Los estudios del genoma humano confirman que la totalidad de las personas que actualmente habitan el planeta, descienden de un reducido número de hombres extremadamente poderosos.
https://axxon.com.ar/not/190/c-1901012.htm
La especie humana es por naturaleza polígama. La monogamia es una imposición cultural reciente (recordemos que el Paleolítico es un período extensísimo en comparación con el Neolítico, y a su vez el Paleolítico no es más que un brevísima etapa en la historia de la evolución humana); el ser humano tiene una predisposición genética hacia a la poligamia como se puede observar a diario y es fuente de no pocos quebraderos de cabeza en el ámbito de las relaciones de pareja. A lo largo de toda la historia de la evolución humana se ha dado siempre que cuantos mayores fueran los recursos de los que dispusiera un hombre, mayor sería el número de hembras que podría mantener y, en consecuencia, fornicar y mayor el número de descendientes que podría engendrar.
Así, la única restricción natural en cuanto al número de fulanas que un hombre puede poseer, se deriva de la capacidad de dicho hombre de suministrar recursos a las furcias y a su prole. Más poder siempre ha significado más fulanas y, en consecuencia, más descendientes. Menos poder ha implicado menos fulanas o incluso ninguna fulana en absoluto y no dejar descendencia alguna (caso nada infrecuente entre los machos a diferencia de las hembras, como corrobora el análisis del ADN). El único factor limitante aquí es la capacidad del macho para suministrar recursos a su/s hembra/s. A mayor capacidad, mayor número de hembras. Un hombre poderoso podrá asistir a un mayor número de hembras, y todas ellas tendrán cubiertas sus necesidades y las de su prole.
Por lo tanto sabemos que la monogamia es una imposición cultural, contraria a la naturaleza biológica del hombre y extremadamente reciente; tanto que aun no ha tenido tiempo de dejar su impronta en el acervo genético de la humanidad. Cuestión aparte sería dilucidar cual es la causa que ha motivado dicha imposición. El autor del hilo lo achaca exclusivamente a la voluntad de las mujeres actuando en su propio beneficio. Dicha hipótesis encontraría sustento en la descripción que se ha hecho de la asociación sexual como una relación de desconfianza y explotación mutua (guerra de sexos, en la que los hombres de esta sociedad en que vivimos han sufrido una derrota estrepitosa y sin paliativos).
O quizá la monogamia sea el tipo de costumbres o creencias absurdas a las que de alguna forma, y sin saberse muy bien cómo, se ha llegado por consenso. Ejemplo paradigmático lo tenemos en la religión y cómo consigue que millones de personas crean firmemente cosas del todo absurdas e irracionales y cometan verdaderas atrocidades con el tenaz convencimiento de que están haciendo lo correcto. Probablemente un proceso similar llevó a admitir por consenso la antinatural idea de que a un hombre no le está permitido casarse con más de una furcia a la vez (cabe decir aquí que todavía muchas culturas y sistemas religiosos autorizan la poligamia, lo cual demuestra que no existe ningún absoluto moral en relación a si la monogamia es mejor que la poligamia, y sin embargo sí que existen buenas razones desde el punto de vista biológico que justifican esta última).
Para terminar, es preciso señalar que incluso en los países en los que legalmente no se permite a los hombres contraer matrimonio con más de una mujer de forma simultánea, los hombres tienden indefectiblemente a buscar relaciones sexuales con más mujeres que la suya propia (se ven impelidos por sus genes a buscar la mayor cantidad de coños a los que inseminar), cuyo número está bastante correlacionado con el poder, posición socioeconómica, etc., del pagafantas en cuestión. Es decir, en nuestra sociedad, a pesar de la absurda imposición cultural de la monogamia, y provenga ésta de donde provenga, se da en cualquier caso una poligamia de facto.