En España, mientras no cambien las cosas, es decir, mientras no se apruebe otra constitución, no existe más que un poder soberano.
•Un poder que está sobre la corona, sobre el gobierno, sobre los jueces, sobre esta Cámara, sobre las Comunidades Autónomas y sobre los ayuntamientos.
•Un poder que no admite parcelas, que no se divide, que no se comparte.
•Un poder que delega voluntariamente sus potestades, pero no renuncia a la propiedad. Ninguna instancia delegada es propietaria del poder que recibe. Ese poder, que todos ustedes representan, lo ejerce exclusivamente el pueblo español constituido en nación. En eso consiste la soberanía nacional. Ante él nadie habla de igual a igual. Ante él no se blindan ni ríos ni competencias. ¿Y esto por qué es así? Porque los españoles forman una nación soberana. ¿Por qué? ¡Porque así lo decidieron en 1978! Es la voluntad de la nación la que da obligatoriedad a las leyes. No estamos hablando ni de esencias ni de unidades sagradas. Hablamos de una expresa voluntad democrática.
•El pueblo español no es soberano porque lo diga la Constitución. NO. Es al revés: el pueblo español hizo la Constitución porque era soberano.
•Las comunidades autónomas no han creado ni pueden crear la Nación o el Estado. Todo lo contrario: es la nación soberana la que ha dispuesto constituirse en Estado y que en ese Estado existan comunidades autónomas.
•El gobierno de una comunidad autónoma, de ninguna, no lo elige ningún poder ajeno a la soberanía nacional, sino LOS ESPAÑOLES censado en dicha comunidad, en los cuales la soberanía nacional ha delegado esa parcela de poder.
Conviene, como digo, que las cosas queden claras para todas las comunidades.
En eso estamos, señorías. Cataluña no es más que una coartada para que el señor Rodríguez Zapatero lleve adelante sus fantasías federalistas y comience a caminar hacia la España Plurinacional, el Estado Federal Asimétrico o la Confederación Ibérica de Naciones... que no sé yo con precisión qué es lo que busca.
Con todo respeto, señorías, no me sorprende descubrir una vez más que el señor Rodríguez Zapatero hace trampas. Lo lamento, pero no me sorprende. Lo que me deja estupefacto es esta súbita conversión, este abrazo suyo con los valores del nacionalismo, es decir con las prebendas del antiguo régimen, con las ideas que combatieron la Ilustración, la Revolución Norteamericana de 1776, la Revolución Francesa y, entre nosotros, las Cortes de Cádiz.
Porque en España, como todo el mundo sabe, aunque algunos lo olvidan, en España hay españoles. Cuarenta millones de seres humanos que, aunque pueda sorprender, se muestran obstinadamente dispuestos a seguir siendo españoles. Andaluces, sí; Catalanes, sí; Canarios, sí; gallegos, sí. Pero españoles, también.
España es muy plural, señorías. Ya se ha dicho aquí. No lo van a creer, pero ya lo era antes de la llegada gobierno del señor Rodríguez Zapatero. Muy plural, pero no por ser plural deja de ser España.
Así lo entienden los españoles y por eso muestran, MOSTRAMOS, una voluntad obstinada e incansable de vivir juntos pese a quien pese.
Esta es la España que vamos a defender, y la defendemos:
•porque los españoles tenemos memoria. No hemos olvidado la trágica historia de los últimos doscientos años y las energías que hemos consumido en querellas estériles y excluyentes.
•la defendemos, porque apreciamos el valor de la Constitución vigente que nació de un consenso nuevo, de una enorme voluntad de entendimiento, del firme propósito de convivir en paz y de conseguir la armonía territorial. Eso fue la Constitución de 1978.
•la defendemos, porque hoy necesitamos una España unida, cohesionada, capaz de participar activa y eficazmente en la Unión Europea y afrontar con éxito los retos de la globalización.
•La defendemos, en fin, porque amamos a España y nos importa lo que afecte a los españoles, a sus derechos, a su futuro, a su libertad.
Lo que se nos propone hoy es que renunciemos a un patrimonio sólido, a unos beneficios indiscutibles, a un futuro despejado, a cambio de una aventura sin reglas, sin rumbo, sin resultado concreto. Si todo está tan bien, ¿cuál es la razón para cambiarlo?
Rajoy me convenció ayer de que tiene una idea de Cataluña y una idea de España, en un discurso con ecos de los fundadores de la democracia. Me sonó a De Gaulle por su patriotismo, al Prieto españolísimo en su exilio de México o al Azaña desolado de La Velada de Benicarló, cuando recordaba cómo cada ciudad quiso hacer su guerra particular, en un provincianismo fatuo, ignorante, frívolo, codicioso, desleal y cobarde.