Con el feminismo las que pierden de verdad son las mujeres guapas.
Durante años una mujer atractiva se paseaba por la calle y disfrutaba de, al menos, un buen piropo que le alegraba el día.
Las feas y contahechas pelimoradas se ahogaban en su pena, ya que nadie las miraba cuando salían. ¿Solución? Victimizar a las que recibían esas miradas actuando como el perro del hortelano. Si yo no recibo atenciones, tu tampoco las tendrás.
Y así empezó el feminismo actual, normal que los adolescentes actuales prefieran la consola a una novia.