La última palabra
Novato de mierda
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- 5 Ago 2014
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Durante los años más oscuros de mi primera juventud sufrí los terribles rejones del nuncafollismo. Años, con sus meses vacuos, con sus semanas, con su día a día de pajas y dolor. Sufría el desdén, el comerme las ganas, sufría mi cuerpo, sufría mi alma y cada fibra nerviosa, cada brizna sensible de mi piel, se contraía y se agostaba de ansia insatisfecha. Estaba hambriento y era infeliz. Podía odiar a las mujeres o podía enaltecerlas hasta la santidad y el Olimpo. No importaba mi devoción canina o mi rencor. Mi polla jadeaba sin sustento ni acomodo. Mi ego se reblandecía atravesando un inhóspido desierto de despechos y la vida me parecía menos amable, con menos perspectivas de vivirla sin la agraz conciencia de su intrínseca inanidad. Una vida sin follar a pleno pulmón, era una vida de planta de interior y bandeja de pollo plastificada. Aguantar, preservarse y caducar.
Poco a poco, bajando el nivel, subiendo las ganas, perseverando a trompicones, la carne ajena se fue abriendo a la carne propia. Llegaron follaamigas, llegaron coños cariñosos, mujeres que los circundaban menos ariscas, más complacientes y amistosas. Llegaron noches que mi agradecida nostalgia quiere llamar gloriosas. Y llegó el conocimiento y la decepción. Las mujeres, antes imposibles, idealizadas en la distancia, satanizadas por inalcanzables, eran inevitables pero no excelsas. Las necesitaba, mi felicidad las requería constantemente para manifestarse pero en mi neocortex, en mi sistema límbico enraizaba una idea decepcionante. El amor tenía fallas, no era perfecto y estaba lleno de renuncias y emboscadas.
No follar era inconveniente. Follar, era, como diría Camus, “una quemadura que no se saborea”. No había escapatoria. Piel contra piel o piel contra huellas dactilares. Se podía intentar con un transexual, se podía intentar con un notario o con la presidenta del club de fans de Chimo Bayo. Todos eran humanos y todos podían ofrecerme el mismo rendimiento y las mismas consecuencias. Después, como un milagro, como un relámpago ajando la negra coraza de la noche y mi noche, llegó el amor, la resurrección de mi alma y un futuro mejor para dos personas concretas y conscientes en este planeta. Pero no podemos engañarnos, es una solución microscópica en un mundo que sufre llenos de corazones solitarios y braguetas que braman buscando más afecto y atención.
Si tuviera que volver a las trincheras de la noche ninguna de las opciones que me esperan, follar mucho, follar poco o no follar, justifican abandonar mi madriguera y zizaguear entre las alambradas del campo de batalla. He recorrido ya todos esos caminos y me quedo, siendo todo lo feliz que puede ser un madridista, un forero y un español, en el que estoy y con la compañía que aligera mis angustias. Pero si tuviera que volver, si el regreso fuera desgraciado e inevitable, he visto la luz y quiero compartirla.
Hay que desentenderse del cuerpo y sus urgencias. Hacerle el vacío, dar la espalda, hasta desactivarlas, a nuestras querencias menos apropiadas. Ser un ser que no es. Ser carne mineral, carne sin huellas, sin estímulos al acecho, carne que no da acogida a la perturbación, a los anhelos más abyectos. Estar con la vida y no con sus pasiones, con sus líneas torcidas, con aquello que nos aleja de la pacífica y reconfortante distancia. La vida, sin amor y con mujeres, es una guerra que siempre perdemos. Se tienen o no se tienen y no tienes nada, sólo cicatrices, la piel enmascarada, gelatina reseca sobre el glande victorioso.
