Matrimonio: la perpetua lucha por conseguir la superioridad moral.

Esa estrategia, esa táctica, no es la que yo quiero para mi vida, ni quiero vivir haciendo juegos de poder con mi pareja. Por supuesto, tampoco quiero que me los hagan. De momento llevo cinco años viviendo con la mía sin necesidad de poner en práctica esas técnicas de "ahora voy a hacer esto para que te sientas en deuda" o de jugar a tres, cinco o diez movimientos vista. Me resultaría muy triste y muy muy cansado vivir así. No valgo yo para eso. Yo prefiero marcar los límites, decir a lo que sí que juego y a lo que no. Me va más la total transparencia, el diálogo, que sepa lo que hay si pasa esto y también lo que no hay. Decirlo por adelantado: "si haces esto, yo reaccionaré así, y no va a gustarnos a ninguno de los dos, no lo hagas". "Si utilizas esta estrategia me voy a dar cuenta, y no quiero verte hacerlo". "Si no quieres esto, no hagas lo otro".

Eso es exactamente lo que hace tiempo que descubrí que funciona. No por ser infalible, ojo, sino porque no tienes que complicar tu vida, la relación o las cosas. Ser transparente y honesto. Que si, que no tiene emoción, no deja lugar a margen de error y que a veces te tendrás que comer tus propias palabras porque todos nos equivocamos tarde o temprano. A cambio obtienes el beneficio del conocimiento y de que, si eres lo bastante despabilado, no te pase dos veces la misma historia.

En mi humilde opinión y experiencia, le da sencillez y profundidad (de la de verdad, no romanticona) a las relaciones. Y si llega el día en que todo se va a la mierda, lo más que podrás reprocharte es haber hecho una mala elección de pareja/socio/trabajo/amigo. Y dormirás con la conciencia tranquila.
Eso siempre que veas a la cierva y pienses que te gustaría para ti. Si el interés es meramente erótico-festivo, pues también puede ser divertido...
 
Tensar la cuerda, discusiones, superioridad moral, partidas de ajedrez a 20 jugadas vista...

Todo eso va llegando necesariamente, y sobre todo, cuando hay por medio nexos que hacen más complicado el separarse que el tragar toda esa cantidad de mierda y continuar con el periplo por el desierto.

Pero lo que verdaderamente marca la diferencia entre el antes y el después, ese punto de no retorno, es cuando te das cuenta de que deseas a tu señora la visita de doña Morta Parca, la tercera de las hermanas hilanderas romanas.

Nada de estrangulamientos, palizas Chiquetetas y demás ritos de tribus atávicas y calés, me refiero a cuando uno se imagina en esos momentos de crisis de pareja, con la impotencia de la certeza del perjuicio que acarrearía la ruptura, y se le pasa por la cabeza fugazmente qué tal sería la vida en ese momento sí sobreviniera de forma inexorable esa enfermedad o accidente que otorgararía a tu pareja la ficha para el paseo en la barca de Caronte. Y comprendes que la vida sería mejor quitándose el problema de encima y sin repartir bienes o custodias a criterio judicial.

Ahí hamijos, habréis llegado al punto de no retorno.
 
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