Martín Lutero
Novato de mierda
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REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO (Viaje incompleto).
El río Congo entre Kinshasa y Brazzaville, desde el avión:
Turismo de aventura o antiturismo, viajar a la RDC supondrá al viajero una gran dosis de paciencia, habilidad, comprensión, decisión y mano izquierda.
No es un viaje para ir cámara en pecho y pantalones cortos, aviso.:99 Tampoco es recomendable para personas asustadizas, apocadas, indecisas, afeminadas, escrupulosas, o sin el cuajo suficiente para aguantar un clima espeso en olores e insectos, o el trato poco amigable de los lugareños.
Lo primero que se debe hacer cuando se va a viajar a esos sitios son dos cosas: visitar la Web del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde nos informan de los posibles peligros y recomendaciones del destino que hemos elegido. Concretamente, sobre RDC nos dicen:
DOCUMENTACIÓN NECESARIA:
Pasaporte / DNI: Pasaporte en vigor.
Visados: SI.
Vacunas: Cartilla de Vacunación en vigor.
Obligatorias: Fiebre amarilla.
Recomendadas: Hepatitis A y B; fiebre tifoidea; tétanos, meningitis, cólera y rabia.
Para más información, consulte la siguiente página web:
Datos de Sanidad Exterior
Así que nos vamos al edificio de Sanidad Exterior más cercano y nos instalan el Norton Antivirus el mismo día. También nos dan las pastillas contra la Malaria de gratis.
Breve historia reciente del país:
Lo que nos vamos a encontrar en RDC es lo propio de cualquier colonia independizada y abandonada a su suerte, seguido por años y años de abandono y, no lo olvidemos, en plena postguerra: ciudades con estructura y diseño europeos (edificios, asfalto, semáforos, farolas)… pero absolutamente todo deteriorado y sin posibilidades de reparación. No cuenta con una red viaria de carreteras ni ferrocarril que una las más importantes ciudades del país, no existe red de alcantarillado ni siquiera en la capital ni de un sistema de Sanidad estatal en condiciones, entre otro millar de cosas.
Algunas imágenes de la ciudad de Kinshasa, vida cotidiana:
Un vídeo en ruta:
Por supuesto no hay una conciencia social del concepto Turismo, y el mero hecho de sacar una cámara y grabar algo supone la bronca del transeúnte menos pintado que se queja y grita gesticulando, porque imagina que con eso vamos a ganar dinero a su costa en Europa. Es por eso que la mayoría de imágenes y vídeos que presento han sido realizados desde un vehículo en marcha, o con el teléfono móvil fingiendo estar realizando una llamada. Una de las características de los congoleños es la de meterse donde nadie les llama y sacar una cámara en plena calle para una foto significa discutir durante un buen rato con un grupo de capullos que se acercarán a agobiar hasta que se les suelte algún dólar por lo bajini. Así de sencillo.
Pero como en todos lados, hay gente y gente. Y Congo no es una excepción; un gran sector de la población, con ciertos estudios, visión del mundo exterior, que se relacionan con blancos por trabajo, nos ofrecerán su cara más simpática y correcta. Un servidor ha tenido el honor de conocer allí gente de uno y otro tipo; su orgullo, su rencor, su simpatía y su humildad.
Breve descripción del país:
ITINERARIO PREVISTO EN EL VIAJE
La idea inicial era llegar a Kinshasa, capital del país, ya que es el aeropuerto de N’djili la única vía de entrada para vuelos internacionales. Posteriormente, visita a la ciudad y a comprar los billetes de avión que nos llevarán a Mbandaka, ciudad situada a unos 600 kilómetros al Norte, en plena línea del Ecuador, en la ribera del río Congo. Era el principal destino de nuestro viaje, pero un par de motivos de fuerza mayor nos impidieron continuar el viaje e hicieron que adelantáramos nuestro regreso.
Aeropuerto de N’Djili, Kinshasa.
Exterior del aeropuerto:
Zona de embarque:
Sala VIP y puesto de aduana al fondo:
Y un vídrio de estrangis:
Se encuentra separado de la capital por una “autovía” de unos 20 kilómetros y flanqueada a ambos lados por los barrios más bajos de la ciudad, a los que los nativos llaman “La Chine”. Este aeropuerto no tiene nada que ver con el concepto que solemos tener de dichas instalaciones. Al tomar tierra, llaman la atención los aviones de chatarra que se hallan esparcidos a lo largo de pistas de rodadura y en las cercanías de hangares. Al bajar del avión por las escaleras se va caminando hasta el primer control donde un señor militar muy amable nos indica que caminemos por la línea amarilla hasta el control de pasaportes.
