Personal de Recursos Humanos: purria inmunda cortada por el mismo patrón, chavalas chupapollas que han estudiado una puta carrera de mierda como psicología o sociología financiada por sus padres que sin tener ninguna experiencia laboral real se creen validadas por un título de cartón para decidir quién es APTO y quién es NO APTO en el proceso de selección de la empresa donde las han contratado por tener las tetas gordas.
Son cucarachas mantenidas por su lameculismo innato, su adherencia a las políticas de empresa más absurdas y su nula propensión a tener opinión propia y a causar problemas. Son escoria humana, putas agradecidas que se creen que por no ensuciarse mamando pollas son unas triunfadoras y que se les debe un respeto cuando lo único que saben hacer es chupar del trabajo y formación de los demás y tamizar en base a los criterios del subnormal que les paga el sueldo. Gentuza completamente prescindible en una República ideal, son los tutsis de la europa capitalista moderna.
En mi particular proceso de selección para la vida, son todas NO APTAS. Si tuviera la capacidad de perpetrar un cronocrimen fecharía la secuencia de desplazamiento temporal para ajustarla al nacimiento no de Adolf Hitler, Fèlix Millet o el asaltante misterioso que violó a mi tía cuando tenía 15 años, sino de todas las subnormales que he conocido a lo largo de mi vida cuyo trabajo consistía en rechazar con condescendencia a personas mucho más trabajadoras, honradas, necesitadas y voluntariosas que ellas mismas y que trabajando el doble hubieran cobrado la mitad de lo que ellas gastan en mantener un pisito de soltera en el centro y gintonics, y que en su inmensa mayoría se llamaban Laura, Inés o Ingrid.
La última vez que tuve que pasar por el amargo trago de someterme al veredicto de esas hijas de la gran puta tramité mi Application aprovechando que tenía que hacer una solicitud por otro tema. La chupapollas laurística tras 5 minutos de trámite burocrático innecesario me pide el DNI, y consulta en la pantalla de su desktop:
-Ahora sólo falta que NOSOTRAS introduzcamos tu expediente en el proceso de selección (-> que se cerraba en un plazo de un par de días).
-¿Y cuánto calculas que tardaréis en llevar a cabo esa TITÁNICA gestión?
-No te lo puedo asegurar.
"No te lo puedo asegurar" me respondió sin inmutarse, con la seguridad de la que teniendo ya su culo pegado a la silla prácticamente de por vida se arroga con el derecho de decidir sobre la idoneidad de los demás, me sentía como Edipo ansioso para petar el culo de Yocasta y comenzar mi dictadura personal de anarquía, caos y ultraviolencia gratuita en Tebas pero teniendo que pasar antes por el tamiz de una esfinge, sólo que esta vez la esfinge no era un monstruo mitológico temible sino una subnormal iletrada de 60 kg probablemente fan de Sálvame armada con labios carnosos de cocksucker y una carrera de letras.
Pasé a la otra gestión, la que de verdad me había llevado ahí, la inundé bajo una cruel montaña de papeleo pero apenas surgió efecto, se la ventiló brevemente con la habilidad de la que tiene el culo pelado en navegar entre cubos de datos inútiles antes de volver a centrarse en su pantalla plana. Esperé en silencio, y unos minutos más tarde se dirigió a su compañera Laura II, de la mesa de al lado, una chica peinada exactamente igual y con las mismas gafas que con toda seguridad no necesitaba y eran de cristal sin graduar sólo para darse un aire de intelectual innecesario para una PUTA IMBÉCIL DE MIERDA cuyo único cometido es COMPARAR requisitos con atributos, una tarea que podría hacer el hijo subnormal que naciera de preñar a mi prima con sólo 5 años y cobrando gustosamente sugus de piña.
-¿Has visto el mail que te he mandado?
Manipula el ratón TORPEMENTE y sonríe. Laura I le devuelve una sonrisa cómplice. Por cuestiones de ángulo visual, tengo acceso a la pantalla de Laura II. Hay una foto de tres camareros horteras marcando paquete con una especie de bañador-slip en una discoteca de moda. La foto es grande y en alta resolución, no cabe entera en la pantalla, el zoom está ampliado y completamente centrado en los tres bultos.
-No está nada mal -dice Laura II.
Laura I y Laura II ríen guturalmente, como gallinas cluecas. Yo sencillamente alucino. Han pasado cinco minutos tras mi segunda consulta, y Laura I justo ahora tiene a bien recordar mi presencia en la office.
-No me funciona el pograma -me dice, retomando la cara de asco y desprecio absoluto-. Te daré un sobre y nos mandas los papeles por correo aquí mismo.
-No será mejor que te los deje aquí directamente?? -le digo mientras los agito a 5 cm de su careto de lamefalos.
-No, porque entonces tendré que entregarte un comprobante conforme ya estás inscrito en el proceso.
-Ah, ¿y si te mando los papeles por correo cómo recibiré el comprobante?
-Ya, pero... es que si lo mandas por correo va directamente al departamento de Blaos y Bleos y gleñqw´rñe
-Esto que me estás diciendo es absurdo. Te dejo los papeles aquí encima.
-Mira, es que no puedo quedármelos. No puedo.
-También se supone que no puedes mirar fotos de pollas en horario de curro con tu amiga, pero bién que lo haces, eh?
No es propio de mí montar escenitas, me domina ese deje catalán tan idiota de moderarse ante el agravio y tragar antes que perder la compostura, pero aquél día llegué a mi límite. Nadie reaccionó. Laura I y Laura II estaban con la boca muy abierta, y aproveché para calcular que ahí entre las dos podían trabajar simultáneamente con una buena media docena de pollas.
Pero si estáis esperando un final brillante no lo hay. Una salida heroica en la cual yo representaba el papel del moderno J. Reilly que excepcionalmente derrota por una vez audazmente a la burocracia, redimiéndoos a todos vosotros. Sin embargo la historia terminó con una reclamación por escrito, un vuelva usted mañana, un trámite fuera de plazo y la solicitud amablemente rechazada. Es imposible. Son invencibles.
Si pudiera viajar en el tiempo y terminara en una sala del búnker de Berlín con Adolf Hitler a un lado y su secretario de Recursos Humanos en el otro y sólo tuviera dos balas, le metería dos tiros en la cabeza al de Recursos Humanos sólo para asegurar.
Si pudiera reunir las 7 bolas de dragón y escojer entre riquezas infinitas, placeres insondables, victorias eternas para el barça, mujeres exóticas, los superpoderes de Charles Bronson o las braguitas de Bulma, acabaría deseando el exterminio de todo el personal de Recursos Humanos del planeta.
Son chusma inmunda.