El forero tardolescente

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7 Mar 2011
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Adelanto un tochaco sacado de esta página:

Jot Down Cultural Magazine | Gonzalo Vázquez: El drama tardolescente

Resumen por el que publico este tocho: Tio que ronda una edad crítica y que resume el sentir de muchos foreros de esta casa. Sentirse desplazado, fracasado, solo y añora tiempos pasados que fueron mejores, mientras su vida no muestra atisbos de mejora. Menciona además que se dedica a forear (no especifica foro) y se pone a parafrasear intelectuales y demás gentuza. El texto bebe de las teorías que circulan por este foro, así que pensé que debe ser forero de aquí, o al menos espiarnos.


Tiene casi treinta años. Podría tener veinte o cuarenta. En lo esencial nada ha cambiado ni lo hará. En algún momento su carácter y posición en el mundo se detuvieron, como el aire de las cuatro paredes que lo encierran. Son muchos. En realidad demasiados. No se les oye ni ve. Viven ocultos, palpitan en secreto y como perciben la existencia a solas se deslizan como espectros a la intemperie social, que con disgusto deben cruzar a diario.

Una ramplona perspectiva material los ha venido explicando por el retraso en su independencia. Viven en casa de sus padres como si algo dramático fuese a variar de hacerlo fuera, en el alquiler de una habitación que comparten con otros iguales, donde a lo sumo cambiará el marco pero difícilmente el cuadro, en cuyo tenue interior apenas se ha reparado.

En el alma de ese eterno joven dormita una vida afectiva que sigue enfermando. Muy temprano asumió que su emoción no era permeable, que del intercambio amoroso universal había sido descartado y que sentimentalmente habría de bastarse a sí mismo. Que mejor le sabría renunciar a la vida social que seguir deambulando por ella y castigar así la conciencia con la privación que mayor tormento le causa.

Nada más decidió que resignarse. Y los años de rutina solitaria fortalecieron los barrotes que le separan del mundo exterior, el abismo que subraya su vulnerable condición.

Hubo un tiempo en que agrupado sentía algún calor. De noche se entregaba con otros al alcohol y hasta empleaba su primera lucidez en cruzar la orilla y acercarse a ellas. Eran momentos de una valentía instantánea, de una ingenuidad sin nombre que atenuaba el sinsabor de las negativas hasta la noche siguiente, como creyendo que siempre habría una más.

Ese tiempo ha pasado. Voló en un suspiro. Ahora apenas encuentra arreglo entre los mortales. Se siente ridículo en cualquier bar, un pasmarote sin sombra en corrillos que no le apetecen. Alguna vez se anima y entre compañeros más que amigos disfruta un ligero cosquilleo. Pero de reojo no pierde ocasión en descubrir un rostro bello, unas piernas suaves o unas formas glotonas y lamentar que algún otro las goce. Por eso de un trago vuelve en sí para acabar matando la noche en su refugio consumiendo a solas cualquier cosa de la FNAC, el comercio que más frecuenta y del que se atiborra a ritmo endiablado.

Porque careciendo de vida afectiva afirma la vida culta, motivo por el que su conciencia le recuerda sin piedad qué le lleva a matar su tiempo entre románticos y foreros que como él dieron la espalda a la luz. Y en penumbra encuentra un sordo placer en ignorar el ardor de las pasiones y hasta en masturbar aprisa sus brotes, cuya insistencia maldice.

La distancia al otro sexo ha tornado ya infranqueable. Lo hizo en el momento de justificarla. No se identifica con el vulgar escaparate de bíceps y berzas. Tampoco con el cargante 15-M, de cuya tribal estética sospecha. Y nada repudia más que el veneno conservador de las niñas bien, de ninguna de las cuales disfrutó jamás una mirada. En esta terrible simplificación del mundo femenino, deformado en molde político, cree así agotada su fauna. Pero no su añoranza. Desea entonces una chica normal pero no sabe dónde encontrarla. Y su orgullo, ese gusano que devora sus entrañas, ha inflamado tanto que descarta entregarse a la red. La solución es, pues, la renuncia. La vuelta al ovillo sin haber dado un paso.