Está terminantemente prohibido grabar o tomar fotos en el aeropuerto; hacerlo y que nos pillen puede representar un serio problema, que puede consistir en que nos requisen la cámara, nos saquen todo el dinero que quieran y nos retengan horas y horas, o que recibamos un disparo de la mano de cualquier policía o militar de los muchos que están destinados allí. Por cierto, los policías en vez de llevar pistola o revólver, calzan un AK47 con la culata recortada.
Policía congoleño:
"Este aeropuerto es uno de los lugares mas espantosos de la tierra, de donde difícilmente se puede salir de él sin ser desvalijado y humillado" - Alfonso Armada, corresponsal del diario El País.
"Aterrizar en Kinshasa es una experiencia traumática incluso para los baqueteados corresponsales de guerra" - Alfonso Rojo, corresponsal de el Mundo.
Dos opiniones de hace más de una década que me hacen pensar que poco o nada ha cambiado en ese lugar. El control de aduana una vergüenza, la cinta por donde entra el equipaje está copada de gente que a codazos se disputa el servir de taxista al viajero. Aún así me fijé en que tienen un código: el primero que agarra la maleta del viajero es el que se lleva el trabajo. El primer día nos fuimos con las manos vacías ya que nuestras mochilas se quedaron en el aeropuerto de Kenya por error. Por suerte y previniendo algo así, en la mochila “de combate” ya habíamos puesto una muda completa de ropa por si acaso. Salimos hacia Kinshasa en un coche medio decente, echando mano de nuestro contacto allí. Llegada al hotel, descanso, ducha con pastilla de jabón y acicalados fuimos a comer a un chiringo a pie de calle; cruzando la calle, unos muchachos estaban asando una cabra sobre unos bidones. Por cierto, la carne dura como su puta madre pero muy sabrosa:
Por la noche fuimos a cenar a un sitio muy agradable. Un grupo de músicos amenizaba sin dar mucho jaleo un restaurante con techo de paja y detalles bien cuidados. De tipo buffet, las bandejas ofrecían al comensal el más variopinto surtido de platos típicos congoleños; intenté reunir en mi plato las especialidades más exóticas, que resultaron ser deliciosas:
En sentido horario y empezando por lo negruzco de la derecha: Orugas fritas, pollo, verduras extrañas, guiso de entrañas de mono, pez gato (o siluro, no lo sé exactamente), una salsa de pipas exquisita y en el centro, cuervo.
Al día siguiente estábamos de nuevo en el aeropuerto para recoger nuestras mochilas, que teóricamente debían llegar de Kenya. El avión llevaba dos horas de retraso y nos fuimos de visita a un poblado cercano de pescadores a orilla del río Congo. Allí pescan prácticamente siluro (o pez gato) y lo ahúman para su conservación. También lo envuelven aderezado de cebolla y algunas especias dentro de hojas de palma y lo cuecen en su jugo sobre un bidón con fuego debajo. Un plato exquisito ¡y muy picante!
Odisea para recuperar las mochilas en el aeropuerto.
Camino a Kinshasa ya relajados, observamos por las ventanillas los detalles de la vida cotidiana de aquellas personas: un par de niños tirando de un carro cargado de tablas de madera, otro niño desenterrando de la basura un trozo de chatarra para venderlo, un tipo buceando en un charco de agua marrón buscando algo, otro transportando un bloque de motor sobre la cabeza ... y cientos y cientos de personas esperando el transporte que les lleve a la ciudad.
En RDC uno de los mayores problemas es el transporte público. Sencillamente no existe. Dicha función la desempeñan furgonetas, del tipo Volkswagen a las que practican unos ojos de buey (de dos a tres por cada lado) para que la peña respire y atraviesan unos tablones para que se sienten de cuatro en cuatro. El dispositivo más usado e imprescindible de los vehículos de allí no es el volante ni el motor ni las ruedas, es el pito. Se pita para que los otros se aparten y no pasan dos segundos sin oírse el claxon de algún vehículo.
Fargonetas reconvertidas en transportes públicos:
Resulta también curioso ver toyotas, mitsubishis, Hummer H2 y H3, Mercedes nuevos de trinca compartiendo carretera con vehículos prácticamente destrozados, con el chasis partido, totalmente oxidados o con el lateral lleno de agujeros de bala reparados con algún tipo de masilla. También llama la atención el hecho de que uno de cada diez vehículos es de Naciones Unidas. Todos nuevecitos y totalmente equipados.