Recuerdo a Cenobita. Luchaba de esta forma que propongo. Mediante la intelectualidad y la distancia. Consciente y perseverantemente, palabra a palabra, renuncia a renuncia. Fue un ejemplo y, no quiero creerlo, un mártir de la causa que defiendo. No tiene sentido que el légamo de mis palabras desdore su obra. El celibato consciente. Adormecer la carne y elevar el espíritu. Amar si fuera posible, si la vida nos ofrece una oportunidad excepcional. Podéis estar a favor y podéis estar en contra. Podéis incluso haber llegado hasta aquí. Podéis, conscientemente, como el celibato que propongo, hacer de este hilo otro de mis memorables y desapercibidos fracasos. El celibato consciente…y el anonimato inevitable. Multitud de coños y multitud de lectores se han puesto de acuerdo.
p.d. k arma y aclaraciones. No soy clon de nadie. Simplemente llevo muchos años leyendo e imitando.
Poco a poco, bajando el nivel, subiendo las ganas, perseverando a trompicones, la carne ajena se fue abriendo a la carne propia. Llegaron follaamigas, llegaron coños cariñosos, mujeres que los circundaban menos ariscas, más complacientes y amistosas. Llegaron noches que mi agradecida nostalgia quiere llamar gloriosas. Y llegó el conocimiento y la decepción. Las mujeres, antes imposibles, idealizadas en la distancia, satanizadas por inalcanzables, eran inevitables pero no excelsas. Las necesitaba, mi felicidad las requería constantemente para manifestarse pero en mi neocortex, en mi sistema límbico enraizaba una idea decepcionante. El amor tenía fallas, no era perfecto y estaba lleno de renuncias y emboscadas.
No follar era inconveniente. Follar, era, como diría Camus, “una quemadura que no se saborea”. No había escapatoria. Piel contra piel o piel contra huellas dactilares. Se podía intentar con un transexual, se podía intentar con un notario o con la presidenta del club de fans de Chimo Bayo. Todos eran humanos y todos podían ofrecerme el mismo rendimiento y las mismas consecuencias. Después, como un milagro, como un relámpago ajando la negra coraza de la noche y mi noche, llegó el amor, la resurrección de mi alma y un futuro mejor para dos personas concretas y conscientes en este planeta. Pero no podemos engañarnos, es una solución microscópica en un mundo que sufre llenos de corazones solitarios y braguetas que braman buscando más afecto y atención.
Si tuviera que volver a las trincheras de la noche ninguna de las opciones que me esperan, follar mucho, follar poco o no follar, justifican abandonar mi madriguera y zizaguear entre las alambradas del campo de batalla. He recorrido ya todos esos caminos y me quedo, siendo todo lo feliz que puede ser un madridista, un forero y un español, en el que estoy y con la compañía que aligera mis angustias. Pero si tuviera que volver, si el regreso fuera desgraciado e inevitable, he visto la luz y quiero compartirla.
Hay que desentenderse del cuerpo y sus urgencias. Hacerle el vacío, dar la espalda, hasta desactivarlas, a nuestras querencias menos apropiadas. Ser un ser que no es. Ser carne mineral, carne sin huellas, sin estímulos al acecho, carne que no da acogida a la perturbación, a los anhelos más abyectos. Estar con la vida y no con sus pasiones, con sus líneas torcidas, con aquello que nos aleja de la pacífica y reconfortante distancia. La vida, sin amor y con mujeres, es una guerra que siempre perdemos. Se tienen o no se tienen y no tienes nada, sólo cicatrices, la piel enmascarada, gelatina reseca sobre el glande victorioso.
Recuerdo a Cenobita. Luchaba de esta forma que propongo. Mediante la intelectualidad y la distancia. Consciente y perseverantemente, palabra a palabra, renuncia a renuncia. Fue un ejemplo y, no quiero creerlo, un mártir de la causa que defiendo. No tiene sentido que el légamo de mis palabras desdore su obra. El celibato consciente. Adormecer la carne y elevar el espíritu. Amar si fuera posible, si la vida nos ofrece una oportunidad excepcional. Podéis estar a favor y podéis estar en contra. Podéis incluso haber llegado hasta aquí. Podéis, conscientemente, como el celibato que propongo, hacer de este hilo otro de mis memorables y desapercibidos fracasos. El celibato consciente…y el anonimato inevitable. Multitud de coños y multitud de lectores se han puesto de acuerdo.
p.d. k arma y aclaraciones. No soy clon de nadie. Simplemente llevo muchos años leyendo e imitando.