Pero el tormento vuelve enseguida a la carga. Porque la vida en quietud orbita en un bucle sin meta. Y porque sigue siendo un hombre. Solo que aún no ha tenido oportunidad de comprobarlo.

Por eso un encuentro sexual le viene grande. Ve el cielo abierto a su posibilidad. Pero se va nublando a medida que la inseguridad lo posee. No entiende cómo es posible haber deseado tanto lo que ahora le aterra. Así ocurre que la noche en que el azar del destino lo elige descubre con ingrata extrañeza la hediondez de un coño, la torpeza en acertar su diana a oscuras, las reacciones indescifrables de ella, su sospechoso silencio y como un terrible guión cuyo orden ignora de raíz.
Habituado a la vida mental, al placer cognitivo, esta violenta sobrecarga de los sentidos dificulta su erección. Descubre entonces que la experiencia
in situ nada tiene que ver con el atletismo sexual de que su sobredosis de porno le creyó convencido.

Admite así con horror la remota distancia entre el consumo y la escena protagonista. Es un novicio. Y la dictadura genital y el imperativo de satisfacción femenina con que ha sido bombardeado en vida le impiden el goce y hasta entender las razones por las cuales lo sexual era el último y como más importante plano de conquista. Aterrado desea entonces huir, desaparecer del fracaso, regresar al único espacio que comprende, al muelle de la obesidad solitaria.

Hasta podría enamorarse sin saber qué le ocurre. Y desatender ensimismado todo cuanto no concentra su objeto amado. No siendo correspondido su frustración aumenta y una de las primeras consecuencias es renegar de aquellas sensibilidades atribuidas a la feminidad. Antes bien se convence de su naturaleza diabólica. Habrá cruzado entonces una peligrosa frontera. Ya no verá mujeres. Solo enemigos envueltos en seductora forma de presa sexual. Una visión envenenada al punto de percibir la belleza que no hace suya como un calvario, peor cuanto más irresistible aquélla.

El desarrollo de la misoginia es más lento y silencioso de lo que su perspectiva histórica sostiene. No es tanto origen como desenlace. No medra tanto en el subconsciente y albores de la vida cuanto en las vívidas decepciones sufridas en los años de flor y conquista. La coartada biológica de Aristóteles o la genética enSchopenhauer palidecen ante la definición alfonsina de la mujer como la fuente de confusión del hombre, el peligro que no guarda medida. Esto lo sabe bien tanto el misógino como el que se quedó a las puertas de padecerlo antes de entregarse.

Misoginia y misandria son males del alma. Males adquiridos que nada podrá combatir si la experiencia de la víctima es verdadera. No será otro el motivo de futuras cautelas en el terreno que más libre debiera verse de ellas. De ahí que Russell lamentara la cautela en el amor como la más letal para la felicidad auténtica.

El sujeto tardolescente vive en silencio su drama interior. Ese joven nació y creció sin un solo defecto. No congénito. Tres décadas después sigue sin haberlo. Y sin embargo nada siente con más fuerza que el defecto de su vida, fuente de todos los demás.

Cabe incorporar este proceso paradójico al derecho de inadmisión a que la masculinidad ha sido sometida en el último cuarto de siglo.
Ningún fundamento arquetípico ha sido más despreciado por la cultura moderna que la noción clásica de hombre. Hace tiempo que la publicidad norteamericana se sacudió los complejos de beatificar a mujeres y negros por una especie de atávica culpa que compensar la cultura popular. Hoy día informa esa mercadotecnia un desbordante sentido del humor libre por fin de morales reparaciones a presuntas víctimas del pasado. Dominada por vehículos, seguros y comida la publicidad norteamericana no se mete en líos. Elude así dar motivos al sediento enjambre de papanatas dispuestos a saltar a la mínima.

En España el proceso publicitario de la compensación, que culpaba al hombre deificando a la mujer, ha remitido notablemente. Pero hasta hace bien poco un hombre valía menos que una lavadora y ninguna asociación ponía el grito en el cielo. En el mundo comercial, el pilar simbólico sobre el que se sostiene la sociedad de consumo, el hombre ha venido encajando todos los golpes sin rechistar.