La avenida principal de Kinshasa está hecha una pena. De corte moderno, el desgaste y la erosión que hombre y naturaleza han provocado, dan como resultado una imagen caótica flanqueada por edificios gubernamentales en uso u ocupados por familias de militares, bancos, embajadas, oficinas y viviendas. Los precios son prácticamente los de España; un menú normal y corriente cuesta unos 12 dólares (unos 6000 francos congoleños). Resulta curioso ver en el mismo cuadro a gente vestida de traje y maletín con gente que literalmente no tienen nada que comer respetándose entre ellos. Incluso con los blancos, los niños pordioseros se acercarán con una sonrisa a una distancia prudencial para pedir unos dólares. No insisten, una vez se les dice que no se van sin más; si se les sueltan cinco dólares se alejarán dando saltos y cantando de alegría.
Los hoteles son para mear y no echar gota. Lo que allí se consideran 3 estrellas –a igualdad de precios- aquí estarían cerrados a cal y canto por Sanidad e Industria. Unas fotos ilustran el estado de las habitaciones:
También es verdad que hay un hotel de lujo en pleno centro del Boulevard principal, comparable en calidad a un 4 estrellas de aquí pero a 350$ la habitación/noche va a ir su puta madre.
Al día siguiente salimos de la cuidad en dirección a un parque de bonobos (chimpancés). Saliendo de la cuidad por la zona rica (el Pedralbes o la Moraleja de Kinshasa), se atraviesan unos barrios rurales donde de nuevo se hace patente la ausencia de alcantarillado y de limpieza. Mercados de fruta, verduras y otros alimentos:
Negocios de todo tipo… por cierto, el negocio que más abunda es la venta de tarjetas de recarga para móviles. No tendrán para comer, pero una gran mayoría de la población tienen su teléfono móvil, los jodíos.
Atravesando un paisaje selvático precioso en el que viven gentes de campo que cultivan con gran esmero y gracia todo tipo de frutos y vegetales,
llegamos al parque Lola Ya Bonobo. Es un entorno controlado y se paga para entrar. La iniciativa fue tomada al entrar en peligro de extinción la población de chimpancés, por el expolio llevado a cabo por las guerrillas y los cazadores furtivos. Brigitte Bardot con su fundación participa activamente en la conservación de dicho parque. Allí les dan a especímenes huérfanos una nueva vida en régimen de libertad controlada.
Como todo el mundo ha visto chimpancés en la 2, me ahorro de colgar el vídeo de cuando nos ponen perdidos de tierra.
A la salida del parque paramos en un puestecillo a pie del camino donde un par de mujeres vendían mazorcas de maíz asadas al fuego y cerveza de palma. Esta última se bebe en plena fermentación y resulta muy refrescante incluso a temperatura ambiente, además de estar muy rica. Lo suyo es no guardarla, porque va acumulando gas de forma permanente y puede llegar a reventar.
Puestecillos a pie de pista:
Mujer asando mazorcas de maíz:
Cerveza de palma muy rica:
Por la tarde, tras la siesta de rigor salimos a dar un paseo a pie por una avenida poco poblada. Por lo general, tres blancos paseando no despiertan ni aprecio ni desprecio, pero al llegar a la plaza del final, un vehículo se subió a la acera y aceleró con la clara intención de embestirnos. Nos salvó el talud que había y la habilidad en saltar detrás de él. Sin duda alguna, la intención de aquellos cinco hijos de la Mona Chita no era otra que quitarnos de en medio.
Por suerte para nosotros no se detuvieron a rematar la faena, dudo si fue por clemencia o porque muy cerca había una caseta de centinela del recinto de Naciones Unidas; lo cierto es que salieron cagando leches.
Con un humor de perros volvimos al hotel y por la noche nos comunicaron que el vuelo que nos tenía que llevar a Mbandaka se había cancelado hasta el sábado; lo mejor del viaje, la región de Ecuador con sus selvas, ríos y poblados ya no podríamos visitarla. En ese momento decidimos que en aquella ciudad ya lo teníamos todo visto y al día siguiente iríamos a cambiar el vuelo de vuelta.
Por la noche fuimos a cenar cabra a la brasa a unos chiringuitos en una zona muy concurrida. Una cosa en la que habíamos reparado es en que por las calles no se ven ni gatos, ni perros, ni ratas. Llegamos a la conclusión –esto es una apreciación personal- de que los más pobres se las zampan. De hecho, se nos cayeron los huevos al suelo cuando al acabarnos la bandeja de carne, nuestro contacto la colocó en el suelo e inmediatamente acudieron cinco o seis sombras (chavales) a recoger los huesos que previamente habíamos roído. Llegaron, limpiaron y se fueron sin hacer casi ruido.
