Quintiliano (De institutione oratoria, liber X)- También en la elegía desafiamos a los griegos, y me parece que Tibulo es el autor más refinado y elegante. Algunos prefieren a Propercio. Ovidio es más ligero que estos dos, Galo más severo. Por otra parte, la sátira es toda nuestra, y Lucilio, que es el primero que ha conseguido una gran fama, todavía tiene seguidores tales que no dudan a preferirle no sólo a los demás autores de sátiras, sino también a todos los demás poetas. Yo estoy tan alejado de esta opinión como de la de Horacio, que considera que Lucilio "fluye fangoso", y cree que "hay cosas que pueden suprimirse", pues su cultura es tan admirable como su independencia, y esto le da agudeza y mucha sal. Más elegante y puro es Horacio, y el principal, como mínimo por admiración a su labor. Persio consiguió una gran y verdadera reputación, aunque sólo escribiera un libro. Hoy existen otros autores satíricos célebres, y los que algún día tendrán renombre.
Hubo también un tipo de sátira anterior a éste, que sólo se caracterizaba por la mezcla de metros variados y que trabajó Terencio Varrón, el más erudito de los romanos. Escribió muchas obras y muy eruditas, profundo conocedor de la lengua latina, de todo lo relativo a la antigüedad y asuntos griegos y nuestros, pero que han de contribuir más a la ciencia que a la elocuencia.
El yambo no ha sido muy popular entre los romanos como forma independiente, sino interpuesta entre otras formas métricas: se encuentra su agudeza en Catulo, Bibáculo, Horacio, aunque este último incluye el épodo (yámbico). Entre los líricos, el mismo Horacio es casi el único digno de llerse, pues a veces es elevado, y lleno de encanto y de gracia, variado en figuras y atrevido en gran manera con las palabras. Si quieres añadir a alguno, será Cesio Baso, a quien he conocido hasta hace poco, pero le preceden mucho los ingenios que todavía viven.
Entre los escritores antiguos de tragedias, Accio y Pacuvio son los más famosos por la seriedad de sus frases, el peso de las palabras, la autoridad de sus personajes. Por lo demás, la falta de brillantez y de la última mano para terminar sus obras puede considerarse más propia de la época que de ellos mismos, aunque a Accio se le atribuye más vigor, y a quienes pretenden ser eruditos les parece que Pacuvio es más docto. Ahora el "Tiestes" de Vario puede ser comparado con cualquiera de las tragedias griegas, y me parece que la "Medea" de Ovidio demuestra todo lo que habría podido aportar si hubiera preferido gobernar su talento a dejarlo libre. Entre los que yo he conocido el principal con mucho es Pomponio Secundo, a quien los antiguos encontraban poco trágico, pero reconocían que destacaba en erudición y brillantez.
Sobre todo fallamos en la comedia, aunque Varrón diga que en opinión de Elio Estilón las Musas habrían usado el lenguaje de Plauto si hubiesen querido hablar en latín, aunque los ancianos críticos alaben a Cecilio, aunque atribuyan a Escipión el Africano las obras de Terencio (que, no obstante, son las más elegantes del género, y que incluso tendrían más gracia si estuvieran escritas en versos trímetros). Apenas conseguimos una sombra ligera, aunque me parece incapaz la lengua romana para esta gracia concedida sólo a los áticos, pues ni los propios griegos lo lograron en otro dialecto. Afranio destaca en las comedias togadas: ¡ojalá no hubiera corrompido sus argumentos con indecentes amores pederastas, que confesaban sus costumbres!.
En cambio, la historiografia no cede el paso a los griegos. No dudaría en oponer Salustio a Tucídides, y Herodoto no debe indignarse por igualarle a Tito Livio, que en sus narraciones tiene un encanto admirable y una claridad brillantísima y también en sus discursos es más elocuente de lo que pueda decirse, pues todo lo que dice concuerda con las circunstancias y con los personajes. Ciertamente los sentimientos, sobre todo los más nobles, para decirlo brevemente, ningún historiador los ha valorado mejor. También ha conseguido por distintas cualidades la inmortal agilidad de Salustio. En efecto, encuentro que Servilio Noniano opinó acertadamente que son más idénticos que parecidos, y yo escuché en persona a Servilio, persona brillante por su talento claro y riqueza de ideas, pero menos exacto que lo que exige la autoridad de la historia. Esta autoridad, en cambio, la tiene en cantidad Aufidio Baso, que vivió poco antes que él, sobre todo en sus obras sobre la guerra de Germania; aunque es apreciable en conjunto, en ciertas obras rinde menos de lo que se esperaba. Sobrevive y ornamenta nuestra época gloriosa un hombre digno de recuerdo en el tiempo, que un día será famoso, y ahora se me entenderá. La independencia de Cremucio Cordo le proporciona justamente seguidores, aunque haya censurado lo que pudiera perjudicarle, pues en lo que resta puedes percibir su elevada inteligencia y sus frases audaces. Todavía quedan buenos historiadores, pero yo degusto los géneros, no examino bibliotecas.