ElHombreQueViolaLulz
Franco Napiatto
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Eran las 23: 30 horas. Regresaba a mi casa tras salir a dar un paseo y ejercitar mi pierna que todavía se recupera de una hostia que tuve descendiendo un puerto en bici. Me gusta salir a esas horas porque no me cruzo con casi nadie, como mucho cuatro mendigos inofensivos y algún inmigrante borracho tras pagar a una meretriz.
Pasaba por una plaza. Alcé la vista y miré hacia el cielo estrellado. Estaba precioso. Solté una lágrima y deseé que alguien -preferiblemente una chica que me correspondiera- me abrazara fuerte y compartiera ese instante. La lágrima se convirtió en llanto.
Cuando llegué a casa, me hice una paja y me olvidé del tema.
Pasaba por una plaza. Alcé la vista y miré hacia el cielo estrellado. Estaba precioso. Solté una lágrima y deseé que alguien -preferiblemente una chica que me correspondiera- me abrazara fuerte y compartiera ese instante. La lágrima se convirtió en llanto.
Cuando llegué a casa, me hice una paja y me olvidé del tema.