El día siguiente fue una batalla de trámites y llamadas telefónicas para cambiar los pasajes. Pasamos el resto del día entre cervecitas y más cervecitas y, al día siguiente, vuelta a casa.
Tal y como decía al principio, no es un viaje para ir mapa en mano y señalando edificios pintorescos; es más bien un viaje de cierto riesgo para conocer in situ la cruda realidad de una sociedad en plena post-guerra y una oportunidad de situarse en el otro lado, donde el hombre blanco no es el ser dominante.
El río Congo entre Kinshasa y Brazzaville, desde el avión:
Turismo de aventura o antiturismo, viajar a la RDC supondrá al viajero una gran dosis de paciencia, habilidad, comprensión, decisión y mano izquierda.
No es un viaje para ir cámara en pecho y pantalones cortos, aviso.:99 Tampoco es recomendable para personas asustadizas, apocadas, indecisas, afeminadas, escrupulosas, o sin el cuajo suficiente para aguantar un clima espeso en olores e insectos, o el trato poco amigable de los lugareños.
Lo primero que se debe hacer cuando se va a viajar a esos sitios son dos cosas: visitar la Web del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde nos informan de los posibles peligros y recomendaciones del destino que hemos elegido. Concretamente, sobre RDC nos dicen:
Notas importantes
Salvo por razones imperiosas, se recomienda no viajar, sobre todo al interior del país. Véanse Condiciones de Seguridad.
DOCUMENTACIÓN NECESARIA:
Pasaporte / DNI: Pasaporte en vigor.
Visados: SI.
Vacunas: Cartilla de Vacunación en vigor.
Obligatorias: Fiebre amarilla.
Recomendadas: Hepatitis A y B; fiebre tifoidea; tétanos, meningitis, cólera y rabia.
Para más información, consulte la siguiente página web:
Datos de Sanidad Exterior
Así que nos vamos al edificio de Sanidad Exterior más cercano y nos instalan el Norton Antivirus el mismo día. También nos dan las pastillas contra la Malaria de gratis.
Breve historia reciente del país:
Antigua colonia belga (Congo Belga), pasó en 1965 tras la independencia a ser gobernada por el Teniente General Mobutu Sese Seko en régimen de dictadura. Entre otras cosas, el país pasa a llamarse Zaire y muchos otros nombres son “mobutizados” y reconvertidos (río Zaire, lago Mobutu Sese Seko, etc.).
Fue durante esta cleptocracia cuando el país comenzó a caer económicamente en barrena, disparándose la inflación, devaluándose su moneda (Franco congoleño) y dolarizándose, síntoma inequívoco de la pobreza de un país.
En 1996, cuando Mobutu declara que los Tutsis deben abandonar el país bajo amenaza de muerte, un movimiento denominado Alliance des Forces Démocratiques pour la Libération du Congo-Zaïre (Alianza de las fuerzas democráticas para la liberación del Congo-Zaire) promovido desde Ruanda y más que posiblemente por el Uncle Sam, toman el país desde el Este y llegan a la capital, Kinshasa, provocando la huída por patas de Mobutu y colocando como presidente al líder de la revolución, Laurent-Desiré Kabila. Zaire recupera su antiguo nombre y lo rebautiza como República Democrática del Congo.
En enero de 2001 Kabila es asesinado y su hijo pasa a ser el primer presidente electo de la historia del país, situación en la que se encuentra hoy en día.
Fue durante esta cleptocracia cuando el país comenzó a caer económicamente en barrena, disparándose la inflación, devaluándose su moneda (Franco congoleño) y dolarizándose, síntoma inequívoco de la pobreza de un país.
En 1996, cuando Mobutu declara que los Tutsis deben abandonar el país bajo amenaza de muerte, un movimiento denominado Alliance des Forces Démocratiques pour la Libération du Congo-Zaïre (Alianza de las fuerzas democráticas para la liberación del Congo-Zaire) promovido desde Ruanda y más que posiblemente por el Uncle Sam, toman el país desde el Este y llegan a la capital, Kinshasa, provocando la huída por patas de Mobutu y colocando como presidente al líder de la revolución, Laurent-Desiré Kabila. Zaire recupera su antiguo nombre y lo rebautiza como República Democrática del Congo.
En enero de 2001 Kabila es asesinado y su hijo pasa a ser el primer presidente electo de la historia del país, situación en la que se encuentra hoy en día.