La cultura popular en los Estados Unidos no ha fortalecido tanto la figura femenina como en España, que acomplejada sigue dando saltos sin orden ni concierto. Del destape al porno a una cultura tan hiperfeminizada como para hacer del gay un icono de modernidad. El prototipo saliente de esa huida de la vergüenza presentaba a una mujer firme, poderosa, liberada y autónoma. Pero al mismo tiempo insensible, material y superflua, un ente algo sádico que sobrevolaba al hombre cuando no lo pisaba con saña en su escrotal masculinidad reduciéndolo con moroso deleite a erótico delantal, a primario objeto sexual. Al fervor de la culpa masculina ocurrió que ni siquiera podrían darse mujeres frígidas. Solo falos incapaces. Así toda humillación encajaba para solaz de la nueva mujer, una estúpida caprichosa que ha venido triunfando en el discurso simbólico como preferible a toda mujer anterior.

Por el contrario el hombre no encontró un nuevo molde más allá de la erosión y desguace del anterior. No se repuso el cadáver. Admitir la congénita idiocia masculina y como una etérea superioridad del otro sexo pasó a formar parte del orden natural. La cultura devino así hermafrodita. Y cuanto más elevadas sus presunciones, cuanto más celestes sus metas, más lejos del empedrado masculino.

La campaña de Loewe
por ejemplo, una oda al exterminio del publicismo indolente, exhibe en términos surreales a una pueril patulea de disfrazados con un único denominador común: la exclusión del hombre. Ni uno solo hace acto de presencia y cuanto lo sugiere es de plástico. Es el hombre, al margen de nociones, la figura de que huir, el polvo que sacudir bajo la alfombra. El hombre es lo primitivo y mostrenco, la realidad prosaica y velluda sin tacto ni cabida en esos bolsos que figuran una sexualidad difusa de la que únicamente se desprende que las sutilezas de estilo y diseño, los alardes del arte, no están al alcance de lo masculino real.

En su desbocada provocación erraba así Umbral refiriendo mujeres de piscifactoría. Más bien al contrario, es su orbe el sexo intacto siendo el hombre el nervio confuso, zarandeado, anómico y errante.

El peaje de un feminismo activista y una deplorable interpretación del correctismo político vapulearon –en términos de Hayward– al varón, que en adelante sufriría una grave crisis de identidad como impelido a renunciar a lo más sagrado de su ser.

En medio de la confusa renovación, dominada por represalias en lugar de ideales, admitió el sexo masculino un nuevo tipo de hombre menos superior que deseable. No era nada definido. Solo retales con que ir cubriendo sus vergüenzas cosiendo de paso a flechazos el cuerpo del guerrero, el alma del héroe, el hombre rampante. La solución pasaba por un tipo comprensivo, tierno y sensible. Que llorase si así procedía. Un hombre frágil como al servicio de la maternidad. Nadie tuvo en cambio el valor de advertir a los nuevos jóvenes que la bondad es a ellas la menos erótica de las cualidades. Y que más que deseo inspirará compasión.

El nuevo hombre se veía así abocado, lo quisiera o no, a amistar con ellas antes de dar otro paso.

Los efectos de la oleada pueden sentirse hoy día en una masa invisible. La primera generación que sucede al asesinato del hombre, la generación de jóvenes varones más inocente que ha conocido el sangrante pueblo español, padece hoy de improvisadas exigencias que nuevamente asestan golpes a su tierna medular. Un realismo exacerbado potencia al macho que en el corazón de la noche sigue triunfando muy por encima de las sutilezas presumiblemente efectivas. Y hasta la fecha no se conoce índice más fiel a la temperatura erótica de un pueblo.

El tardolescente solitario sufre la inercia de llegar a creer que fuera de su refugio, en el mundo exterior que ya no respira, se libra un festín de desenfreno sexual cuya exclusión llega a padecer como un condenado.
No hace falta esa condición para hacer propia esa miopía. Un ciudadano de a pie puede experimentar igual desolación al incesante desfile de putas y futbolistas. Pero la pesadumbre que invade al primero será mucho mayor, tendrá una raíz más honda y poética.

