La explicación la encontraremos en lo que en Hollywood era conocido hace unos años como «Stupid German Money». Una norma fiscal alemana insólitamente benévola permitía a los productores obtener una deducción íntegra si no se lograba un retorno de la inversión y el dinero ni siquiera tenía que ir a una producción de nacionalidad alemana. Infinidad de grandes producciones americanas se beneficiaron de ello, desde Terminator 3 hasta Yo, robot, y nuestro protagonista encontró ahí su gran oportunidad para medrar, pues se le podrá llamar muchas cosas pero tonto no es.