Lo que nos vamos a encontrar en RDC es lo propio de cualquier colonia independizada y abandonada a su suerte, seguido por años y años de abandono y, no lo olvidemos, en plena postguerra: ciudades con estructura y diseño europeos (edificios, asfalto, semáforos, farolas)… pero absolutamente todo deteriorado y sin posibilidades de reparación. No cuenta con una red viaria de carreteras ni ferrocarril que una las más importantes ciudades del país, no existe red de alcantarillado ni siquiera en la capital ni de un sistema de Sanidad estatal en condiciones, entre otro millar de cosas.
Algunas imágenes de la ciudad de Kinshasa, vida cotidiana:
Un vídeo en ruta:
Por supuesto no hay una conciencia social del concepto Turismo, y el mero hecho de sacar una cámara y grabar algo supone la bronca del transeúnte menos pintado que se queja y grita gesticulando, porque imagina que con eso vamos a ganar dinero a su costa en Europa. Es por eso que la mayoría de imágenes y vídeos que presento han sido realizados desde un vehículo en marcha, o con el teléfono móvil fingiendo estar realizando una llamada. Una de las características de los congoleños es la de meterse donde nadie les llama y sacar una cámara en plena calle para una foto significa discutir durante un buen rato con un grupo de capullos que se acercarán a agobiar hasta que se les suelte algún dólar por lo bajini. Así de sencillo.
Pero como en todos lados, hay gente y gente. Y Congo no es una excepción; un gran sector de la población, con ciertos estudios, visión del mundo exterior, que se relacionan con blancos por trabajo, nos ofrecerán su cara más simpática y correcta. Un servidor ha tenido el honor de conocer allí gente de uno y otro tipo; su orgullo, su rencor, su simpatía y su humildad.
Breve descripción del país:
Con una extensión en la que cabría casi cinco veces España, RDC está situada en pleno corazón de África. Es atravesado por la línea del Ecuador y se extiende hacia el Norte y hacia el Sur de éste en 26 provincias, de las cuales una es la capital del país: Kinshasa.
El río Congo, considerado como el segundo río más caudaloso del mundo después del Amazonas, es la principal vía de comunicación del país dada la cantidad de afluentes navegables que lo alimentan y su gran longitud. Además, hace las veces de frontera natural con países colindantes como la República del Congo (Congo Brazzaville).
RDC es inmensamente rico en recursos naturales como madera, y yacimientos minerales (Oro, Diamante, Cobalto, Uranio, Coltan, Germanio, petróleo, gas natural, etc.) recursos éstos que por desgracia para el país son aprovechados por empresas extranjeras y robados por países vecinos como Ruanda, debido entre otras cosas a la incapacidad por evitar el saqueo masivo y la falta de medios (dinero) para hacerlo ellos mismos. Como no es mi intención extenderme demasiado, dejo aquí enlace a la Wikipedia:
Información más extensa sobre RDC
El río Congo, considerado como el segundo río más caudaloso del mundo después del Amazonas, es la principal vía de comunicación del país dada la cantidad de afluentes navegables que lo alimentan y su gran longitud. Además, hace las veces de frontera natural con países colindantes como la República del Congo (Congo Brazzaville).
RDC es inmensamente rico en recursos naturales como madera, y yacimientos minerales (Oro, Diamante, Cobalto, Uranio, Coltan, Germanio, petróleo, gas natural, etc.) recursos éstos que por desgracia para el país son aprovechados por empresas extranjeras y robados por países vecinos como Ruanda, debido entre otras cosas a la incapacidad por evitar el saqueo masivo y la falta de medios (dinero) para hacerlo ellos mismos. Como no es mi intención extenderme demasiado, dejo aquí enlace a la Wikipedia:
Información más extensa sobre RDC
ITINERARIO PREVISTO EN EL VIAJE
La idea inicial era llegar a Kinshasa, capital del país, ya que es el aeropuerto de N’djili la única vía de entrada para vuelos internacionales. Posteriormente, visita a la ciudad y a comprar los billetes de avión que nos llevarán a Mbandaka, ciudad situada a unos 600 kilómetros al Norte, en plena línea del Ecuador, en la ribera del río Congo. Era el principal destino de nuestro viaje, pero un par de motivos de fuerza mayor nos impidieron continuar el viaje e hicieron que adelantáramos nuestro regreso.
Aeropuerto de N’Djili, Kinshasa.