Ese chico incapaz de disfrutar su juventud, que ha renunciado a ella, está preparado, es inteligente, hábil y adaptable. Sus valores no han sido enseñados sino asumidos. Es moralmente más justo que toda generación anterior. Y sin embargo es víctima de algo que no comprende. Sufre así arrebatos en maldecir su independencia llegando a codiciar la unión ajena y hasta su denostada figura del matrimonio, que vio formar uno a uno a sus antiguos amigos.

Se apresuró en España un tiempo de engaño donde la primera institución a derribar era el matrimonio. Qué terrible fracaso. Nadie reparó en la gigantesca torpeza de concebir el ensayo al mezquino espíritu español, combativo en lo vulgar y sin mayores ambiciones que las domésticas. Fromm no pensó en la piel de toro como el mejor laboratorio para el miedo a la libertad. Y sin embargo no habría encontrado ejemplo más ideal.

De estudiarse en profundidad el origen de la mayor parte de matrimonios jóvenes de este país, de cómo se formaron y qué cualidades condujeron al acuerdo, los pilares sobre los que se asienta esa institución tendrían el grosor de un lápiz. Porque apenas se hallarían pruebas más veraces que el miedo a la castración vital de ellos y a la soledad en ellas, privación del mandato biológico. Con deplorable frecuencia el hombre asume la mano del primer coño que toma. Ella, del primer interesado en tomarla. Así cumplen la trampa de Nietzsche de reproducir la especie sin la más remota intención de mejorarla ni divisar un horizonte de común felicidad.

Como hace tiempo que el lenguaje español perdió el mando de su destino, de bautizar a sus nuevos hijos, el
nerd, el geek o el freak representan un tipo de inepto social que nutre el tejido en infinito mayor grado del que se presume. Pero a diferencia del idiota doméstico rendido al yugo forzoso este nuevo soltero, que pasó de ideal a denigrado, no entregó su vida a la primera carta y puede seguir jugando en libertad en torno a una pasión, una ambición, un especialismo en sana barbarie.

Es por ello que el tardolescente solitario puede ser el más digno de los infelices. Su alma está herida. Pero sigue siendo suya. No la vendió a la presión de un entorno que en el fondo nunca deseó así.
 
Esto le habrá pasado a más de uno por aquí:

la noche en que el azar del destino lo elige descubre con ingrata extrañeza la hediondez...

Hace tiempo que la publicidad norteamericana se sacudió los complejos de beatificar a mujeres y negros por una especie de atávica culpa que compensar la cultura popular. Hoy día informa esa mercadotecnia un desbordante sentido del humor libre por fin de morales reparaciones a presuntas víctimas del pasado.

Y no faltan en este caleidoscopio, los típicos subnormales educados por la publicidad.
 
E mentalizarce y quererce verdá, zano, ze cuerpo, tené potencia, zer felí... quererte tú mismo a quererte tú musho porque quieres también ar que tienes a tu lado y todo zale de verdad de deporte.
 
Las únicas curas posibles del forero son la andropausia y el tener pasta para shooters. O que sus padres mueran jóvenes y él ser hijo único. No hay más.
 
hermano mayor rebuznó:
para mi creo que no hay cura, foreare hasta el ban o hasta la demolicion de esta casa solo me salvaria eso o tener mucha pasta, mientras tanto foreros somos y en foreros nos convertiremos.

ERROR. Si tuviese ustec mucha pasta forearía. Quizás desde el Reethi Rah en Maldivas, pero forearía till the end.
 
