a la fiscal que no estaba. No portaba documentación alguna ni teléfono móvil, y llevaba 500 euros en metálico.
COMIENZAN LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA
La avalancha de preguntas precipitó la rueda de prensa acaecida ayer, día 12 de marzo, en la que la fiscal jefe de Bayona, capital del País Vasco francés declaraba que «Manifiestamente la investigación ha fallado». Reconoció ayer con estas palabras el fallo clamoroso producido en la identificación del etarra Jon Anza, cuyo cadáver permaneció olvidado durante diez meses en la morgue. Las autoridades judiciales galas van a continuar las pesquisas para "esclarecer tanto las causas exactas del fallecimiento del militante de ETA, mediante una autopsia que será practicada el lunes", como la "cadena de errores que condujeron a la tardía localización de su cuerpo". Hay orden expresa de que un médico de confianza de la familia no esté presente en la autopsia.
Admitiendo que desde el 29 de abril se produce una cadena de fallos en todos los protocolos que impiden la identificación de un enfermo y un cadáver, la pregunta que sigue es: ¿Dónde estuvo Jon Anza los 11 días desde que salió de la estación de Bayona hasta que apareció moribundo en una avenida de Tolouse?
¿Dónde está el dinero que debía entregar a ETA?. Lo único que la fiscal Anne Kayanakis ha descartado es la hipótesis de Rubalcaba de que Anza hubiera desaparecido voluntariamente para gastárselo. «Interviú» publicó en junio, citando fuentes policiales españolas, que el desaparecido portaba 300.000 euros, lo que desde entonces se ha considerado una verdad absoluta no desmentida por las FSE. Si la Policía española no sabía nada de la desaparición de Anza, ¿cómo ofreció una cifra concreta en dicha filtración?
Si Jon Anza fue, por ejemplo, víctima de un robo, ¿cómo es que tenía 500 euros en metálico según figura en el ingreso hospitalario? ¿Y dónde están la documentación y el móvil? Un detalle interesante el del teléfono, porque la investigación pidió su registro de llamadas en aquellas fechas. ¿Lo tienen ya? ¿ Y dónde durmió? ¿Dónde comió? ¿Por qué no volvió a casa? ¿No podía? ¿Quién o qué lo retenía?
Es probable que haya muerto de un infarto tal y como sostiene la versión oficial, pero tanto las sombras de los tiempos del GAL como las de, por qué no decirlo, Carmen, Iker Jiménez planean sobre este entuerto.
¿Justicia divina? ¿Muerte natural después de once días de putas, casino y coca? ¿Terrorismo de estado?
Lo que es seguro es que de no aclararse, ETA tendrá otro "mártir" que sumar a la causa por la que seguir "luchando contra el opresor".
Hagan sus apuestas.