Exterior del aeropuerto:
Zona de embarque:
Sala VIP y puesto de aduana al fondo:
Y un vídrio de estrangis:
Se encuentra separado de la capital por una “autovía” de unos 20 kilómetros y flanqueada a ambos lados por los barrios más bajos de la ciudad, a los que los nativos llaman “La Chine”. Este aeropuerto no tiene nada que ver con el concepto que solemos tener de dichas instalaciones. Al tomar tierra, llaman la atención los aviones de chatarra que se hallan esparcidos a lo largo de pistas de rodadura y en las cercanías de hangares. Al bajar del avión por las escaleras se va caminando hasta el primer control donde un señor militar muy amable nos indica que caminemos por la línea amarilla hasta el control de pasaportes.
Está terminantemente prohibido grabar o tomar fotos en el aeropuerto; hacerlo y que nos pillen puede representar un serio problema, que puede consistir en que nos requisen la cámara, nos saquen todo el dinero que quieran y nos retengan horas y horas, o que recibamos un disparo de la mano de cualquier policía o militar de los muchos que están destinados allí. Por cierto, los policías en vez de llevar pistola o revólver, calzan un AK47 con la culata recortada.
Policía congoleño:
"Este aeropuerto es uno de los lugares mas espantosos de la tierra, de donde difícilmente se puede salir de él sin ser desvalijado y humillado" - Alfonso Armada, corresponsal del diario El País.
"Aterrizar en Kinshasa es una experiencia traumática incluso para los baqueteados corresponsales de guerra" - Alfonso Rojo, corresponsal de el Mundo.
Dos opiniones de hace más de una década que me hacen pensar que poco o nada ha cambiado en ese lugar. El control de aduana una vergüenza, la cinta por donde entra el equipaje está copada de gente que a codazos se disputa el servir de taxista al viajero. Aún así me fijé en que tienen un código: el primero que agarra la maleta del viajero es el que se lleva el trabajo. El primer día nos fuimos con las manos vacías ya que nuestras mochilas se quedaron en el aeropuerto de Kenya por error. Por suerte y previniendo algo así, en la mochila “de combate” ya habíamos puesto una muda completa de ropa por si acaso. Salimos hacia Kinshasa en un coche medio decente, echando mano de nuestro contacto allí. Llegada al hotel, descanso, ducha con pastilla de jabón y acicalados fuimos a comer a un chiringo a pie de calle; cruzando la calle, unos muchachos estaban asando una cabra sobre unos bidones. Por cierto, la carne dura como su puta madre pero muy sabrosa:
Por la noche fuimos a cenar a un sitio muy agradable. Un grupo de músicos amenizaba sin dar mucho jaleo un restaurante con techo de paja y detalles bien cuidados. De tipo buffet, las bandejas ofrecían al comensal el más variopinto surtido de platos típicos congoleños; intenté reunir en mi plato las especialidades más exóticas, que resultaron ser deliciosas:
En sentido horario y empezando por lo negruzco de la derecha: Orugas fritas, pollo, verduras extrañas, guiso de entrañas de mono, pez gato (o siluro, no lo sé exactamente), una salsa de pipas exquisita y en el centro, cuervo.
Al día siguiente estábamos de nuevo en el aeropuerto para recoger nuestras mochilas, que teóricamente debían llegar de Kenya. El avión llevaba dos horas de retraso y nos fuimos de visita a un poblado cercano de pescadores a orilla del río Congo. Allí pescan prácticamente siluro (o pez gato) y lo ahúman para su conservación. También lo envuelven aderezado de cebolla y algunas especias dentro de hojas de palma y lo cuecen en su jugo sobre un bidón con fuego debajo. Un plato exquisito ¡y muy picante!
Odisea para recuperar las mochilas en el aeropuerto.
De vuelta al aeropuerto. El policía de la puerta, para variar, no nos quería dejar pasar sin recibir sus $. Tras discutir un rato, dicen que me dejan pasar sólo a mí; mi mujer y mi compañero quedan fuera. Llego a la cinta donde había un centenar de personas esperando y de nuevo los taxistas a codazos unos con otros. Cuando las cosas se calentaban demasiado entre ellos, aparecía un policía… ¡con un zurriago! Y a hostia limpia disolvía la trifulca haciendo correr a aquellas pobres almas.