Aunque el texto viene decir lo que aquí se lleva diciendo tiempo, es interesante porque centra bien el problema en cuestión: una generación de tíos que rondan la treintena, perdidos, frustrados, porque ven que sus esfuerzos diarios por progresar no tienen recompensa. Obviamente en ese sector de hombres se esconderá una buena dosis inadaptación por falta de recursos o neuras varias, pero para hacer autocrítica lo podemos hacer todos de puertas para adentro. Escondamos por lo pronto los trapos sucios y veamos qué margen de culpa tiene la sociedad de todo esto. Enumero un poco al tun tun:

1. DISTORSIÓN ENTRE VALORES INCULCADOS Y LOS SOCIALMENTE PREMIADOS. A la mayoría nos inculcan valores positivos con el prójimo, esto es, el respeto, solidaridad, altruismo, etc; sin embargo es constante ver como mucha gente triunfa socialmente saltandose estos valores y pisoteando a aquellos que los ponen en práctica. Vivimos en un mundo violento que premia a los violentos, y aquellos sujetos que saben esta premisa y son de baja calaña paradojicamente salen ganando. Y esto lo vereis en el curro, desde el lameculos hasta el que asciende por hijo de puta, y por supuesto también en el ámbito sexual y de las relaciones entre los sexos. 

2. IGUALDAD TEÓRICA PERO REALMENTE FALSA. Aunque desde hace veinte años se aboga por la igualdad entre los sexos e incluso hoy en día se asume que esa igualdad ya existe en su totalidad, todos sabemos que es una falacia y que lo único que ha conseguido es que el hombre quede en clara desventaja. No hay igualdad, porque no hubo igualdad ni la habrá jamás. Los hombres y mujeres somos diametralmente opuestos, y aunque la sociedad nos quiera engañar inculcándonos supuestos culturales que condicionan nuestra actitud, todos sabemos que no tenemos nada que ver. Tenemos otra forma de percibir el mundo y otras necesidas. ¿Que nos complementamos? Sí, pero somos distintos y hay que luchar por nuestra identidad. Por lo tanto, el quiz de todo esto está en asumir los roles de cada uno en el cortejo. Las mujeres con su rol pasivo, y los hombres con su rol activo. Asumir la responsabilidad y dificultades de ese rol y punto.

3. UNA PÉSIMA EDUCACIÓN SEXUAL. La sociedad es ultracompetitiva, y desde pequeños se nos habla de la filosofía del esfuerzo, esnobismo cultural y el desarrollo de las cualidades en las que puedas destacar respecto a los demás. Pero, ¿Y de sexo? ¿cuando se habla de sexo? Todo el mercantilisno sexual de los medios de comunicación nos es totalmente ajeno y está fuera de nuestras vidas reales. La moral que hemos heredado en el fondo es tan retrógada como siempre. Y es que nos han puesto un disfraz de libertinaje falso a la que la sociedad no se ha adaptado. No es fácil acceder al sexo, es más, acceder al sexo es dificil y los supuestos lugares de ocio que tenemos para dar a pie a conocerse son un aunténtico fiasco.
 
Lo he leído por encima, pero enseguida se percibe un fracaso que haríamos extensivo a toda una generación crecida entre un aterrador hikkimorismo promovido por el uso de internet, el acceso más fácil a la pornografía y en general el vacío de valores y la anomia en la que se haya sumido el hombre moderno, huelgo de un punto de referencia superior, de un centro como decía el ozito barbudo de Schuon.

Por otro lado es normal que cuando se van cumpliendo años uno lance una mirada retrospectiva hacia lo hecho hasta el momento y lo valore en sus justos términos, y eso en muchas ocasiones es lo que genera esa sensación de fracaso, de estar incompleto y no haber conseguido las metas que durante la adolescencia o más temprana juventud se había marcado e idealizado en sus ingenuas ensoñaciones juveniles.

De todos modos el tema sexual creo que está demasiado sobrevalorado, también por un servidor, y en muchas ocasiones entendemos el triunfo o fracaso en términos puramente materiales, en meterla en caliente en definitiva. De ahí que al final seamos unos pajilleros misóginos hikkimoristas.
 
