ruben_clv rebuznó:
¿Eso es la comida completa?
Sí. Ten en cuenta que son intestinos de cordero, con lo cual son muy nutritivos gracias al quimo que llevan dentro. El cuerpo te exige alimentos nutritivos: es por esto que cuando comemos hidratos de carbono (calorías vacías), sigue demandando más y más. Si comes entrañas, necesitas poca cantidad.
Pero la verdadera razón es que... sigue leyendo.
iskariote rebuznó:
Echo mucho de menos tirarme un pedo.
Pues ve a un LIDL y compra las nuevas baguetes de salami que han sacado (habiendo baneado previamente a las espirales de canela

). Yo lo he hecho ayer. Las comí, e inmediatamente sentí cómo se me retorcía dolorosamente el estómago. Rato después, una cagada exprés. Una hora después, ya me estaba tirando pedos a cascoporro.
Manchuria rebuznó:
De pequeño, reconozco que soy ya pureta, comía mucha casquería.
Recuerdo a mi padre comiendo con verdadero deleite pulmones salteados con ajo y cebolla.
Me identifico. Yo de pequeña (viví toda mi infancia en Argentina) recuerdo que antes de ir a la escuela mi madre me servía LENGUA (de vaca) A LA VINAGRETA :121 Qué rica, demonios.
Y los asados de los sábados noche, cómo olvidarlos. La mejor parte eran precisamente los chinchulines:
Intestinos de vaca. Crujientes por fuera, gomosos y rellenos de quilo amargo por dentro. Un contraste brutal de sabores y texturas. Dioooossss... aquí no se consiguen :cry:. Una vez contacté con un tendero peruano que me había asegurado que me conseguiría 2 kg de chinchulines pero el muy joputa nunca más volvió a decirme nada.
También era muy fan de las mollejas (de vaca, claro):
Dios santo, veo esta imagen y quiero LLORAR. ¿Por qué? ¿POR QUÉ?
En fin... y la parte que menos me gustaba del puto asado eran los chorizos, que son, casualmente, tripas rellenas de carne de cerdo y especias varias. Para que luego digan que la carne está más sabrosa que las tripas. Desde luego, rotundamente falso. No hay más que ver a cualquier animal carnívoro, que en cuanto caza a una presa, a lo primero que va es a por las entrañas, que tienen muchos sabores y mucho aporte nutricional.
Ah, se me olvidaban las MORCILLAS... Tostadas por fuera, y ebullentes por dentro. Era un peligro pincharlas con el tenedor, ya que podían explotarte y quemarte los ojos con su sangre casi líquida. Recuerdo que no llevaban arroz ni demás pijaditas. Aquí no he encontrado aún una morcilla como las que comía de niña.
Por cierto, era mi padre el encargado de hacer el asado. Recuerdo una vez que se trajo un corazón entero de vaca a casa, y se puso a cocinarla a la plancha. Yo tenía muchísima curiosidad (así como confianza en su buen gusto culinario), y me dio un trozo. Estaba cojonudo, chorreaba aún sangre pero sabía mucho mejor que la carne. Ahora que lo pienso, entiendo que se hiciera vegano. Si no podés repetir esos asados, mejor te olvidás de la carne para siempre.
Manchuria rebuznó:
Edito para añadir las criadillas, o cojones de toro, absoluta delicatessen. Yo siempre las comí fileteadas, rebozadas y fritas. Ahora digo que me las hagan a dados y las como salteadas.
Bufff, yo los cerebros vaya y pase (aunque me den arcadas cada vez que lo rozo con la lengua) pero los testículos de buey los tengo prohibidos por mí misma. A mí no me va la zoofilia. Y si es por nutrientes, pues cuando quiera puedo recurrir a quien me los dé con muchas ganas