Después de una hora interminable veo entrar una de nuestras mochilas por la cinta. Los taxistas buscaban en las miradas de los extranjeros a ver quién se interesa por su maleta para cogerla, pero yo dejé que se acercara a mi posición siguiéndola con el rabillo del ojo; cuando la tuve a mano, la agarré con un gesto rápido y la coloqué entre mis piernas. Cuando apareció la segunda mochila fui a hacer lo mismo, pero un empleado del aeropuerto le echó mano –sin saber por qué- y la subió a la plataforma central. Al ir a agarrar mi segunda mochila, el empleado del aeropuerto y un policía me lo impidieron. A gritos les digo que son mías las dos, ellos me piden los resguardos. ¡Mierda, no los tengo yo! Les intento hacer saber que los tiene mi compañero pero que llevan mi nombre impreso. Me piden el pasaporte para verificarlo. ¡Mierda otra vez! Las facturamos en Barcelona con el nombre de él. En esto, un segundo altercado entre taxistas en el que un señor chino casi le arranca el brazo a uno de ellos, aprovecho la confusión y agarro la mochila; me cargo con las dos y me dirijo a una mugrienta sala donde creía que me esperaban los míos. El empleado y el policía que se dan cuenta y salen detrás de mí. “cuando llegue a la sala todo se aclarará” –pensé. ¡Mierda por tercera vez! En la sala no había ni Dios y allí tenía a dos tipos cuya paciencia había agotado por completo. Les digo que silvuplé lessé muá telefoné mon ami quil a le tiqué de bagash, a lo que acceden y permiten que entren, aclarándose el entuerto y permitiéndonos salir del puto aeropuerto de mierda.
Después de una hora interminable veo entrar una de nuestras mochilas por la cinta. Los taxistas buscaban en las miradas de los extranjeros a ver quién se interesa por su maleta para cogerla, pero yo dejé que se acercara a mi posición siguiéndola con el rabillo del ojo; cuando la tuve a mano, la agarré con un gesto rápido y la coloqué entre mis piernas. Cuando apareció la segunda mochila fui a hacer lo mismo, pero un empleado del aeropuerto le echó mano –sin saber por qué- y la subió a la plataforma central. Al ir a agarrar mi segunda mochila, el empleado del aeropuerto y un policía me lo impidieron. A gritos les digo que son mías las dos, ellos me piden los resguardos. ¡Mierda, no los tengo yo! Les intento hacer saber que los tiene mi compañero pero que llevan mi nombre impreso. Me piden el pasaporte para verificarlo. ¡Mierda otra vez! Las facturamos en Barcelona con el nombre de él. En esto, un segundo altercado entre taxistas en el que un señor chino casi le arranca el brazo a uno de ellos, aprovecho la confusión y agarro la mochila; me cargo con las dos y me dirijo a una mugrienta sala donde creía que me esperaban los míos. El empleado y el policía que se dan cuenta y salen detrás de mí. “cuando llegue a la sala todo se aclarará” –pensé. ¡Mierda por tercera vez! En la sala no había ni Dios y allí tenía a dos tipos cuya paciencia había agotado por completo. Les digo que silvuplé lessé muá telefoné mon ami quil a le tiqué de bagash, a lo que acceden y permiten que entren, aclarándose el entuerto y permitiéndonos salir del puto aeropuerto de mierda.
En RDC uno de los mayores problemas es el transporte público. Sencillamente no existe. Dicha función la desempeñan furgonetas, del tipo Volkswagen a las que practican unos ojos de buey (de dos a tres por cada lado) para que la peña respire y atraviesan unos tablones para que se sienten de cuatro en cuatro. El dispositivo más usado e imprescindible de los vehículos de allí no es el volante ni el motor ni las ruedas, es el pito. Se pita para que los otros se aparten y no pasan dos segundos sin oírse el claxon de algún vehículo.
Fargonetas reconvertidas en transportes públicos:
Resulta también curioso ver toyotas, mitsubishis, Hummer H2 y H3, Mercedes nuevos de trinca compartiendo carretera con vehículos prácticamente destrozados, con el chasis partido, totalmente oxidados o con el lateral lleno de agujeros de bala reparados con algún tipo de masilla. También llama la atención el hecho de que uno de cada diez vehículos es de Naciones Unidas. Todos nuevecitos y totalmente equipados.
La avenida principal de Kinshasa está hecha una pena. De corte moderno, el desgaste y la erosión que hombre y naturaleza han provocado, dan como resultado una imagen caótica flanqueada por edificios gubernamentales en uso u ocupados por familias de militares, bancos, embajadas, oficinas y viviendas. Los precios son prácticamente los de España; un menú normal y corriente cuesta unos 12 dólares (unos 6000 francos congoleños). Resulta curioso ver en el mismo cuadro a gente vestida de traje y maletín con gente que literalmente no tienen nada que comer respetándose entre ellos. Incluso con los blancos, los niños pordioseros se acercarán con una sonrisa a una distancia prudencial para pedir unos dólares. No insisten, una vez se les dice que no se van sin más; si se les sueltan cinco dólares se alejarán dando saltos y cantando de alegría.