Britpop rebuznó:
Aunque el texto viene decir lo que aquí se lleva diciendo tiempo, es interesante porque centra bien el problema en cuestión: una generación de tíos que rondan la treintena, perdidos, frustrados, porque ven que sus esfuerzos diarios por progresar no tienen recompensa. Obviamente en ese sector de hombres se esconderá una buena dosis inadaptación por falta de recursos o neuras varias, pero para hacer autocrítica lo podemos hacer todos de puertas para adentro. Escondamos por lo pronto los trapos sucios y veamos qué margen de culpa tiene la sociedad de todo esto. Enumero un poco al tun tun:
Tu post es un continuo echar balones fuera, una actitud típicamente femenina. ¿Margen de culpa de la sociedad? Ninguno. En todo caso, ésta es actualmente más indolente y permite que ciertos sujetos (débiles) parasiten la cueva paterna hasta límites insospechados.

Un hombre de verdad mirará al mundo y posiblemente llegue a la conclusión de que es una puta basura, pero no usará esa reflexión como excusa para volver al frescor y penumbra de su madriguera, sino que avanzará intentando que la mierda lo salpique lo menos posible. Lo triste no es vivir (o volver) a casa de tus padres con 30 años (y cuando previamente te dejaste los cuernos formándote) porque has perdido tu empleo y la vivienda está por las nubes. Lo triste es usar las dificultades del entorno como el perfecto pretexto para no echarle cojones a la vida, para justificar una capacidad de sacrificio nula.

La "distorsión entre los valores inculcados y los socialmente premiados" es algo por lo que pasamos todos cuando dejamos de ser niños y de creer en los Reyes Magos. Te llevas uno, dos, tres palos y aprendes a verlas venir. Lo mismo con la igualdad y con la educación sexual. Llevarse el palo, aprender, adaptarse y tirar pa'lante con dos cojones, no queda otra. Bueno sí, vomitar bilis vía internet, jugar 10 horas diarias al WoW, increpar al sol por salir todas las mañanas, crear observatorios, pedir subvenciones...
 
"añora tiempos pasados que fueron mejores, mientras su vida no muestra atisbos de mejora".

Es lo que pasa por vivir en un país INMOVILISTA como es España. Aquí nunca cambia la cosa.
 
Boniato rebuznó:
Un hombre de verdad...

En general estoy de acuerdo contigo, aunque no veo en que momento he echado balones fuera. Los hombres de verdad también sufren y se sienten frustrados, y no todos tienen porque encajar en ese perfil de parásito que expones.

Un hombre de verdad es el que lucha por adaptarse, pero también el que se niega a hacerlo por unos ideales.
 
Britpop rebuznó:
Un hombre de verdad es el que lucha por adaptarse, pero también el que se niega a hacerlo por unos ideales.

Un hombre de verdad es aquel que, al igual que un vampiro, absorbe, extrae y canaliza todos los placeres y acontecimientos de la vida; una vida que, además, es una máquina que traga y escupe.

Los ideales los dejaré para los cómics de Alan Moore y las películas de Brad Pitt.
 
Vosotros seréis hombres de verdad en un par de años, cuando tengáis diecisiete.
 
La fuerza del deseo, la fuerza del impulso no se nos manifiesta tal como es. La conciencia nos ejerce demasiada represión. La cultura social nos impone normas que debimos intentar romper en su momento. No hay nada innato. Nada emerge libre de nuestro interior. Dentro acumulamos pautas sin saber que éste será el paradigma de normas que debimos intentar romper en su momento. Jodida actitud normal, normas que debimos intentar romper en su momento. Jodida actitud normal, normas que debimos intentar romper a su debido tiempo.
Sentimiento de vergüenza, sentimiento de angustia.

Tragamos y escupimos nuestros preceptos. Nuestra máxima libertad es poder reconocer nuestra esclavitud.
 
Sin duda somos legión, pero permanecemos ocultos entre las sombras, habitando en las frias y sombrias catacumbas de nuestra soledad o confundiéndonos entre la multitud, que también es otra forma de soledad, quizás la más extrema de todas.

Extraños en medio del mutuo reconocimiento general; ajenos a las pasiones colectivas que mueven a las masas; apenas pálidos reflejos de una realidad demasiado imperfecta.....en otros tiempos, quizás hubiésemos podido pasar por personajes románticos rodeados de un cierto halo de misterio; pero la estampa decimonónica del poeta sifilítico o tuberculoso no se sostiene en nuestra época de pragmatismo empresarial, neoliberalismo económico y cultura de masas.

