Por alguna razón tu relato me ha recordado un fragmento de un libro que me encanta. Te lo pego aquí, para que lo leas:
Bueno. Tú, para darte cuenta de la persona que eras y que tenías que cambiar, has necesitado del consumo de setas que te elevaran a un nuevo nivel de autoconsciencia. A eso le añades, para decoración, la mística. Quizá en tiempos donde estas cosas no estuvieran tan generalizadas alguien te habría proporcionado -tu padre, por ejemplo-, un terrible guantazo místico con iguales, o incluso mejores, resultados. Y gratis.
Me hace mucha gracia ver cómo muchos de vosotros rodeáis de mística (¿?¿?) el consumo de según qué cosas, cuando de místico no tiene nada. Que sí, que ahora me diréis que tal tribu del Amazonas consume ayahuasca y que para ellos es una cosa mística y sólo el hechicero está autorizado para su uso porque se cree que tiene conexión con los dioses, la Pacha Mama o los arcanos universales. Pues vale, chavales. Vendédmelo como queráis, pero ni vais con taparrabos ni os metéis en una choza de paja cuando llueve y en el otro hilo queda claro que vosotros lo de Dios como que no; si os drogáis os drogáis for the lulz y punto, pero no me vengáis con la mierda pseudomística que me da la risa.
Acepto que a falta de un contundente y sonoro guantazo bien dao los efectos terapéuticos de este os lo proporcione una seta, pero es de casualidad. Y si esa epifanía, esa revelación, ese insight os lo da la seta y por ello es algo místico igual de místicos son los guantazos que proporcionen lo mismo. Es más, probablemente haya habido más epifanías y revelaciones a través de guantazos místicos que a través de setas místicas a lo largo de la historia.