Los hoteles son para mear y no echar gota. Lo que allí se consideran 3 estrellas –a igualdad de precios- aquí estarían cerrados a cal y canto por Sanidad e Industria. Unas fotos ilustran el estado de las habitaciones:
También es verdad que hay un hotel de lujo en pleno centro del Boulevard principal, comparable en calidad a un 4 estrellas de aquí pero a 350$ la habitación/noche va a ir su puta madre.
Al día siguiente salimos de la cuidad en dirección a un parque de bonobos (chimpancés). Saliendo de la cuidad por la zona rica (el Pedralbes o la Moraleja de Kinshasa), se atraviesan unos barrios rurales donde de nuevo se hace patente la ausencia de alcantarillado y de limpieza. Mercados de fruta, verduras y otros alimentos:
Negocios de todo tipo… por cierto, el negocio que más abunda es la venta de tarjetas de recarga para móviles. No tendrán para comer, pero una gran mayoría de la población tienen su teléfono móvil, los jodíos.
Atravesando un paisaje selvático precioso en el que viven gentes de campo que cultivan con gran esmero y gracia todo tipo de frutos y vegetales,
llegamos al parque Lola Ya Bonobo. Es un entorno controlado y se paga para entrar. La iniciativa fue tomada al entrar en peligro de extinción la población de chimpancés, por el expolio llevado a cabo por las guerrillas y los cazadores furtivos. Brigitte Bardot con su fundación participa activamente en la conservación de dicho parque. Allí les dan a especímenes huérfanos una nueva vida en régimen de libertad controlada.
Como todo el mundo ha visto chimpancés en la 2, me ahorro de colgar el vídeo de cuando nos ponen perdidos de tierra.
A la salida del parque paramos en un puestecillo a pie del camino donde un par de mujeres vendían mazorcas de maíz asadas al fuego y cerveza de palma. Esta última se bebe en plena fermentación y resulta muy refrescante incluso a temperatura ambiente, además de estar muy rica. Lo suyo es no guardarla, porque va acumulando gas de forma permanente y puede llegar a reventar.
Puestecillos a pie de pista:
Mujer asando mazorcas de maíz:
Cerveza de palma muy rica:
Por la tarde, tras la siesta de rigor salimos a dar un paseo a pie por una avenida poco poblada. Por lo general, tres blancos paseando no despiertan ni aprecio ni desprecio, pero al llegar a la plaza del final, un vehículo se subió a la acera y aceleró con la clara intención de embestirnos. Nos salvó el talud que había y la habilidad en saltar detrás de él. Sin duda alguna, la intención de aquellos cinco hijos de la Mona Chita no era otra que quitarnos de en medio.
Por suerte para nosotros no se detuvieron a rematar la faena, dudo si fue por clemencia o porque muy cerca había una caseta de centinela del recinto de Naciones Unidas; lo cierto es que salieron cagando leches.
Con un humor de perros volvimos al hotel y por la noche nos comunicaron que el vuelo que nos tenía que llevar a Mbandaka se había cancelado hasta el sábado; lo mejor del viaje, la región de Ecuador con sus selvas, ríos y poblados ya no podríamos visitarla. En ese momento decidimos que en aquella ciudad ya lo teníamos todo visto y al día siguiente iríamos a cambiar el vuelo de vuelta.
Por la noche fuimos a cenar cabra a la brasa a unos chiringuitos en una zona muy concurrida. Una cosa en la que habíamos reparado es en que por las calles no se ven ni gatos, ni perros, ni ratas. Llegamos a la conclusión –esto es una apreciación personal- de que los más pobres se las zampan. De hecho, se nos cayeron los huevos al suelo cuando al acabarnos la bandeja de carne, nuestro contacto la colocó en el suelo e inmediatamente acudieron cinco o seis sombras (chavales) a recoger los huesos que previamente habíamos roído. Llegaron, limpiaron y se fueron sin hacer casi ruido.
El día siguiente fue una batalla de trámites y llamadas telefónicas para cambiar los pasajes. Pasamos el resto del día entre cervecitas y más cervecitas y, al día siguiente, vuelta a casa.
Tal y como decía al principio, no es un viaje para ir mapa en mano y señalando edificios pintorescos; es más bien un viaje de cierto riesgo para conocer in situ la cruda realidad de una sociedad en plena post-guerra y una oportunidad de situarse en el otro lado, donde el hombre blanco no es el ser dominante.