Hoy en dia, cualquiera que se haya emocionado alguna vez sintiendo suya la voz de un Artaud o una Pizarnik; se sentirá risible un sábado noche en cualquier discoteca intentando tirarle la caña a la putilla Yolovalgista de turno, compitiendo con los demás monos de la tribu a ver quien es el más alfa de todos, mientras la putilla sonrie satisfecha sumando bonus delante de sus amigas o se encierra en el baño con aquel tipo de aires canallas y sonrisa de tiburón que tan mal te caía y sale toda despeinada....y tu te emborrachas no para echarle valor como crees, sino para perder la poca dignidad que aún te pueda quedar para intentarlo con la siguiente con idéntico resultado....y al final, te vuelves a casa solo, abatido, con la derrota en el alma una vez más mientras empieza a despuntar el alba.

....Y te despiertas a la mañana siguiente en una cama vomitada, sin más compañia que tu desesperación y la sensación de estar dilapidando tu juventud dia tras dia a cada instante...entonces, poco a poco, casi sin darte cuenta, casi sin ni tan siquiera proponértelo, empiezas a bajar las persianas y pasar el pestillo.

....Y cuando llamen a la puerta ya no contestarás, ni devolverás las sonrisas ni pertenecerás ya al mundo de las voces que llegan hasta tí como un murmullo apenas inteligible.

....Y al verte te miraran con estupor, tal vez incluso con algo de temor.

....Y te trataran ya no con desprecio como antes, sino con odio... si, hay odio en sus miradas; odio por rechazar el papel que te corresponde, aquel para el que siempre habías sido predestinado: el del idiota doméstico.

Pero tu en vez de aceptarlo le hiciste un corte de mangas al destino y en vez de nadar en un mar de mocos remando a golpe de facturas agarrado a alguna tabla a la deriva, preferiste ahogarte en tu propia soledad y hundir tus pasiones en un lodazal.

Ahora sales a la luz sin ningún pudor, completamente desnudo y cubierto de fango, pero manteniendo la mirada pura.
 
Se logearon unos niños para que Él los admitiese, pero los discípulos los banearon.

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-Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis –posteó el CiberCristo–. Con ellos formaré el ejército que ha de sustentar mi Reino sobre la Tierra.

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-Pero, santo Ciber-Cristo –le quoteó Pedro- ¿No os haría mejor servicio la fuerza de los foreros púberes de Judea? Cientos que hacen cola frente al templo…

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-Silencia tus palabras, oh desdichado –unlikeó el CiberCristo lo que Pedro procesaba- ¿Acaso no has visto a los niños recibir castigos que habrían quebrado a sus padres? No temáis: hacer de un niño un soldado para los hombres es imposible, pero no para el Santo Dios-Tech, porque es Admin, y para él todo es posible...

Pedro se mantuvo en stand-by.

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-¿Aún no te has convencido, insolente?! –Hizo reply de nuevo el CiberCristo frente al incrédulo Pedro, y sus alumnos se acercaron para leer el log de mensajes anteriores–. En verdad os digo que su juventud permite aplicar sobre ellos las modificaciones sacras que enloquecerían a los organismos más desarrollados.

Y mientras decía, alzó el CiberCristo a uno de los infantes con sus brazos mecánicos.

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-Nuestra carne, es carne del Mech-Señor –contestaron los niños.

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-Bien. Ok chavales, he aquí mi ordenamiento –habló el CiberCristo, obrando– La carne es débil: su piel, de acero será hecha. Le sacaré los brazos, quitaré toda la carne. Entonces, haré descender el Spiritus Autommaton sobre él: El ojo irá fuera, pues el sensor le hará más bien, y así podrá ver no sólo lo que es, sino también lo que casi es. No blandirá más inofensivos palos que tome del suelo. Blandirá la sierra motorizada del Señor. Así os digo: Hágase la tenaza donde había mano.

Acabado el prototipo, Yisas_BCN miró su obra y vio que lo que había hecho era bueno.

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-NUESTRA CARNE ES CARNE DEL MECH-SEÑOR.
 
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