Los que dicen que las pajas son mejores que el sexo no se equivocan y dicen la verdad. Sin embargo, lamentablemente, no la dicen TODA. Y es que si bien las pajas pueden aplacar la necesidad fisiológica de vaciar los huevos, por más que te hagas no se consigue calmar indefinidamente esa molesta sed de contacto femenino que sólo se sacia yaciendo con una hembra humana. Las putas de pago pueden ser una solución parcial al problema, pero tengo mis dudas respecto a si funcionan como método paliativo a largo plazo, en este caso creo que sería interesante que alguien más docto como @
Verruga nos ilustrara sobre el tema.
El que dijo que el sexo es como el bridge, porque si no tienes una buena pareja más te vale tener una buena mano, acertó completamente identificando la raíz del problema, y es que el sexo es una actividad en equipo. Yo, personalmente, lo encontraba irritante hasta que desarrollé un método de reeducación sexual al que astutamente he denominado
La paja asistida
Las pajas asistidas consisten en considerar las mujeres como un mero attrezzo de una actividad individual donde el protagonista soy yo. Es decir, igual que en el porno, pero sustituyendo la pantalla por un cuerpo femenino lo más inanimado posible. La técnica consiste en ordenarle que se esté bien quieta mientras, por ejemplo, la agarras de los cachetes del culo estando a cuatro patas y la agitas en vaivén adelante y atrás como si te estuvieras cascando un tremendo pajote a la crema con un rollo de papel de carne. Otra combinación es permitirle ponerse encima, agarrarla de la cintura y agitarla arriba y abajo aprovechando el rebote de sus nalgas contra las piernas. Esta técnica cansa menos porque la inercia del movimiento se conserva, pero por motivos que desconozco produce una congestión brutal en las porras, llegando a extremos incluso ridículos y dolorosos, que pueden mantenerse durante varias horas después de finalizada la actividad. Una variante de esta técnica consiste en hacerlo de pie, pero lógicamente te cansas antes y aquí lo que más trabaja no es la porra, sino los abdominales, lumbares y core en general. En todos los casos la clave reside siempre en impedir que ella se mueva a su voluntad y guiarla tú con mano de hierro, con lo cual consigues un placer mucho más personalizado, como en las pajas, y además te corres como un becerro mucho antes, por supuesto siempre a pelo y sin sacarla, evitando alargar innecesariamente la actividad y caer en redundancias futiles.
La única excepción a esa regla de oro sería si hay en el cuarto un espejo de pared, con lo cual a cuatro patas podrías tolerar cierta iniciativa por su parte mientras practicas el doble bíceps de frente.